Cuando era yo, Julia, la que pulía los diamantes en bruto, la que apenas sospechaba de que se me venía la tierra encima y más sobre mi cuerpo y más sobre mi piel, y sin dejar ver con mis ojos cerrados hacia la tierra que me cubría, si sólo yo pensé lo peor: en morir. Cuando en el suburbio de lo acontecido se me vino el alma encima cubriéndose del frío con mi temor y con el miedo a morir bajo tierra. El oxígeno se me acababa, ya la tierra socavaba muy dentro en mi propia alma dejando sentir el silencio mortal que me ahogaba más. Cuando en el ocaso ya se marchaba lejos dejando en el cielo a la noche más fría de mi vida, cuando en el destino se me vino abajo. Si en el camino bajo tierra me enterraba más y más, si yo movía mi cuerpo hacia una nueva dimensión corporal. Cuando esa voz, me confesó todo, y le pregunté más, y me respondió quién debió de haber entrado a mi hogar para hurtar mis diamantes, si era yo Julia, la que pulía los diamantes. Y le pregunté, -“¿quién?”-, y me dijo -“el dueño de la mina es un avaro como todos los mineros”-. -“Y que quería más, tu vida como mujer, le gustaste cuando te vió por primera vez”-. Y prosiguieron a hablar, pero, un alud de tierra les tapó más la boca. Y quedaron callados un buen rato. Cuando escuchamos una voz el altoparlante de que estaban haciendo lo imposible para sacar de allí. Y quedó todo como un buen socorro cuando el auxilio llegó, y mis pensamientos quedaron claros, quedaron como un buen empuje hacia la dimensión más alta de la vida, y quedó mi cuerpo bajo el alud de tierra, cuando en la imposibilidad de creer en aquel desierto me dió con llorar, y más la tierra se me pegó en los ojos y no podía ver nada, pues, era de la tierra como un gusano buscando siempre la salida. Y mis sentimientos comenzaron aflorar en el supuesto vaivén de la misma tierra, cuando en el suburbio automatizado de la espera mi cuerpo yacía inerte, álgido e inmóvil. Mis manos abriendo un resquicio en la tierra entre mi boca y mis ojos. Y poder respirar y oxigenar mi nariz y más mis propios pulmones y poder sobrevivir. Cuando en el combate frío me entristeció todo, pues, en el delirio de perder todo me dió fuerzas y fortalezas lo que todo trabajé para nada, para que me hurtaran lo que me pertenecía a mí. Y sólo yo me fui del tiempo, delirando de fiebre y tragando gusanos, que sabían a fértil y feraz tierra, cuando en el tiempo sólo me dió una fuerza en decidir pensar entre el bien o el mal y por continuar pensando así. Si yo era Julia, la que pulía los diamantes en bruto, cuando en mi tiempo sólo quería laborar para tener más riquezas extremas como el goce de mis riquezas y que ahora eran hurtadas y todo por mi propio jefe. El minero que se hallaba a mi continuidad, sólo me dió un recurso para salir de allí y todo por mis diamantes. Cuando, de pronto, escuché nuevamente el altoparlante, cuando dijeron que estábamos muy profundos en donde nos hallábamos. Yo me asusté por todo, por mi labor y por mi suerte y más por todo la labor que había laborado en la mina en Torre Fuga. Cuando en el ir y venir de la mala suerte me había tocado el norte, siempre el norte de la torre. Si yo laboré con demasiadas asperezas, cuando la ambición, la codicia y más la avaricia, se tornó inconscientemente débil y más que eso torpe y lerda y tan tonta como para saber que de allí no salía viva. Si en el desconcierto de mi voz y la del minero que estaba continuo a mi cuerpo, si yo le hablaba para mantenernos despiertos, pues, la torre se nos vino encima como un pastel en que se derrite con el sol, si se destrozó en mi cabeza como un total derrumbe en que sólo yo y él, nos encontrábamos vivos como para contar toda ésta historia viviente y tan real como el verdadero punto negro del diamante en cristal azul. Nos dió con cantar canciones viejas para respirar y saber que permanecemos vivos bajo tanta tierra socavada, inerte, fría y con tanto derrumbe sobre nosotros mismos. Si en el instante en que yo casi moría, yo traté de recordar todo desde una cruel perspectiva de asombro y de realidad cuando en el albergue autónomo de mi corazón me miré y sabía que mi corazón continuaba latiendo fuertemente. -“¡Estaba viva!”