Y no te quise despertar;
entré silenciosamente,
de puntillas, conteniendo el aliento,
sintiendo tan solo los inquietos latidos,
contemplando cómo tu cuerpo
se bañaba con claridad de luna.
Tu perfecto y desnudo cuerpo
era una venus perfumada;
me acerqué y te contemplaba
como quien admira el mejor cuadro
o una estatua inmaculada
soñando que nadaba y volaba.
Me regalaste una sonrisa volátil
con ojos cerrados y ávidos labios;
yo acortaba la distancia,
oliendo tu piel blanca
y dejaba ir una lágrima furtiva
que huía de la fontana emotiva.
Y no te quise despertar
mientras te contemplaba largo tiempo
con mi corazón en un puño,
con la mirada que te acariciaba
cada milímetro de tu piel
y anidaba un silente beso en tu frente.
Y me sentía tan feliz a tu lado,
contemplando la venus de mi corazón,
que no me quise despertar.
5 de junio de 2009
Pau Fleta
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