Mi cuerpo a palos,
sudoroso y cansado, pegajoso,
lleno de amuletos,
y mis zapatos sudando terremotos...
Pero estoy entero,
aunque tengo el instinto lleno de callos,
y agrietadas mis manos,
a las que arrendo a diario, a bajo precio...
Es el charco del tiempo,
quien me lava, cada herida y cada gesto,
y me refresca el cuerpo,
notando así, el débil palo de cada hueso...
¡Ay, Padre mío!
Qué duro es conseguir el fruto diario,
dímelo Tú ,desde lo más alto,
cuando llego a casa oliendo a barato...
- Autor: el brujo de letziaga (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 6 de noviembre de 2020 a las 03:42
- Categoría: Espiritual
- Lecturas: 47
- Usuarios favoritos de este poema: Vogelfrei, Sinediè, Maria Gomiz Luna
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