-, me dije a mí misma. Cuando esperé toda esa noche tan tediosa, perenne, fría, desolada, inerte y temerosa por nunca más salir ni en volver a ver el sol nuevamente. Y si salía airosa de esa situación juré que encontraría al ladrón de mis diamantes y le haría pagar tal fechoría y que más nunca laborar para una mina extremadamente peligrosa en Torre Fuga ni en ninguna parte del mundo y del pueblo Castillo del Mar. Cuando en el ambiente se tornó desesperadamente frío y tan desnuda de sentimientos y por la honestidad de la pureza de sentir a su alma muy dentro de ese ocaso inerte y tan débil como poder en ser ciertamente débil ante la adversidad y más entre lo que más cuece de delirios fríos el alma. Cuando en el alma me dió muy dentro del interior una suave desarma en saber que mi piel se enredaba de frío, pero, me calentaba de calor por la tierra que me cubría a mí. Cuando en el aire me dió un gran respiro en saber que el delirio enfrío más a mi piel de fríos escalofriantes cuando en el aire sucumbió en un sólo trance, cuando en mi desafío se vió como un altercado efímero entre la vida y la vil muerte. Cuando en el trance me dió la soltura en saber del instinto y tan clandestino como el camino cercado y tan cerrado como el ir y venir lejos deseando abrir la conciencia para pensar e imaginar en la vil suerte o en la mala suerte de creer en la cobarde y tan vil veloz tenacidad en creer en el minero continuo de mí, cuando mi fortuna quedó a la deriva. Si en el desierto me dió como la vez aquella en que me dió como la primera vez que caí rendida por la riqueza en saber que los diamantes era míos y de nadie más. Cuando en el altercado entre las dos razones debí creer que la locura era y será mi eterna razón y sin salvación. Cuando en mi tiempo, sólo en el tiempo, caí rendida ante tantas riquezas extremas y más en la avaricia de mis propios ojos y ya sin la luz, sino con la oscuridad en que me veía yo, y sin la luz del desierto, continúe laborando, pues, el diamante en cristal azul, se me vino encima como riqueza extrema, y en la salvación de tenerlo como piedra preciosa me llenó de una mala situación en que la mala suerte me dió como preámbulo incierto de que el ritmo de la vida me dió la esperanza de ver el cielo como la misma riqueza extrema en saber que el desierto pintaba con la luz del alma y la nitidez del brillo de ese diamante llamado el cristal azul y sin ser pulido, y más por mí. Cuando en el desierto se llenó por una suave y delicada espera y tan inesperada de un mal tiempo en que el destino fue y será como principio, pues, el final no lo ví yo, como preámbulo de un instante en que me dediqué en ser una recolectora en las explotaciones de minerales, cuando yo he sido fiel y leal, como tan desnuda es la honestidad y la honradez, cuando obtuve la paz de la responsabilidad inerte cuando comenzé la laborar en la mina en Torre Fuga, en el pueblo Castillo del Mar. Si era yo, Julia la que pulía el diamante en bruto, cuando en el final de todo lo ocurrido, fue como será, un desierto mágico en contra de la eterna oscuridad en que mis ojos se convirtieron en soledad, desierto y en una fría ansiedad de desolación, álgida como el mismo desastre en que ocurrió el sinónimo del alma con la luz. Cuando en el imperio desolado ví tragar el desconcierto de ver el cielo como la luz eterna de todo un sol siniestro como tan cálido. Cuando en el ambiente me dejó como el alba y tranquila como el ave sin poder volver a volar lejos, si en el desierto se oscureció de tiempo y de más, si eran mis ojos llenos sin luz. Cuando en el tiempo, sólo se dió una mala conmiseración en sentir el reflejo de la luz del cristal con que me observé dentro del pasaje mal vivido, cuando en el altercado entre mi bien y el mal en que me debatí en una sola mala espera y tan inesperada en saber que el cielo era y es mi eterna luz. Cuando en el siniestro cálido de ese sol en el cielo, y mis ojos se veían en plena oscuridad dentro del interior de mi propio mundo sin luz. Si en el desierto se opuso al desastre de ver el cielo como un suburbio y tan oscuro cuando mis ojos se vieron sin luz. ¡Estaba viva!, y me dije yo misma, si entre el altercado de la luz y la oscura mala sensación en el instante me dejó como el mismo universo frío si en el ocaso me ví como el mal desastre derrumbando la mala osadía en saber que el cielo se estaba destruyendo de tal forma como el mismo final de un mal comienzo.
