Virgencita divina,
tú que nunca nos abandonas,
cerquita de Dios estas,
pura e inmaculada,
ningún mortal tu rostro ha podido develar.
Eres madre del Cristo,
no te olvides de nosotros,
en momentos de prueba y dolor.
Madre Celestial,
fuente infinita de misericordia,
manantial inagotable de bondad,
no te avergüences de tu hijo,
aunque sea un vil pecador,
mí inconsciencia es abundante,
la de un equivocado sincero,
solo en tu presencia encuentro,
el perdón a mis penas y pecados.
Madre Divina,
por más que haya pecado,
la espalda no me des,
libérame del error,
de la hipnosis del tentador,
sácame del fango,
aunque sea de lo peor.
Madre Inmaculada,
cuantas veces te he prometido,
mi camino enderezar,
y nunca he cumplido,
mil lagrimas he derramado,
por seguir mi camino.
Solo a golpes aprende el hombre,
lo que no se debe hacer en la vida,
pues los golpes de la vida,
mi corazón han endurecido,
y no con ello han frenado,
mi adoración hacia ti, Madre.
Arranca de mi cada error,
y quita este tormento de mi corazón,
que vivir en paz, no me deja,
pues no cuento con fuerzas,
de mi camino encontrar.
Solo tú podrás salvar mi alma,
de la muerte segunda librarme,
intercede por mí ante Dios,
que tu fuerza no me falte,
ni tu misericordia y amor,
no abandones este vil pecador.
- Autor: Erick Alexander Villegas (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 4 de abril de 2021 a las 20:32
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 25
- Usuarios favoritos de este poema: Alberto Diago
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