Calacas en Movimiento

Mononokke

Corre la brisa sin rumbo por entre el poblado

no mora nadie en las calles,

ni en los parques, ni en las casas

es un pueblo olvidado que solo el viento traspasa.

 

Quedan solo los árboles apostados en el pueblo,

con sus grandes sombras gráciles

y sus raíces en el suelo;

vigilantes estáticos, silenciosos y sempiternos,

esbozando un lenguaje antiguo

que solo conoce el viento.

 

En las noches los muertos salen y pululan el pueblo

pues allí un día vivieron y allí vivirán muertos;

sufren una maldición muy antigua

conjurada por un anciano decrépito,

que en la plaza fue quemado,

por luciferino y hechicero.

Mientras ardía decía en coro:

“Maldigo a todos los pobladores,

que ninguno encuentre quietud

si en estas tierras se queda

siendo atormentado en vida

y atormentador en muerte,

desgraciada será su suerte,

hasta el fin de los días”.

 

Nadie creyó en un inicio

en los desvaríos de un viejo,

pero quedaron perplejos,

cuando la maldición se hizo efectiva.

 

Embrujado estaba el pueblo

y horrorizado los pobladores,

quienes iniciaron su partida

buscando tierras mejores.

 

Individuo que se acerque

por curioso o por incauto

a aquel pueblo de espantos

encontrará allí la muerte,

rápida e indiferente

a cualquier suplicio o llanto.

 

Condenados a la noche como guardianes eternos

esqueletos engalanados con gusanos por todo el cuerpo,

moradores nocturnos, calacas en movimiento,

una imagen espantosa salida del mismo infierno.

  • Autor: Fernando Diaz (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 4 de noviembre de 2020 a las 14:17
  • Categoría: Gótico
  • Lecturas: 23
  • Usuarios favoritos de este poema: Vogelfrei
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