Cuando, de repente, me ví alternando con la oscura mala sensación y en saber que en el comienzo me dió la manera extraña en saber que el silencio se petrificó como la misma forma de un triste final. Cuando, de pronto, me ví en un serio mal desenlace cuando al final me ví enterrada y sollozando entre el altercado mineral y mi propia mente. Cuando en el desierto me ví inalterada e ineficaz con la mala esencia y la mala presencia en saber de la decadencia inalterada de creer en el mal hábito en poder sentir la tierra cubrir mis ojos y más mi cuerpo inerte y tan frío como el instante en que me dediqué en ser como el mismo sol. Si era Julia la que pulía los diamantes en bruto, cuando mi fuga no se realizó como debía yo tenía que hacer. Cuando en el alma se debió de querer más sin la luz debida en creer en el hechizo cuando se hizo más en el trueque de una verdad tan impoluta y absoluta, cuando fue tan abrupta como la ruta en que comencé a laborar ese día, si fue en el norte, en el norte en Torre Fuga. Cuando escuché el altoparlante si, de repente, caí flojamente y divagando en el tiempo, cuando mis pensamientos fueron la cruel sensación de creer en el final. Cuando en la fría mente cayó mi eternidad como buscando un sólo deseo en saber que el diamante, el cristal azul era mío. Si yo lo había hallado en el día anterior, cuando la pea fue tan fea como el poder caer rendida ante tanto alcohol. Cuando fui lo mejor en la labor como minera, destrozando y derrumbando todo como si fuera un siniestro y tan cálido, como si fuera como en un sólo trance oscuro y como yo perduro en el alma, una luz descendente como la vez aquella en que se hizo más el sol en el mismo cielo en que no lo volví a ver. Y la pea me hizo hallar lo que fue un diamante y tan puro y tan real como el mismo punto negro en su centro, cuando yo lo pulí. Si era yo Julia la que pulía los diamantes en bruto, la que en el desierto se electrizó más la forma en querer más el ambiente hostil y vil y con la tierra en mi piel y más en mi cuerpo. Cuando en mi piel, se hizo como lo que más se realizó en el cuerpo y en la piel, una tierra fugaz en todo mi cuerpo. Y fue la pea, la embriaguez y lo ebria en que me encontré en que sólo yo percibí el destino y el camino en saber que el destino fue y será, como el mismo principio. Cuando fue el tiempo como la misma forma en haber hallado, lo que más yo quería, que era el diamante cristal azul, si en el día anterior, sí, lo había hallado. Y la pea me hizo ver el siniestro cálido cuando en el desierto se me hizo ver toda la desilusión, y más el desastre vivido en vez de tornarse oscuro y tempestuoso como lo más fabuloso de ese día. Y caí en una embriaguez total, cuando sucumbí en un sólo trance, y fue el de devorar a la mina con mi labor y sí, que lo hice. Si era yo Julia la que pulía los diamantes en bruto, y sí, que lo hice yo, cuando yo hallé al diamante en bruto en la mina en Torre Fuga, como preámbulo de lo acontecido cuando quedó tan prohibido el final. Y caí en Terra Fuga, cuando la mina se derrumbó ante mí y ante mis propios ojos. Cuando en el desierto me dió con devorar a la mina, como al diamante en bruto. Cuando mi vida quedó cercenada ante la tierra, y la vil manera de creer en el desierto mágico en mi propia mente. Y escuché, por tercera vez, el altoparlante, cuando de repente, sucumbí en un sólo delirio y tan delirante como lo fue atreverse a desafiar un cometido de tristezas y bajo tierra y fui salvada. Cuando en el delirio y tan frío se coció de tal manera mi pea, llegando a derribar y a derrumbar la mina en Torre Fuga, con todas mis fuerzas destrozando el delirante desafío en creer que la pea era y será como el siniestro y tan cálido en pensar que el frío era como el sol en que había dejado de ver. Y quien hurtó de mi faena, se fue a morar con Dios, pues, era el de mi continuo lado, cuando sabía que el minero de mi lado continuo era mi jefe. Cuando, de repente, ví al diamante cristal azul, como mi más preciado color desnudo de honestidad y honradez. Cuando con y por la pea lo había logrado todo, y sin labios atados y todo porque soy yo Julia, la única que sobrevivió al derrumbe y más con el diamante en bruto que yo lo pulía, si era Julia, la que pulía los diamantes en bruto.
FIN
- Autor: EMYZAG (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 24 de enero de 2021 a las 00:20
- Comentario del autor sobre el poema: Es Julia la que pulía el diamante en bruto, cuando era una recolectora de explotaciones minerales cuando en la mina quedó atrapada con sus labios atados, sin mediar una palabra… y ella lo sabía que algún día pasaría y que quedaría con labios atados y en una mina… Mi 3era novela del año 2021....y la #41 en total...
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 17
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