Hay días difíciles en los que el cielo alumbra y las nubes tienen formas esperanzadoras que no se reflejan en mi vida. Hay días difíciles donde el cuerpo pesa y me caigo de la cúspide de mi alma al subsuelo del infierno. Hay días malos, más malos que los malos, en los que llorar no surge, ni sirve, ni calma. Hay momentos donde las lágrimas no nos dan calma porque descubrimos que podemos caer más bajo y sufrir más hondo. Llorar ya no aliviana porque hemos llorado tanto y el peso pesa igual…y nos toca rendirnos al dolor y vivir lo invivible y sufrir lo insufrible y ver como la extensión del mal nunca se acaba.
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