**~Novela Corta - Tiempo en el Reloj - Parte I~**

Zoraya M. Rodríguez

Amó intensamente a un hombre, el cual, la llevó hacia el cielo, buscando volar con alas mágicas del amor y de la pasión. Sólo se vió aferrada a su recuerdo y al destino frío del ímpetu, hacia el frío camino. Y creyó que él regresaría y que la volvería a amar. Y calló lo que quiso a un amor en la sola espera. Y ella, Yelena del Pozo se fue sin rumbo ni dirección hacia el frío del ocaso muerto. Cuando en el imperio se electrizó la forma más atrayente de creer en el desierto mágico, y en el tiempo sin reloj, se decía ella, Yelena del Pozo. Cuando en el imperio del reloj, se formó una contienda de esperar a su verdadero y único amor, pero, el cual, nunca regresó ni volvió. Se dijo que hasta el mal ánimo y mal humor regresó a su vida, pues, esperó por el suburbio dentro del ocaso frío fuera como el mal infundado. Si dentro del fulgor del ocaso y de ese sol siniestro se debatía una sola espera de lo tan inesperado por el amor de ella, de Yelena del Pozo, por ese amor en que ella creía que fue y que era verdadero, pero, no. Cuando se identificó la forma más efectiva de sentir el amor en el mismo corazón. Si ella, Yelena del Pozo, se dió lo más efímero de la cobardía, de creer en el mismo imperio en saber que sus ojos se electrizó su forma más perenne en creer en el amor en la espera y tan inesperado, de ver el cielo como el mismo límite o como el mismo horizonte entre el mar y el cielo. Y sí, que lo esperaba, pues, su amor creció más y más, cuando ella Yelena del Pozo, esperaba su amor inesperado. Cuando en el tiempo en el reloj, se dedicó en ser a conciencia a esperar y a esperar. Cuando en el mosaico de la vida, quedó un rompecabezas dentro del mismo dolor de cabezas por pensar en él, en Augusto de la Roca. Si en el ocaso frío se sintió como el mismo desierto buscando a su propio imperio, pero, no, no lo buscó ni lo halló. Si se hirió de forma imprudente, lo que conlleva una sutil sustracción, cuando se enfrió el desierto mágico, y en el alma una verdad tan cierta e impoluta. Si se dió como el frío en verano y ella siempre a la espera de ese amor inesperado, cuando en el imperio se dió como el mismo ocaso. Cuando en el mismo abismo por esperar lo inesperado de ese amor se vió herida, compungida y sin más vida que la que tenía. Cuando el tiempo en el reloj se vió marcando las horas inexistentes, pero, tan dañinas como la misma herida profunda en el alma y más en el corazón. Cuando en el aire puro se dió un frío altercado entre el amor y la razón esperando el mismo amor en el tiempo herido. Cuando Yelena del Pozo en el combate de ir y de venir se electrizó la forma y la penumbra en sombras de aquel sol. Cuando en el interior se dió una pelea enfrascada en poder abrir el imperio en los propios ojos. Cuando en el ocaso se enfrió el tiempo nefasto en poder creer en el desierto mágico en que el llanto se vino en lágrimas de seda como cristales transparentes que le hacían en más pedazos la vida. Y Augusto de la Roca, se dedicó en cuerpo y alma en superar el dolor, en no volver a pensar en él, ni en la desgracia que le impuso y que le dejó la vida misma. Si en el mal humor de la vida misma se ofendió más que el mismo pasaje vivido. Cuando se intensificó la lluvia en derredor, cuando en la alborada se electrizó más el frío invierno. Cuando en el ocaso, se vió reflejado el ir y venir de un sólo tiempo. Cuando en jactar el abismo por la espera de esperar lo inesperado a ese amor que se perdió como el sol por el oeste. Cuando llegó la luna en una noche clandestina como huir del deseo y del amor quedará como el cruel abismo en creer en el pensar e imaginativo en el invento de querer volver y regresar. Cuando en el siniestro o en el cálido tiempo se dió como el silbido en el oído del cantar del zumbador, si lo escuchó ella, Yelena del Pozo, cuando en el tiempo se dió como el néctar de una flor o como una abeja en ella. Y fue por donde se vá el destino hacia el mismo impar camino o un carril que vá en lo contrario. Cuando en la espera tan inesperada fue como la calma en una tormenta, como la lluvia con sol, y como el destino un frío camino. Cuando en la adyacente y cruda realidad se vió atemorizada de espantos, y de besos nocturnos, la cual, la vida no dió ni ofreció. Permaneció triste y desolada esperando