**~Novela Corta - Estancia en Navidad - Parte II~**

Zoraya M. Rodríguez

Dak, se halla nervioso, impetuoso, y hasta muy triste, pues, su psicología le amerita ayuda, pero, él, en su iniquidad no la busca ni la quiere. Dak, se sentía muy mal, después de celebrar en su hogar la noche buena. Se sintió herido, compungido, desolado y triste y culpable de un delito. ¿Pero, era él, culpable realmente o era un prófugo de la justicia?, su mente no lo deja pensar adecuadamente, ni actuar correctamente, sólo su psicología no lo deja pensar debidamente. Dak, un buen muchacho, pero, un psicópata diestro y hábil en lo que creía en ser y en su iniquidad quiso ser un mal hombre cuando le propinó un machetazo a su vecino dejándolo inconsciente en el suelo y después enterrándolo en el patio posterior de su residencia. Cuando en su corazón se debió de automatizar la razón, y la verdad, de que la rencilla entre los dos vecinos se hacía más insoportable como aquella tarde del medio día. Cuando en el ocaso se dió la más mentira verdad de que su vecino no se hallaba en su hogar, si todo el mundo le preguntó a Dak, acerca de su otro vecino, y Dak cayó en el octavo mandamiento de no mentirás, y sí, si cayó como un reo podrido mintiendo en el acto. Cuando se deshizo de las preguntas y más del interrogatorio persistente e insistente de sus vecinos acerca de su vecino más cercano. Y Enriqueta desde el balcón observando todo desde una cruel, cínica y mentirosa despectiva muerta. A Enriqueta le dolía todo eso, y más, le dolía como un pasaje mal vivido, de haber regresado a esa residencia a descubrir algo tan tenebroso, como la muerte de un vecino por su hermano Dak en su residencia en Oriyino. Se debatía entre dos cosas, entre ser un psicópata y en ser el hermano Dak de Enriqueta. Se iba su ser como un desastre de esos en que el cielo se vestía de tormenta y de un cielo devastado en tempestad. Cuando el alma se reía de él mismo, cuando en su pobre corazón, se debatía la espera de la vida misma. Si en el alma se esperaba lo inesperado, lo sobrio y lo ebrio también, pero, él era un psicópata diestro sin ebriedad tenía que estar sobrio para poder pensar en el próximo acto en seguir ocultando una verdad que yá se sabía. Si dentro del paisaje se vió un hogar muy bonito y tan excelente en su cometido que no se pudo creer que allí hubo y se hizo lo peor: un asesinato. Si Enriqueta sabía de todo, y no decía nada. Yá lleva el tercer día junto a su hermano Dak, en esa residencia donde hubo un vil asesinato donde él, Dak, le propina un machetazo a su vecino por una cruel rencilla entre ambos. Y Dak, sólo su psicología avanzada tan fiel como el perro a su amo, si sólo su pensamiento iba y venía, imaginando la verdad y expresando la mentira acerca de su vecino. Si la mentira era mejor que la pura verdad que es tan impoluta, cuando iba y venía en recoger algunas cosas en ese jardín, cuando lo velaba y lo celaba más que a su propio instinto tan inerte y tan adverso como poder expresar una sola verdad. Cuando en el instante debió de sentir el silencio y a viva voz de que era un asesino diestro y tan hábil como un mismo profesional. Si se debió de atrever a desafiar su forma de ver la vida, y de atraer como imán a su víctima enterrado en el patio trasero de su hogar. Y su vecino fue y será el mismo óbito que le enredó su vida y más a su pobre desenlace, cuando en el suburbio de la manera de ver el trágico final fue tan letal y como tan mortal la herida tan profunda del óbito enterrado. Y Dak, sólo se vió aterrado, solo y abatido, en contra de un sólo desafío en que el siniestro cálido se vió como el mismo cinismo dentro del interior de Enriqueta. Y Enriqueta sola, y en soledad y en una fría desolación, se debió de mirar en el espejo donde se cuece el frío y el álgido cielo en contra de la fría voluntad de Dak. Si en el aire se ofreció un olor hediondo y no precisamente era del muerto enterrado, sino de él mismo, de Dak, donde se percibía ese olor y era que el miedo y el terror mató a Dak, en ese mismo instante en que él se olió a su propio olor tan fatídico. Cuando en el silencio se debió de oler lo que más le ocurrió un olor tan hediondo. Cuando el amor de Enriqueta era grande por saber su destino entre ambos hermanos. Si al final solo se sintió como luna o como el mismo sol dejando sólo luz en el camino. Descifrando un solo cometa de luz en el tiempo, cuando en el ocaso él, Dak, vuelve a pensar y descifrar la incógnita de una verdad tan absoluta que él, solo él mismo sabía. Cuando en el camino soslayó la verdad más cierta en creer que el destino es, fue y será como todo un sol de testigo, si en la certeza se dió un mal desafío en creer en el universo oscuro, y tan sobrio como la misma muerte. Si junto al vino y al pan, probó lo que quedó desnudó el tiempo en cada palabra cuando en el desierto junto al imperio de la soledad sólo descubrió lo incierto y fue el temor de ser entregado a la autoridad como un fugitivo de la ley. 

 

Continuará………………………………………………………………………………………...    

 

  • Autor: EMYZAG (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 15 de diciembre de 2020 a las 00:03
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 46
  • Usuarios favoritos de este poema: javier Juarez 🍷
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