A mi bandera le causas teñido color de sangre,
tu mi infiel amante a secretas,
cuantas veces me tiras en desechable,
así me matas, hieres e inquietas.
Me desgarras mi rango; me ignoras;
después de momentos de placer a gusto;
te das tu puesto de jefa y con ello me aminoras,
quedo perro de esquina en molesto gesto adusto.
Sangras también entonces de rojo y con desaliento;
el título que me queda, de efímero articulo usado,
me dejas en el olvido como funesto esperpento,
parezco como una sobra de un banquete olvidado.
Cuando te acuerdas, te acuestas en mí, sin menoscabo,
y que hago más que asentir a sentimiento tan bravo;
que me dice que me entregue como servil casquivano
ya que me queda por vil; por ser segundón de antemano.
Herido corazón mío, no cuidas de tu bandera,
una bandera maltrecha tan sucia por el sangrado,
¡Eso te pasa servil!, ¡ya no eres el que antes eras!
ahora tú te conviertes en yunta de recio arado.
¡Me desdeñas mujer! después de amarme, de plano quedo tirado
servil como Sancho esclavo, sin derechos reclamados;
en mi lecho te recuerdo un poco malo y airado,
¡Ah! que suerte de un amante como yo tan arrastrado.
Y tú te vas tan resuelta, tan fina y tan elegante:
así lo quiso tu toque, tu mística y linda sombra,
y mientras yo como pobre, recojo solo la sobra,
quedando con tu recuerdo que viene a mi tan fragante.
Sigue derramando corazón, lágrimas de roja de sangre:
y mientras tanto recuerda amores que te querían,
pero te portaste mal, reconócelo y resarce,
como recuerdas lo airoso que con ellas te sentías.
Mi reputación bandera la cuidaba y consentía,
no faltaba el aprecio que en bellezas compartía,
eran los años mozos y posiciones adquiría,
pero perra suerte llegaste dejándome en orilla vía.
Me encontré ahora mi dolor, mi astilla en un mal camino,
que honra maltrata dentro sin darse basto de a kilo,
Seguro me ha de acabar si no corrijo y atino,
¡Vaya forma tan llena y sutil donde me aniquilo!
Que más te queda llanero que aceptar su despedaza,
¡Ah! como quisiera librarme de mi bandera que elevo,
maltratada con eco de la cruel desesperanza,
más no puedo, fijo como clavo quedo, de sus mieles que me bebo.
Y ya sin personalidad que cuidar en desvarío,
me voy perdiendo en la forma de tu cuerpo tan perfecto,
es tu condena punzante por tus miles de amoríos
acéptala de castigo y sufre su vicio efecto.
Y sigue tiñendo de sangre, tiñendo de sangre roja,
mi bandera que no vale ya más que la honda pena,
esa que a ti te toca seguro por tu deshoja,
y el amor de ti se apiade y que no elijas tu cercena. Fin
LIC. ISAIAS GONZALEZ ARROYO.
- Autor: jesusverbo777 ( Offline)
- Publicado: 8 de abril de 2021 a las 15:59
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 12
- Usuarios favoritos de este poema: Augusto Fleid, alicia perez hernandez
Comentarios1
Bueno
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