Por quitarle el celofán
a la espiga en el arado
le desangran el costado
a Manuel, también a Juan.
Comen un trozo de pan
cantan a dúo una endecha,
¡es bien injusta la brecha,
al dehiscente campesino,
que sutura algún cretino
a cambio de la cosecha…!
No puedo pagarte más
por esto que tú me ofreces.
Están muy flacas tus reses
mírale el hueso de atrás.
Las costillas van al ras
se le cayeron los dientes,
olvida otros pretendientes
¡qué las quieran conquistar…!
“Sólo yo podré pagar
por estos mil semovientes”.
Una firma en un papel
y debajo su posdata.
El crédito lo abarata
se devalúa a tropel.
Los camiones de “Samuel”,
salen con el cargamento
y el labriego y su jumento
no les da para comer.
Lloran muy tristes al ver
el oneroso sustento.
Sumando las esperanzas
sus manos se le cuartean.
Restando sólo gatean
los años de sus andanzas.
Le han vendido sus labranzas
al rico de “Don Samuel”,
quien tiene a molde un troquel
que alude con su moneda
y con descaro remeda
el lar de Juan y Manuel.
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Autor:
Ángel Leonardo Duno B:. (Seudónimo) (
Offline) - Publicado: 20 de marzo de 2021 a las 11:16
- Comentario del autor sobre el poema: El nefasto sistema económico, se repite una y otra vez. Nuestro pobre campesino, se desgasta las manos a cambio de irrisorios ingresos, mientras que, el intermediario, aprovechándose de la necesidad del labriego, se enriquece… y lo más triste de todo es, que le compra a crédito y vende a precios exorbitantes y cuando la inflación ha hecho su trabajo, es cuando con descaro se digna a pagar lo que le adeuda al desamparado artista del campo. Esto es común en la economía mundial y en Venezuela es un ritual. Por eso escribo: llegará ese día que, el filo de nuestro arado, será quien castigue al intermediario malvado.
- Categoría: Reflexión
- Lecturas: 32
- Usuarios favoritos de este poema: Willie Moreno, Augusto Fleid, Almohade
Offline)
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