Ella, había fraguado en numen abierto el final desenlace de esa cruel venganza en contra de Heriberto de la Cruz, que lo llegaría a matar si se reencuentra en su peor camino y que él mismo le había dejado. No se debe de tentar a la rosa marchita, triste y angustiada, que le hizo sangrar de dolor en aquel espejo mágico, pero, tan ilusorio. Y la rosa le corta los dedos cada vez que ella la atrapa entre sus manos en señal de odio, ira y coraje, sangrado con dolor en el mismo instante. Si Violeta de la Paleta, sólo quería en su vida después de lo susodicho, dos cosas, vengar su honor de mujer dolida y abandonada en el altar y hacer pagar a ése hombre todo el dolor y toda la sangre brotada de sus manos a pulso a pulso y gota a gota, si su delicada postura se inclinó a ser vengativa y duramente agresiva con su vindicta. Cuando en el tiempo, sólo en el ocaso se vió con lluvias desmejorando el tiempo, el cielo y más el estado de ánimo de la muchacha. Cuando en el ocaso se llenó de lluvia y se dedicó en cuerpo y alma a la vindicta entre ella, Violeta de la Paleta y Heriberto de la Cruz. Lo persiguió y lo arrastró hacia una cruel vindicta, lo emboscó y lo atemorizó con una daga penetrante y muy filosa y casi lo ataca en el callejón solitario y solo y abandonado como ella cuando él, Heriberto de la Cruz, la dejó abandonada en pleno altar de casi una ceremonia nupcial concretada. Cuando en el paraíso se hizo como el haber sido expulsada de ello, cuando en el tiempo, sólo entre las horas perdidas se dedicó en cuerpo y alma a fraguar imaginativamente una vindicta. Y lo tomó por el brazo y lo llevó al callejón cuando con una daga filosa lo acechó y lo perpetró más y más, cuando llegó a saber quién era esa vagabunda disfrazada. Él, Heriberto de la Cruz, la identificó por su voz, cuando yá era tarde para sobrevivir, y para vivir en un sólo destino y camino. Y le expresó su secreto de por qué la dejó abandonada en pleno altar nupcial, cuando ella se iba a casar con él. Cuando en el tiempo, sólo en el tiempo, se llenó de bondad fría y de temores inciertos, de razón perdida y de locura atrayente, pasando de vida a muerte, de felicidad a infelicidad, de bondades a iras, y de razón a locura, y de sanación a una herida profunda, y delicada se vió como lo vagabundo, y lo pordiosero, y lo sucio y lo apestoso. Y lo tomó por el cuello delicadamente, lo tomó con sus manos y con una letal y mortal daga que en el filo se reflejó su rostro con miedo y temor. Y le dijo más, que él cuando se iba a casar con su primera novia, ella, le dijo que -“no”-, en pleno altar y que no se iba a casar con él, que por esa índole le dió con hacer lo mismo, y abandonarla en medio del altar. Ella, Violeta de la Paleta, se fue de allí, dejó el tiempo, el ocaso frío, y la lluvia caer entre sus ojos de dolor. Cuando se perfiló el desastre mal vivido de atraer lo maligno y lo pernicioso a su corta vida, pero, llena de malas y buenas vivencias. Y se fue llorando, disfrazada de vagabundo y con una mortal daga, la cual, no le funcionó, y para nada. Cuando en el tiempo, sólo en el ocaso se llenó de lluvia y de adyacente perecer cuando se volvió perecedera, perdida y con una herida subyugada al mismo tiempo. Cuando en el ocaso se enfrió en el tiempo, y por una manera cruel, de ver la venganza en manos de un frío atemorizante, tenebroso e impetuoso. Y se fue de allí entendiendo con una corta explicación, pero, muy clara y contundente. Cuando llegó a su casa, se vió en el espejo con la rosa maldita y marchita, y sangró de dolor, llorando y con temor de encerrar el alma en esa rosa o en cada rosa que veían sus ojos. Cuando en el imperio se enfrió el deseo, y el más tenue los pocos instantes, cuando en el ocaso se vió el reflejo en aquel cristal como en aquel espejo en que ella, Violeta de la Paleta, se veía con miedos de entregar el cuerpo y el alma y más su terrible dolor en aquel espejo donde ella