Pero, ¿y de qué me perdí?
De tu farsa y mis crudas llagas,
de mi inmensurable cariño desbordante.
Me perdí entre tus rosas candentes,
quemado en las frívolas peleas.
Por qué, mi odioso enemigo,
por qué, mi amado mente.
Ahora que recostado lloro,
antes con mi rojizo oro.
Oh, enterrado seas humano amoroso,
enterrado estés con tus mil contradicciones,
prefiriendo los dolores de cien truenos,
que perder una rosa, ¡teñidos aguijones!
- Autor: None ( Offline)
- Publicado: 5 de noviembre de 2020 a las 17:14
- Categoría: Reflexión
- Lecturas: 48
- Usuarios favoritos de este poema: Jesus de los Angeles Valdivieso Alarcon, Haz Ámbar, Vogelfrei
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