HABIA UNA VEZ...

HABíA UNA VEZ

Había una vez una niña que soñaba con la felicidad. Cada amanecer se preguntaba como haría para ser feliz de adulta. Quería ser doctora, quería ser maestra, quería ser pianista, cantante, bailarina y actriz.

En su mundo de niña se entretenía en cada juego, era buena alumna, pero la escuela no era lo que más le gustaba. Las tareas escolares las hacia a lo largo tirada en el piso de su casa.

No era consciente que dentro de ella anhelaba ser mejor e ignoraba que dependía de ella mejorar su vida. Esa búsqueda interior hacía que a veces se aislara y viviera un mundo imaginario.

Detrás de su casa existía un espacio lleno de árboles, plantas y cañas plume- rillas. Ella caminaba y exploraba cada movimiento de las hojas al nacer o al caer, los frutos de las plantas y los olores. Los pájaros que visitaban las flores eran sus amigos, los caminos que las hormigas construían eran maravillo, jugaba con las gallinas y reía cuando los ratones de colas largas corrían por el gallinero y se escondían en sus cuevas.

Ahí, en ese lugar, pasaba horas hasta que regresaba a su casa, con sus sueños atesorados y en secreto, a sabiendas que su familia no comprendería ni sus juegos ni sus sueños.

Así creció en búsca  de esa pieza del rompecabezas que le  faltaba para armar su felicidad.

Cuando llego el momento de ser doctora, actriz, pianista, cantante o bailarina, no se decidió por ninguna de esas carreras. Ejerció una carrera que jamás pensada de niña, y aunque le apasionó lo que vivió, siempre pensaba en las carreras de sus sueños.

A su príncipe azul lo transformo en rey dentro de su imaginación. De esa relación nacieron tres príncipes ,  lo que ella nunca imaginó, que de esos hijos  nacería la dicha. Esa  niña soñadora de felicidad , hizo su sueño realidad a través de  sus príncipes y la generación principesca.

Ahora es abuela, pero cuando nadie la ve, calza sus alas y  vuela  recorriendo los rincones de la casa  llenos de lejanos recuerdos con aroma a flores y tierra mojada.