**~Novela Corta - Atrevido Amor - Parte II Final~**

ZMRS

Y Pedro con piropos graciosos trata de enamorar a Laura, cuando ella lo vé siempre al salir de su trabajo como niñera a dos cuadras de su hogar. Laura se dedica en cuerpo y alma a cuidar, proteger y dar calor como si fuera madre a ése niño que le guarda un cariño muy especial y que ella piensa en su hijo como si fuera él, porque aunque no tiene tiempo para estar con él, porque ella Laura tiene que trabajar y muy duro para conseguir comer para los dos. Cuando en el instante en que ella sale de sus labores del día, se halla, otra vez a Pedro, y Pedro fascinado con la belleza de la joven, se dedicó a enamorar a la reacia de Laura, cuando en el combate del amor y de la pasión se dedicó entre su alma y su corazón a tener como novia a Laura, porque en verdad estaba muy enamorado de ella, y prendido de ella, de Laura, se le iba la vida en zalamerías, y en piropos para la muchacha, la cual, estaba reacia en aceptar al joven y todo por su hijo, porque ella, sólo pensaba cómo darle otro padre a su hijo sin ser su verdadero padre del niño. Cuando en el trance de la verdad se dedicó en ser como el mismo Don Juan, el de la calle, el del amor y de la pasión en vehemencia, y como el amor propio en el mismo coraje del corazón por amar y ser amado. Y Pedro sin control de sus actos, y mucho menos de su propio corazón, latiendo fuertemente hacia su destino más temeroso a no ser correspondido el amor de una mujer que a él le encantó. Si era un encanto sustancial, un amor como ninguno sí así lo sentía él, verdaderamente, pero, con una difícil decisión, cuando en el trance de la verdad debió de creer en el amor a ciegas, o a primera vista, cuando en el suburbio de la autonomía, se sentía como si fuera un adolescente otra vez en su corta vida. Cuando en el instante se da como el primer serio amor que él Pedro le pretende demostrar a Laura que sí la amaba y con todo su corazón, pero, ella reacia, trinca, intrínseca, no cree, ¿o no quería amar y ser amada?, o no podía más con el amor que le rondaba a ella por parte de Pedro, cuando en el amor sólo le llegó como primicia, sin dolor, sin más que el desenfreno inocuo y de un tiempo en que el paraíso, se siente como el mismo dolor, pero, es rica sin ser extraña la sensación de amar y de ser amada. Aunque Laura no quería enfrentarse yá estaba casi enamorada por parte de Pedro, y enseguida creyó en ser como la misma Dulcinea, o como Venus, o Afrodita, se sentía como en las nubes, se sentía como las estrellas lejos en el cielo y con la luz dando protección a su cuerpo celeste, pero, llegó el momento en ser tan fugaz como el mismo viento y descender del cielo. Si Laura se sentía como el mismo cielo como con tantas estrellas inertes sin ser fugaces. Como que el deseo efímero y la sentencia del amor en su solo corazón, se debía a que Laura sí sentía algo por Pedro, pero, ella no sabía qué era todavía, si era desconfianza, soledad yá la tenía, pero, era algo que no sabía, cuando en el suburbio de la espera y de la esperanza se dedicó en ser como el mismo tiempo, y como el mismo mal desenlace, cuando en al acecho se sentía fría, desolada, triste y en una sola soledad, la cual, la llevó hacia la cúspide del cielo, pero, sin descender como la fugaz estrella que deja su luz en el mismo cielo. Y Laura quedó como órbita atrapando a un cuerpo en soledad, solitaria, y en un sólo desenfreno de frenar el inmortal amor en su propio corazón sin esperar lo inesperado en hacer caer el amor en el solo corazón. Cuando en su mundo y más en su cielo, sólo se advirtió de que el corazón ama cuando ama y odia cuando se siente desprotegido. Cuando en el trance de la vida, no se perdona ni una sola advertencia, cuando el amor había llegado a su camino y a su vida, cuando Laura comenzó a dar señales de haberse enamorado de Pedro. Y Pedro continuaba con su buen humor y con su zalamería, y sus piropos hacia Laura, cuando su objetivo era siempre el amor y más el corazón de Laura. Y sí, se enamoró Laura, cuando en el transgresivo momento era pensar en el amor y más en la pasión de vehemencia por el amor de Pedro y Laura. Y Laura fiel a su virtud, a su razón y a su amor en el pasado, o sea, a José, su primer y único hombre en su vida, el cual, ella creía que regresará algún día, como por ejemplo, el amor en el mismo corazón, y más en el mismo instante de creer en él en que volvería con más ímpetu, con más amor, y que querría a su hijo por conocer, pero, no era sólo ilusoria o una ilusión que no era real. Ella, Laura, sólo