Personas sin rostro

Personas en las aceras,

en los parques, en los escaparates.

Personas colgadas de las sombras,

huidas en los cristales.

Personas de manos y pies

con los párpados cerrados,

con las miradas estrujadas en el silencio.

Personas con los bolsillos ciegos,

cosidos al revés.

No ven, solo se reflejan en los espejos.

No están muertas,

están fugadas en su ausencia.

Están perdidas en una soledad

de sonrisas de plástico,

de palabras que bailan

en una pantalla con muecas.

Son siluetas vagando

entre mares de colores

y bocas que se mueven sin lenguas.

No hay latidos,

las caricias duermen fallecidas,

las palabras están torcidas.

El cielo solo es una lámina

que acaricia fantasías,

quimeras atrapadas en un deseo de fuego

No hay milagros,

ni olas golpeando pestañas.

No se escuchan lamentos,

ni el crepitar de los besos entre el sigilo.

Hay una ilusión remendada con cuerdas,

amarradas con teclas a los dedos.

Es un mundo vacío pintado con penumbras,

disimulado con seres imaginados.

No hay ese tic que tiembla en los labios,

que hace que el mañana no importe nada,

que hace que el cuerpo pida jadeos,

trozos hambrientos de sueños

que huelan a sudor,

a perfume temprano,

a piel húmeda con cicatrices imborrables.

Personas que tengan nombre,

rostro y pasado.

Que griten danzando,

que destruyan zapatos.

Que miren al cielo

con los ojos manchados de alegría.

Que empujen las nubes

con un soplo de su presencia.