LIBERTAD BAJO PALABRA

Era una tarde poco común. El sol pretendía ocultarse sigiloso como para hacernos una mala jugada, como para que no sintiéramos la ruidosa caída de la noche. Lo delató el triste aparecer de las luces de neón en las calles de mi ciudad. Enseguida supe que se había ido, y todo fue quedando en silencio. De inmediato el rumor de las olas del mar, con su eterno retorno, se hizo presente. Y eso, sólo eso, parecía suficiente. De pronto, una figura desgarrada emergía del mar en dirección opuesta a la ruta de Alfonsina, atraída por la soledad, buscando un nuevo destino.

Esperaba yo al resto del grupo para iniciar la acostumbrada peña. Era el lunes acostumbrado de todas las semanas. Hablaríamos de poesía, de arte, de Dios, de filosofía, de historia. Las horas de ningún lunes alcanzaba. Por eso teníamos que regresar cada lunes a la misma hora, de modo que esos lunes se hicieron interminables y necesarios.

Yo te esperé a la orilla del mar, en la arena; te tomé de la mano y borré de tus ojos esas lágrimas de dolor. Me impactó la hermosura de tu cara sucia, de tu cabello despeinado, de tu ropa deshilachada. Recuerdo que preguntaste: ¿qué ciudad es ésta? ¿De qué está hecho el corazón de sus habitantes? Ésta es una ciudad que cuelga de hilos del cielo, que abraza a los infortunados, que teje cada paso para armar un destino de palabras bellas, todos los lunes. Y su corazón, sus corazones laten de un amor que todavía no se ha inventado, o no se ha descubierto y aquí llegaron de un largo viaje, le respondí.

Vamos a ese lugar de infinitos enigmas, vamos a lanzar preguntas al aire. Te invito a mi peña, y con una sonrisa de incógnitas lejanas, me acompañó serena, sensata y confiada.

Llegamos al acostumbrado lugar, entramos con alborozo. Todos, puestos de pie, atónitos, alegres y extasiados exclamaron: aquí está, la hemos encontrado; ¿a dónde te ocultaste tanto tiempo? Aquí está la palabra, la palabra está con nosotros, la palabra hecha carne, hecha vida. Aquí está. Desde entonces, andamos en libertad bajo palabra.