Ahorcaste a Lonuestro con la cuerda de TuEgo para evitar que algún día se suicidase sin tu permiso.
Lo estrangulaste hasta los últimos estertores, para después aflojar la soga, volviéndola a tensar cuando apenas respiraba de nuevo. Repetiste una y otra vez esta cruel tortura, convirtiendo a Lonuestro en un cuerpo atormentado, en una sombra martirizada que era antes de conocer a TuEgo.
No me quedaba otra opción. Hoy la he descerrajado un tiro en la cabeza a Lonuestro como a un caballo moribundo que no tiene salvación.
Y entonces TuEgo se ha difrazado de excusas, razones y motivos, para que no sientas ni culpa ni dolor, para sobrevivir sin que te atormente la muerte de Lonuestro.
Pero ámbos sabemos que cuando conozca a Lovuestro, TuEgo se quitará la máscara y de nuevo te susurrará al oído: " mátalo ".
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