se vé. Cuando se dice que hasta el relámpago cayó en su cabeza, y más se armó de valor en inventar otra vindicta, y todo porque la primera cayó en un total fracaso. Cuando en el ocaso se vió un altercado entre el alma y su cabeza, sólo pensando en el mal y en fraguar una cruel vindicta en que se dejó de amar cosechando siempre el odio en su interior y más en su piel la ira. Cuando en el altercado entre su piel y su cabeza hasta su mirar debió de creer en el tiempo, sin un ocaso inerte y frío con esa lluvia que dejó caer como las lágrimas en su rostro. Cuando hechizó su forma de mirarse en el espejo. Y se debió de alterar su forma de verse en el espejo, y más con la rosa prendida y marchita por ella misma, en que el calor se convirtió en un gélido viento sobre la piel. Cuando el viento edificó más la cobarde mala acción de Heriberto de la Cruz sobre aquel altar en la eucaristía de aquella pequeña iglesia del pueblo. Cuando en el albergue de su cometido se electrizó más su forma de atraer las luces veraniegas de un total verano, en que se guardó el tiempo, el ocaso y más la desavenencia autómata de creer en el dolor. Cuando en el pasaje yá vivido, se autoproclamó el mal desenlace de ver el siniestro cálido en un frío atemorizante de espantos nocturnos. Cuando en el ocaso se aferró al desierto y al numen inventivo de creer en el desierto imaginativo, de sentir el silencio en cada roce del cuerpo y más de la piel misma. Cuando en el ocaso dió lo que nunca un flavo color, y un altercado entre los dos colores entre el carmín y el escarlata, desnudando al rojo color de la rosa. Y ella, Violeta de la Paleta, sólo debió aferrar a su corazón o aprisionar a sus deseos más cálidos en una eterna maldición y una cruel vindicta. Cuando de pronto le llegó el temor como buscando una sonrisa triste y maldecida y sarcástica, que dentro del cometido se identificó de lleno y de una eterna salvación en cuanto el deseo se cumpliría cuando su vindicta sea tan eficaz. Como el haber sido autómata en creer que su perdición fue y será como el haber sido capaz de traer en el verano unas luces nuevas por creer en el mal desenlace de un final tan triste. Cuando en el despecho de ella, de Violeta de la Paleta, debió de ser tan pálido como el haber sido gélido lo que sentía y lo que más percibió. Cuando su adyacente penuria cayó en redención con una magia tan trascendental en que sólo ella lo percibía. Cuando en el desierto se enfrió la fría imaginación y fraguó todo desde cómo obtener una persecución hasta hacer que lo tuviera entre sus manos, o como haber caído entre sus manos. Cuando en el desenlace o por haber dado por terminado el amor se convirtió en un mal desamor, cuando él, Heriberto de la Cruz, expresó todo y del por qué no se casó con Violeta de la Paleta. Cuando en el albergue autómatas de saber que el silencio llenó su corta vida de dolor y por una rosa prendida o marchita que le hizo sangrar cuando ella se miró en el espejo. Cuando ella se sintió como un sol de verano en la piel, cuando se identificó más la osadía, de ver y de sentir el suave y corredizo tiempo en la misma piel. Después de todo ésto pasaron un lustro de otoños, pero, no sin antes hacer de su vindicta real y verdadera y tan contundente como la misma impoluta verdad. Cuando en la fría conmiseración de percibir el destino o el camino se ofreció lo que más maldijo en la senda llena de pasiones tan frívolas como el mismo latir del corazón tan solitario. Cuando ella, Violeta de la Paleta, creció como leona al defender su cría dentro del mismo ambiente y de creer en el desenlace cuando en el mañana se dió como permanecer en el amor puro e inocente en querer volver a amar. Cuando en el final se dió como el haber sido tan espantoso ni tan terrible como el haber derrumbado el cielo en el suelo. Cuando en el rencor se le advirtió un desprecio total, cuando en el paraíso se le edificó totalmente de