La música me invitó a entrar…
A un mágico lugar, donde cada segundo,
Tenía, su propio pase de cortesía.
A la entrada del lugar, había una linda señorita.
Que miraba hacia afuera, como si esperaba a alguien.
Pasé junto a la princesa. Pero en verdad, no la vi.
No sé, si fue la emoción, por entrar a aquel lugar.
Pero, pasé de largo. Sin notarla.
Ella si guardó la imagen de mí, en su mente,
Cuando entró, me atrapó con su belleza.
La verdad… se me nubló un poco, el cobertizo de mi mente.
La mejor opción, fue pararme para masticar un buen café…
Ahora recuerdo… Mi mano estaba tan… tan… aburrida.
Como el viejo olmo, que está sembrado, al pie del muladar.
Sus verdes hojas, pedían a gritos, que lo trasplantara,
Muy cerca, del fresco cañaveral.
Volviendo a la historia…
La princesa entró al salón.
Fue como en los cuentos de hadas…
Aunque les aseguro, que ella superaba a cualquier princesa,
Tanto natural, como espiritual. Con su extraordinaria belleza.
Volviendo, a la parte más importante de la historia.
Claro… después del beso y la declaratoria.
La invité a bailar...
Ella calladamente, tomó de mi mano.
Yo más feliz, que el viejo olmo que trasplanté.
Tomé de su cintura. Fue en ese preciso momento,
Cuando la magia entró a nuestros cuerpos.
Les cuento, que mi mano…
Nunca más soltó su cinturita, aquella noche…
Y nos amamos, sin besos, y sin caricias.
Llegaron las diez de la noche…
No sé porqué, lo mejor es tan corto.
O raudamente súbito.
Ella se despidió de mí.
¡Pero no les conté…!
Unos minutos antes…
Le había declarado, todo mi amor,
Sin besos, y sin caricias.
Calladamente ella me correspondió,
Con su tierna mirada.
Solo me dejó la promesa, de invitarme a su morada.
Los días fueron, eternos.
Las horas… días perpetuos de gallardía.
Como se demora en aparecer un eclipse lunar.
Así se demoro en llegar, aquel día.
Pero felizmente, llegó la fecha señalada.
La sorpresa fue, que tenía fiesta incluida.
Allí estaban sus amigas, cómplices en esta historia.
Para abreviar, estos inolvidables recuerdos.
Una de sus amigas me llevó a la terraza de la casa.
Allí estaba mi princesa, muy sola y nerviosa.
Me acerqué a ella. Y le di, un cariñoso abrazo.
Nos miramos en silencio…
Y fue entonces cuando la bese…
Ella, muy asustada me preguntó…
¿…Y ahora que va a pasar?
Lógicamente.
Me aterre un poco por su pregunta...
Sentí susto.
Y le respondí…
Nos vamos a querer mucho.
Nada malo, va a pasar.
No fuimos capaces, de agotar nuestro cariño,
Aquella noche de ensueño.
FIN.
- Autor: Sierdi (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 11 de junio de 2021 a las 08:35
- Categoría: Amor
- Lecturas: 18
- Usuarios favoritos de este poema: Mauro Enrique Lopez Z., Augusto Fleid, Willie Moreno
Comentarios2
Muy insinuante e interesante derrame de romanticismo.saludos cordiales
Muy linda historia amigo Sierdi, aunque quedó como inconclusa.
Saludos y un abrazo amigo.
Para poder comentar y calificar este poema, debes estar registrad@. Regístrate aquí o si ya estás registrad@, logueate aquí.