EN LA BATALLA DE BORODINO
Habían llegado al mismo tiempo el ejército ruso y el de Napoleón sobre un pasto un tanto mustio y con algo de polvo, pero regado de forma continua por frecuentes manantiales. Y habían dormido aquella noche dentro de las tiendas de campaña, por lo que ya estaban allí muy tremprano con sus armas a punto, con sus hogueras, sobre un panorama surtido de colinas y de hondonadas.
Era un día de sol alegre y decidido,
omnipresente, no tenía que romper las nubes,
y de una brisa tibia, un tanto húmeda,
que ascendía por la ladera
hasta alcanzar la posición de los franceses.
Era un aire no contaminado, de los de entonces,
con una brisa ligera que empujaba
las manos y las caras de los soldados,
muy delgada y nada hiriente.
Y algunos regueros que cruzaban el tapiz verde de hierba
sobre el que se asentaban los espantosos cañones.
Resplandecieron al fondo algunos grupos de árboles
que no llegaban a bosque,
una vez se hubo disuelto la niebla de la mañana.
Los soldados se miraron a los ojos un momento,
frente a frente, poco antes de calar las bayonetas,
con el pulso acelerado y con los ojos saltones.
Despiertos por la evidencia de una descomunal encerrona.
Nada que temer por el lado del viento, de la atmófera,
ni vendaval ni borrasca,
sino más bien lo contrario,
plenitud y calma chicha;
un calorcillo de los últimos días de verano
bajo aquel cielo sin nubes.
Tal vez, si acaso, una nube rojiza
que a lo lejos se veía
iba a crecer, y a pasar
al gris oscuro, al casi negro
hacia mitad de la tarde.
Gaspar Jover Polo
- Autor: gaspar jover polo ( Offline)
- Publicado: 24 de diciembre de 2020 a las 14:15
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 29
Para poder comentar y calificar este poema, debes estar registrad@. Regístrate aquí o si ya estás registrad@, logueate aquí.