Y era Raquel, la más amada del prostíbulo “La Manzana”. La que llegó al prostíbulo por errores en su corta vida, pues, cuando pequeña amaba las muñecas y con su ropa, pero, no llegó a imaginar a su cuerpo desnudo y mucho menos sin una lencería adecuada, sino tan perfecta para cada momento en la vida de esas muñecas. Sabía del sexo a muy temprana edad, si ella sentía su delicadeza, y su suave piel y se palpaba delicadamente hasta saciar el apetito sexual. Ella, así lo sentía, pues, en el combate de ir y de venir en la escuela, pero, ¿qué escuela?, si la calle para ella, era su escuela. Sabía muchas cosas de la vida sexual de muchos, pues, ella sólo perseguía un sueño, el de vender lencerías alguna vez en su vida. Y caminó ciegamente, pero, muy fijamente por las calles, donde el sexo era la sexualidad de todos o de muchos por igual. Raquel, la niña o la mujer con lencerías de diferentes colores y estilos y modas, si ella sólo tenía una sola muñeca, a la cual, vestía y desvestía y le hacía la vida más caprichosamente feliz. Y con lo exótico de la vida, ella, Raquel, en la calle iba y venía, cuando en el corazón explotó una dulce sensación, cuando en el ocaso se dió lo que más quiso ella, Raquel, de que se marchara el sol en el cielo de flavo color. Cuando en el corazón se dió lo que más fue el instante en que se marchó el sol y llegó la fría noche o el anochecer a escuchar gemidos de sus propios vecinos, y hasta ella, sabía lo que era el movimiento de la cama con el ruido del bendito o maldito sexo por las noches frías en soledad. Ella, Raquel, sólo solía vestir y desvestir sus muñecas con trapos que encontraba debajo de la mesa de Doña Cleo, la costurera del barrio. Y le fascinaban las lencerías de Doña Cleo, que les fabricaba al prostíbulo de “La Manzana”, y le decía a la niña -“no te quiero ver cerca del prostíbulo, eres una niña... todavía…”-, y Doña Cleo la protegía más, y más. Cuando, de repente, ella aprendió de todo con Doña Cleo, pues, era su maestra y su mentor, y su protectora universal y de las calles. Porque cuando Raquel quedó huérfana, cuando su madre al parir la dejó sola y abandonada y la partera se la regaló a Doña Cleo, una noche de tempestad y de rica sensación, cuando ella sólo lo que quería ser era en ser amamantada y la amantó con leche de cabra. Y en soledad sólo se atrevía a jugar con los maniquíes de Doña Cleo, y sabía una cosa que una mujer sin lencerías no era del todo una mujer perfecta. Tenía y debía de tener picardías, y secretos que enloquecieran al hombre y mucho más en el sexo. Cuando en el combate perdido del bendito o maldito sexo, que por consiguiente lo descubrió mirando a las prostitutas de la calle, cuando en una noche entró al prostíbulo “La Manzana”, dando vueltas como si fuera una manzana en verdad, cuando en el instinto y en el capricho, se tornó desesperadamente y más en el alma, una osadía de ver en el día su eterna salvación y de no ver ni escuchar más gemidos por las noches. Cuando por vender sus cuerpos les pagaban una diminuta cantidad o la mitad de lo que realmente valía el sexo para esa época. Cuando, de repente, se vió inalterada la forma de su propio cuerpo, si ella, Raquel, comenzó su crecimiento de niña a adulta, y Doña Cleo, le temía a eso, y que fuera una más del prostíbulo de “La Manzana”. A Raquel le encantaba el color azul añil, en la lencería de mujer perfecta. Cuando, de pronto, la niña creció, y fue la mujer más hermosa de la calle y por desgracia del prostíbulo “La Manzana”, cuando por errores de su vida llegó hasta ahí. Raquel tuvo un hombre en su vida, y fue un niño que a ella le gustaba mucho, pues, en la calle, sólo en la calle, se vió indefensa y tan solitaria como la misma margarita. Y ella, Raquel, deshojó la margarita cuando se enamoró de ése niño. Y sí, tuvo su primera relación amorosa con él, y fue mujer, cuando se enteró todo el barrio y más la calle, la trataron como una más. Cuando salió con un embarazo, el cual, no se le dió, si lo abortó cuando a penas tenía cinco meses de gestación, cuando por realizar una fuerza con unas cajas de lencería de Doña Cleo perdió el embarazo, pero, fue la maternidad más dura y más fuerte para ella. El joven la dejó sola y abandonada, cuando por encomiendas de la vida, cayó en una redada y en una trampa, para ser vendida en el prostíbulo “La Manzana”, y Doña Cleo había muerto por achaques de vejez, la que la protegía y la que la quería mucho.
Cuando, de repente, Raquel, se vió tan sola y tan solitaria en la calle cuando el hambre hacía de su estómago un sólo camino, el de ser una prostituta, pero, no como todas, se dijo ella, Raquel. Cuando comenzó a lograr lo que nunca, lo que más quiso ella, coser y fabricar lencerías, mientras que por las noches se debatía entre la vida de prostituta para costear la casa, las telas y los encajes. Cuando en el destino se hizo como todo, trabajar y muy fuerte para obtener y conseguir todo aquello que la muchacha o mejor dicho la mujer quería. Y se encargaba de tener lo que nunca comida en su estómago y ser feliz, pero, no, eso no era suficiente ni claro para ella. Raquel iba y venía por las noches con el corselete de azul añil, adherido a su figura y más haciendo su cintura más fina y más delgada, llevándose las miradas de los caballeros, con la posibilidad de ser ella, si era la más amada Raquel. Y se llamaba Raquel y como la “Danza de los Siete Velos”, ella y Salomé se parecían tanto o igual, pero, en cambio no pedía cabeza del Bautista alguna, sino que laboraba por un puñado de dinero que, al fin y al cabo, lo malgastaba en tonterías, pero, no fue hasta que las lencerías le agradaban tanto y le fascinaban mucho, que empleó a muchos y se hizo de su fábrica de lencerías, pero, por las noches cruzaba la calle de la prostitución, cuando era la más amada Raquel, a la que los hombres la procuraban con demasiado ahínco. Cuando en las noches con su maletín salía y no se escondía de nada ni de nadie. Y eran las lencerías, las cuales, se debatían en una espera de esperar por lo inesperado, de que el hombre casado buscara a Raquel, para comprar lencerías para sus mujeres. Así que, en vez de vender su cuerpo, lo que hacía Raquel, era vender de su fábrica las lencerías de todos los colores, estilos y modas. Cuando en el instante se debía a que los encajes estaban muy de modas, el broderie, y las lentejuelas en las lencerías.
Continuará……………………………………………………………………………………………..
- Autor: EMYZAG (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 3 de febrero de 2021 a las 00:03
- Comentario del autor sobre el poema: Y era la más amada Raquel, la que en el prostíbulo se dedicaba a vender lencería en vez de su cuerpo y era su secreto…Mi 5ta novela corta del año 2021....
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 42
- Usuarios favoritos de este poema: Augusto Fleid
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