Me dijeron que has muerto

Me dijeron por allí esas lenguas viperinas,
que por faltarte el amor, te has muerto... dulce poesía.
Que esto pasó hace mucho, que los hombres te mataron
y luego te sepultaron al lado de fantasía.
Pero... ¿Cómo puede ser si anoche estuvimos juntos?
contándonos nuestras penas, tomándonos unos tragos,
y me decías de a ratos la soledad que te invade...
Que la vida no es la misma, que vivimos con pasión,
cuando todo era el amor y te escribían... poesía.
Pero yo hoy me pregunto si es cierto que se acabó,
si entre índices mervales y altas tasas de interés,
hemos perdido la forma de expresar el sentimiento
recordando lo del viento, el amor, la flor, la rosa...
Y todas aquellas cosas, que en bellos y sutiles versos
hilvanáramos inmersos en cantos a la vida eterna,
expresándonos de adentro, volcando todo lo nuestro,
a veces con masoquismo insistiendo sobre algo
que por más que inalcanzable se transformara en milagro.
Cómo podemos perder la capacidad de decirnos,
cual si fuéramos unos niños jugando con las muñecas,
todas las formas de un beso, una voz, una caricia,
o por qué con tanta prisa se nos va el ingrato tiempo,
tratando de comprender a veces lo incomprensible,
buscando en el imposible la soledad que me angustia,
pero logrando a la vez en un verso o una estrofa,
poder decirle a la musa aquello que nos antoja.

Es cierto que hace rato, comemos del mismo plato
-como dijera un poeta- tanto el amor, la nostalgia,
la moneda o el puñal, el hombre y el animal
la angustia y la locura, y esa temible figura
que representa la muerte...
que juega en los jardines de la crueldad y la suerte.
Yo no creo para nada que tú hayas muerto... ¿sabés?
me niego a comprenderlo, en mi cabeza no entra
que después de tantas noches de soledad compartida
me tenga que acostumbrar a vivir sin vos... poesía.
Es imposible seguir distante de tu figura
porque si esto pasara... si tu vida se acabara...
me pasaría la mía buscando forma y pintura
de algún ser, que como vos, se aguante el aburrimiento
que provoca mi amargura...


Mario Ranero