Aunque calladas montañas me engendraron
Engendro vil me llamaron.
Me acusan; por mi torpe escritura.
Dechado defectuoso, falsa criatura.
Por mis ovaciones y escritos me enfrentaron.
Y mi lúgubre piel de huraño azotaron.
Las palabras en mi cuenca cabeza.
Se derraman todas,tal vez por mi nobleza.
Aun, cuanto en mi esfuerzo,conocimiento siembro;
Soy el bufón del pueblo, cuando hablo tiemblo.
Cuando respiro muchas ofensas en mi alma.
Profanos pensamientos de atestada intemperancia,
Las expiro todas con oraciones, que las vuelven llama.
¿No comprendo?... Por más que lo pienso…
Si mis feraces manos; vierten florecidos versos.
¿Por qué mis oídos recogen al inverso;
Dechados de maldad de los inconversos,
Profanas palabras trasuntas del perverso.
¿Quién somete el viento?...
¿Acoge, desvanece sin aliento?...
Si es mi Dios sabio y clemente;
El que puebla en suave murmullo silente.
Nuevas palabras en mi candorosa mente.
No soy poeta,menos aclamado.
Pero analfabeto soy llamado.
Prefiero los fríos postreros asientos.
Evito la gloria, y altivos pensamientos.
No soy letrado menos ilustrado.
Pero como ufano ser maltratado.
Ahora me he marchado, donde Dios se recrea;
En sus mansos escritos, aunque nadie lo crea.
Donde nunca existirá, un dechado de tristezas.
En el cual nace el todo y se inspiran certezas.
Él no me ofrece oro, pero me lleva por un camino seguro
Disfruto el Paladear de su gloria. Gozo del verdadero brillo
Con él es lavada mi alma del amargo, umbroso veneno.
Disfrutaré el paraíso, del asombroso jardín eterno.
- Autor: Sierdi (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 15 de enero de 2021 a las 07:47
- Categoría: Reflexión
- Lecturas: 12
- Usuarios favoritos de este poema: Jorge Horacio Richino
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