"En un confesionario avergonzado,/ confesé lo que hice para amarte,/ tanta lujuria tuvo mi pecado,/ que hasta el cura llegó a desearte".
Me hice la Primera Comunión un día,
como muchos de quienes me leen;
era muy joven aún y claro, sólo tenía
ideas que con los años se me fueron,
soy de esas personas que creyeron
y ahora por decepción ya no creen.
Es decir, sí creo siempre en Dios,
en su poder, en su amor, sus dotes;
creo que la naturaleza es como su voz,
pero aunque su tiempo le dedican,
no creo en quienes su palabra predican,
dejé de creer en algunos sacerdotes.
Uno de ellos me escuchó hace poco,
porque aunque no soy de los confesados,
les confieso que me volví como loco,
con una mujer desde hace años conocida,
le entregué todo mi amor, le di mi vida
y sentí que el alma se me llenó de pecados.
Le hablé a este padre de ella,
bajo secreto de confesión…
Le dije que es dulce, que es bella,
que amaba sus besos de miel,
que me fascinaba el olor de su piel,
su voz, su cabello, toda su pasión.
Me preguntó en dónde la conocí,
le dije por ahí, por estas calles…
Fue insuficiente la respuesta que di
y entonces, sonriendo al verme,
me dijo que para absolverme
necesitaba que le diera más detalles.
Le contaba de ella sin decir su nombre,
mientras lo escuchaba murmurar sus rezos;
me justifiqué por mi condición de hombre
para explicar mi hambre de ella, mi sed;
que un día la pegué contra la pared
y procedí a comérmela a besos.
Ella se negaba al principio, luego no…
y bajo mis caricias fue cayendo vencida,
dejó de rechazarme y se entregó
con una repentina y extraña calma,
fue entregándome toda su alma
y lo más valioso y cuidado de su vida.
Le hablé al padre de sus senos perfectos,
le insistí en que era divina, muy hermosa;
no me importó si tenía o no defectos,
amándome era una verdadera estrella,
al punto que hacer el amor con ella
fue como hacerlo con una diosa.
Ella se acababa de casar, he ahí el pecado;
aunque no me arrepiento, bendigo ese día,
su nombre aún no lo había mencionado
y cuando lo hice, esto no lo olvido…
el padre me dijo muy sorprendido
que él también la conocía.
Ahora lo tengo frente a mí, me buscó
y es verdad todo lo que aquí les digo,
tantos detalles ese día me pidió
para describirle el pecado aquel,
que ya ven cómo es la vida, ahora es él
quien está confesándose conmigo.
Porque llegó después a desearla,
aunque no quería aceptarlo…
Nunca pudo evitar imaginarla
y que le latiera apresurado el corazón,
conmigo no había secreto de confesión,
pero él tenía que contarlo.
Lloraba de rodillas, muy arrepentido,
yo sólo pensaba en su debilidad humana;
le di mi mano, tranquilo, muy decidido
y pensé en lo irónico de la situación…
el no saber qué hacer al haber una erección
debajo de una sotana.
Original de Álvaro Márquez
Caracas, Venezuela
Derechos reservados
Libro: http://goo.gl/YYLd72
Correo: [email protected]
Twitter: @poreros
Imagen: de Google
- Autor: EROS (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 30 de octubre de 2020 a las 11:49
- Comentario del autor sobre el poema: No estoy de acuerdo con el celibato, un cura debería casarse y formar un hogar.
- Categoría: Reflexión
- Lecturas: 95
- Usuarios favoritos de este poema: Vogelfrei, Haz Ámbar, Luna y Poesía, bonifacio, anbel, David Arthur, alicia perez hernandez
Comentarios4
Muy buena la parabola. Me gusto mucho... Que calidad!
Muchas gracias...
Un relato, si es verdadero como creo que es el tuyo y además construido con excelentes rimas me deja boquiabierto de la excelencia tanto en intimas confesiones como en sus sin limites descripciones.
Un saludo real de admiración
Boni
Disculpa lo tarde hermano, estaba sin luz, como es ahora frecuente en mi país Agradezco tus palabras y las recibo con alegría y humildad, un gran abrazo
"Buena esa"!! Por la confesión y... por los "pecadores". Muy grato leerte, saludos.
Saludos amigo, estaba sin luz, disculpa. ¡Gracias!
Poema genial Álvaro.
Buen sentido de humor amigo.
Un abrazo
David
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