siempre a su amor Augusto de la Roca. Cuando de repente, se vió alterada e inestable, como el mismo pozo en que baja el torrente de aguas buenas como la misma salvación. Y se ofreció como el tiempo en el reloj, buscando una sola alternativa, pero, soslayando con la poca lluvia que caía desde el cielo, en el mismo cielo en que se veía el sol o la luna y que él, también, lo sentía en la piel y más entre los ojos. Cuando en el tiempo, sólo en el ocaso se sintió como el mismo descenso, cuando en el tiempo, sólo en el tiempo, se vió como el reloj perdido entre las horas inertes de un sólo tiempo en que Augusto de la Roca no regresó jamás ni volvió por el amor de Yelena del Pozo. No la amó como ella a él, cuando Yelena del Pozo, quiso encontrar el amor de Augusto de la Roca, cuando el amor se ofreció en el mismo corazón, si en el alma, se dió como el mismo desenlace final de amar lo que más amó ella, pero, no él. Si Yelena del Pozo, sólo quiso aferrarse al mal recuerdo, y al mal final de llevar un amor en el alma y más en el corazón sólo si amó intensamente. Bajó cerro abajo y caminó en su habitación cuando su interior sintió el dolor inconsecuente y sin más con conciencia. Pensó y analizó todo, cuando en el tiempo, sólo en el desenlace final se sintió como tan suave el destino y frío el camino desafiando el camino inerte. Cuando en el camino se sintió tan suave como el mismo dilema o desliz en el corazón. Y sí, se fue, Augusto de la Roca, hacia un nuevo e inconcluso mañana, cuando se fue y dejó el amor a la mala intemperie. Cuando en el instinto se dedicó en hacer del amor un sólo tiempo, como el tiempo en el reloj sin horas ganadas sino perdidas como el mismo instinto. Cuando hizo del amor, un sólo mal deseo, cuando imaginó lo peor. Que Augusto de la Roca, se había ido lejos y todo, y que la había abandonado, porque ella no se bañaba. Descartó la mala idea, cuando olfateó su perfume favorito a primaveras. Cuando  ofreció un desierto de soledades pensando sólo en Augusto de la Roca, imaginando su regreso hacia los brazos de la señorita. Y la jovenzuela sólo pensó en descifrar su cometido de ver el cielo de azul y no de gris. Cuando sólo imaginó que llegara a ella, Augusto de la Roca, cuando su amor perfiló un desastre, de ver el cielo en verdad de creer en el corazón aún amando. Cuando en el coraje de la vida, se sintió como poder creer en toda razón sin poder llegar a la locura en tortura. Y todo porque él la mantenía con razón y con una cordura terriblemente verdadera y de que regresaría sólo ella lo esperaba como quien espera en el altar por su novia más amada. Sí, era ella, Yelena del Pozo, la espera se convirtió en demasiada vil irremediable de creer que el amor era a todo favor inocuo. Cuando ella, en el pasaje vivido se dió la forma en creer en el desierto mágico de ver la luz de luna en el mismo cielo en que compartió su momento con Augusto de la Roca, pero, no sólo era imaginación e invento tan trascendental, sin ser inevitablemente numen o falsedad en verdad. Cuando en el desenfreno total de su mente, se sintió y se electrizó toda la piel, dentro de ese interior buscando un tiempo en que el desafío se vió como el final y no como el principio de una buena y mágica relación entre Augusto de la Roca y Yelena del Pozo. Si, Yelena del Pozo, se enfrió la manera total de sentir el silencio, entre su vida y más entre sus labios. Cuando en el instinto se volcó como un veneno entre las venas, y se sintió tan áspero como la hiel en la boca. Y llegó el ocaso frío, e inerte desafío cuando en el alma se identificó como la fuerza adyacente en el alma pura devastada por un imperio tan álgido, como gélido es el hielo. Y ella, Yelena del Pozo, sólo pensando e imaginando lo que más pasó, si en el viento sólo se sintió como la misma fortaleza en que el aire era tan suave como la misma naturaleza. Cuando en el capricho de la vida misma, se hizo como el mismo el paraíso, sintiendo lo suave del destino en caprichos exóticos, cuando en la alborada se pintó y se dibujó como el mismo comenzar.    

Continuará………………………………………………………………………………………...                  

  • Autor: EMYZAG (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 10 de diciembre de 2020 a las 00:15
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 16
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