Las pesadillas no terminan, mi mente obnubilada por la bruma de terribles confesiones,
de sombras de aquellos que me torturaban día y noche no cesan. Meso mis cabellos con desesperación,
golpeo mi cara con mis puños, no quiero ser yo, ya no puedo con tantos pecados en mi espalda.
Los tranquilizantes me adormecen, pero no borran el horror de lo vivido, el recuerdo de las lágrimas de
aquellos a quien amo que queman terriblemente mi agotado corazón.
Recuerdo mis largas noches de insomnio, a la expectativa por si a alguno de esos demonios se les ocurría
visitar mi cama o la de alguno de mis hermanos. Escuchaba el llanto de una perrita de vez en cuando que
me ponía la piel chinita de imaginar el dolor por el que estaba pasando en manos de estos pervertidos. Perdí
mi inocencia muy pronto, cuando alguna de esas noches alguien me tomó a la fuerza cuando era apenas una
criatura. Mis recuerdos entonces fueron bloqueados por el intenso dolor y el miedo a expresar lo sucedido.
A los niños nadie nos cree, tan sólo somos recipientes para tirar su veneno y su basura. Sólo somos hilachas
en los cuales pueden restregar sus asquerosos genitales. De adulta la culpa me ha perseguido, me ha hecho
sentir un objeto devaluado, una rama caída que se ha secado en algún árbol. He vivido al filo del peligro, no
puedo funcionar si no utilizo antidepresivos y tranquilizantes, es desesperante quisiera golpear mi cabeza contra
la pared hasta que explote, pero tengo hijos a los cuales no podría lastimar con mis acciones. Mejor callo, de nuevo.
Mi corazón está angustiado, estoy inquieta por ellos porque sé que han sufrido mucho por mi trastorno emocional
y porque los he expuesto a pasar por situaciones semejantes a la que yo viví. No me explico porqué lo hice, porqué
olvidé y los aventé a las garras de los leones. Esta culpa me está matando, si bien no pasaron por todo el dolor con
el cual yo fui afligida, si fueron elegidos por los monstruos para torturarlos cuando yo los dejaba para ir a trabajar.
Mi corazón está resquebrajado y sangrante, lleno de odio que quema mis entrañas, no sé como seguir viviendo.
- Autor: Margarita Isaias (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 24 de noviembre de 2020 a las 05:25
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 63
- Usuarios favoritos de este poema: Lualpri, Classman
Comentarios3
Escucha a tus hijos, no eches en saco roto sus palabras.
Saludos!!
Es un milagro sobrevivir a tan ignorante crueldad tú lo has conseguido. Saludos valiente
Hasta ahora y dando tumbos pero aqui estoy. Saludos Antonio.
El amor de madre se impone ante cualquier estado de depresión u obsesión.
pero todo ello causado por depredadores que llegan al poder.
Muy bueno
Con cariño
JAVIER
Asi es Javier, el amor de los hijos es la fuerza que nos ayuda a levantarnos cada mañana. Gracias por tu comentario. Un abrazo.
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