Pechos calcinados, robles centenarios,
visitando las angustias reducidas de los
antiguos cementerios, donde rehuíamos
los ataúdes y los féretros, poníamos cara
a los muertos, luciendo nuestros perfiles
en el lado opuesto, ribera u orilla contraria.
Oh visitadores de tumbas, colmeneros de
la rabia sin avispas ni confusión de obreros,
fábricas abandonadas en una intemperie de ruidos
y de escasez. Pero en la noche, yo te oigo, vencejo,
autillo, austero ojo capaz de vivir en lo angosto
de tu tamaño repetido. Vivo, sí, por esas sagradas
rendijas, donde te ocultas, oh fábrica indolente
que saludas al viento, caracol vaciado y muerto!
Pechos quemados, sol abrasador de antiguas resonancias.
©
- Autor: Ben-. ( Offline)
- Publicado: 11 de noviembre de 2020 a las 00:41
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 26
- Usuarios favoritos de este poema: Vogelfrei, Jorge Horacio Richino, Lualpri, Mily H.V
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