Sí, padre: este hueso,
que ha tocado con fuego,
de alba furiosa y gasógeno,
en diagonal prodigio, tus manos.
Que, de repente, se han vestido,
de álamo y celeste, con varias
primaveras encima, para acompañarme.
Tan niño en la mirada, con los ojos
enfrente, quieren tocarte, la buena gente.
Risueño y frecuente, locuaz y elocuente,
con los gestos, de pocas palabras y verbos.
En cambio, pocos, malos, arribistas,
con un número efímero, oscuro, sobre
su eterna frente marchita, vespertinamente,
andan descalzos, azufre y cal y amianto.
Asfalto, sombra, agua, nada.
Sí, padre: fíjate en los olivares, cómo han
crecido, sobre tu vientre, sobre tu abdomen,
limpiamente-.
©
- Autor: Ben-. ( Offline)
- Publicado: 3 de enero de 2021 a las 01:20
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 37
- Usuarios favoritos de este poema: alicia perez hernandez, Jorge Horacio Richino, Lualpri, Tania Maria
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