¡Mirad que desprolijos nuestros rostros!
Ahogados en etílicos placeres
¡Tan desmesuradas fueron las caricias esa noche!
Que hoy arremeto a la desdicha
De verle por última vez.
Ya no están sus escuálidas caderas
Fervientes sobre el blanco lienzo
Pintando ligeras sonrisas.
¡Desgarrador es recordarle!
Sus palpitantes besos
Desaforadas caricias.
Sus malditos versos, plasmados con amarga tinta
Que en mi pecho recitaba con sevicia
Regocijando en lo más recóndito de mi desidia.
El roce de sus Dedos derrengados
Por la columna deteriorada
Sedosos cabellos enredados
Suspenden sobre dos desventurados
Le extraño hasta en lo más viles de los días
Hasta en lo más profano de su pasado
Le amaría en otra vida, en lo mundano
¡Recordadme amado mío!
Aunque tu querer haya sido en vano.
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