Yo fui lo que fui.
Las zarzas incólumes,
depositadas sobre cumbres
iracundas, la blasfemia de
un cuerpo sin nación, en la captura
de los días, llama azul y vespertina.
Acaso un grito. Hostil o flamígero,
lleno y corpulento. Hombros
que se alejan para ofrecer su lamento
en sangre. Ceniza invariable que ejecuta
simas o sombras o nada. Lascivo ornamental
de grandes sótanos conquistado.
Fui, légamo, sonido, equivalencia;
torpeza de rosas en los injertos estacionales.
Broma de los astros que concretan su sepulcro.
Rezo sin operaciones, mayúscula inicial
de llanto humilde, y ese rastro que enerva
las lágrimas hasta el hastío, parada abandonada.
Asolé la dinámica de los pies, rescaté silencios,
olvidé rosales insaciables, esos besos de intervalo,
en las aguas tranquilas del bautizo.
Mi boca fue puente para la humedad, lenitivo
de vocales insertado, consonante para una patria
desvencijada, mi boca, sí, humareda de los grandes
y apagados vertederos.
Fui de los rezos hacia el solsticio,
adepto de uñas irreductibles, invencible
en lo apartado del bosque, mar
que oscurece y languidece
labios o vidas.
©
- Autor: Ben-. ( Offline)
- Publicado: 12 de enero de 2021 a las 13:19
- Categoría: Espiritual
- Lecturas: 45
- Usuarios favoritos de este poema: Haz Ámbar, Jorge Horacio Richino, alicia perez hernandez, Lualpri
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