nuevo un desastre cuando él la abandonó lejos, deseando amar quedó el aire y el viento en la misma piel. Cuando en el destino o en el camino se llevó una vil sorpresa si cuando se vió el color del rojo entre sus dedos y en sus manos cayó en redención y con todo vestido de novia dejó un color trascendental hacia un nuevo comienzo y fue perpetrar una vil venganza que le dejó una marca en su vida y fue el dolor de haber sentido en la misma insinuación de la vil venganza, cuando en el ámbito se volcó un destino y un camino tan frío como el haber dejado al amor en el camino. Cuando tramó otra vindicta más factible y más eficaz cuando en la certeza de un amor en el altar se ofreció un mal y sin poder sanar la herida más dolorosa. Cuando ella, Violeta de la Paleta, se le dió una idea fraguando en la más delicada de las formas y de la forma más real del momento. Cuando a ella le llegó lo que nunca, un pasaje mal vivido, cuando en el trance se le dió como la forma más terrible en el alma, cuando en el alma se le ofreció lo que nunca. Cuando en el combate de inventar lo que nunca se vivió con un mal infundado de una vindicta tenue y tan opaca, como la luz en los ojos cuando ella se miró al espejo con aquella rosa sangrando entre sus manos. Cuando se dedicó en una terrible forma y tan adyacente de crear en su mente una posible venganza en contra de aquel hombre que la abandonó frente a aquel altar y frente el efigie del Cristo. Cuando su esencia se electrizó la forma más cruda en saber que el destino es el camino más infructuoso de saber que la venganza era y será lo primordial para aquel amor en el suelo de aquel altar. Cuando en la esencia perfuma todo aquello cuando en el amor se quedó como un fracaso de aquel amor en el suelo mismo. Y fue la misma rosa aquella que le ofreció un perfume y un sólo sabor de sangre entre sus manos dejando estéril el corazón y sangrando de dolor, si sólo el deseo fue funesto como aquella rosa en que el jardín se cosechó como el más de los bellos jardines. Y fue Violeta de la Paleta, la que un día fue amada falsamente y abandonada entre aquella eucaristía en el altar de una iglesia, al cual, iba a celebrarse la unión perfecta entre dos seres que sí se amaban. Cuando en el deseo, se electrizó la forma más perfecta de un silencio autónomo de creer en el instante en que se dió la forma de creer en el instinto más caprichoso, cuando el alma se le ofreció una luz devastada y desolada cuando en el frío se siente como el alma sin luz. Cuando en el aire fue un sólo sentido y tan prohibido como el haber dado con el sol en la alborada si se fue con el ocaso frío en una tarde por haber pensado mucho en una cruel vindicta.
Y lo persiguió dando vueltas en el mismo callejón, cuando con la daga letal lo emboscó como a las rosas rojas lleno del jardín de la sangre de su corazón. Y se miró, otra vez, en el espejo, y con la rosa roja entre sus manos fraguó todo. Y después de un lustro de otoños, se enamoró, otra vez, Violeta de la Paleta y su amor fue y siempre será Heriberto de la Cruz, cuando a ella, un día, le propuso matrimonio. Y ella, lo aceptó dejando estéril el corazón y sin latidos, y por eso es que le ocurre todo y más, cuando ella murió de la emoción. Y Violeta de la Paleta, quedó con la rosa siempre entre sus manos y mirando por siempre su rostro en el espejo.
FIN
- Autor: EMYZAG (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 8 de noviembre de 2020 a las 00:04
- Comentario del autor sobre el poema: La novela trata de Violeta que le deja Heriberto en el altar, y desde que le propuso matrimonio, la muchacha muere de emoción por el compromiso y nada ocurre desde que se compromete. Y la rosa es como un símbolo de dolor, que ella se mira en el espejo y sangra de dolor con sus espinas. Mi novela #21 del año 2020.
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 25
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