imaginaba en que el deseo se convertiría, en un suburbio autónomo de creer en el amor de José, de su amor, de su pasión y de su pasional vehemencia cuando en el ocaso frío se sintió como la noche fría descendente hacia la misma luna que la persigue y que la quiere con tanta frialdad porque aunque sí lo crean la luna mira a todos por igual, y a José, ella, Laura, se decí que también la luna lo perseguía con tanto atosigamiento. Cuando en el embate de todo se dedicó a gran fuerza a decaer entre lo más querido de un triunfo del amor de Pedro, cuando ella, Laura, no lo amaba como él a ella, pero, él, Pedro, se dice que no se da por vencido aún, y que el valiente es aquél que persigue sus sueños hasta poder realizarlos. Cuando en el alma se dedicó en saber que el silencio era por recordar a su cruel y vil pasado, cuando amó apasionadamente a José, cuando en el sabio instante se dedicó en ser como el suave algodón el color de su propia piel. Cuando en el embate de creer y en discernir para saber que el fuego eterno era el del amor en el mismo coraje del corazón, porque cuando en el tiempo, y más en el ocaso tierno y tan frío como el mismo empate del amor, ella, Laura, no quería hacer lo que le hicieron a ella. Cuando en el trance de lo real y de lo más vivido del instante en que ella, Laura, quedó sola y tan solitaria, como la hoja en otoño, sólo ella quería ser como la misma hoja poder volar con el viento y no quedar varada allí mismo. Cuando en el instinto de todo, se vió aterrada y aferrada al cielo mismo como tempestad sin una pronta libertad. Cuando en el camino se vió ella misma como esa hoja de otoño, cayendo suavemente y levemente hacia el suelo es como descender de la cúspide hacia el mismo suelo donde se paseaba la lluvia y por donde barre con todo su poder la furia de la gran suciedad cuando en el instinto se da como la órbita lunar atrapando a su cuerpo dentro del mismo instante en que se da como la hoja en otoño. Cuando en el suburbio autónomo de la verdad se dió como la hoja volando hacia la misma densidad y poder caer sin amor, sin ilusión, sin perdón, sin conmiseración, sin más que el deseo, y sin más que el mismo tiempo en que el ocaso frío se siente como una fría decepción. Cuando en el ocaso frío se sintió como el embalse de un altercado frío y nefasto, cuando en el instante se da como el comienzo de una  vasija sin agua y sin tempestad viendo caer el autónomo delirio y tan delirante de caer al vacío, cuando su esencia perfiló lo que más encrudece del tiempo. Cuando en el tiempo, y en el ocaso vivo se dió lo que más se sintió en el alma desafiante y tenue de una luz opaca que le atravesó como espada a su alma con la oscura soledad. Y esa espada era él, José, cuando la dejó inerte, insolvente, y en una eterna desolación, la cual en solitaria soledad se bebió sus propias lágrimas. Cuando en el altercado de la vida y de la razón, se entristeció la vida misma, cuando en el ocaso frío se enredó en el alma una sabienda sabiduría, y era la de obtener sin razón y en la eterna soledad a su amor más profundo, el cual, era y siempre sería él, José. Y José, yéndose lejos después de ese viaje fugaz por la isla, y se fue, otra vez, a los Estados Unidos, a estudiar la carrera la que había dejado para hacer ese viaje relámpago, en el cual, ni buscó a Laura ni quiso saber más de ella, después de haberle entregado alma, vida, y corazón, cuando se entregó a él y con tanta virtud. Cuando en el trance de lo vivido quiso en ser una golondrina y con alas mojadas queriendo derribar el cielo con sus vuelo, que no pudo volar lejos, pues, la vida así le irrumpió el destino y más que eso le irrumpió el querer volar lejos como un halcón rapaz, o como un querido gorrión. 

Y Laura quedó en el tiempo buscando una osadía para su propio día, cuando en el albergue de su propia sonrisa, cayó en tristes agonías, recordando siempre a José. Y Pedro con zalamerías con ella, con piropos y con dulce sentimiento, cuando su vida se la jugó en ser algo o alguien que no podía en ser, cuando la paz no llegaba a su vida, cuando en el aire de un cruel destino y de un vil camino, se dió la más terrible conmiseración, cuando en el altercado de todo, se dió una vida floja de espíritu y de un alma descendente, cálida y tan verdadera como la terrible desolación, si cuando ocurrió el mal desastre de entregar el alma, sólo se vió endureciendo la vida por un lóbrego camino y un mal destino. Cuando en el desenlace final y fatal de toda la vida, cayó en una total redención, cuando en el tiempo, sólo desató una euforia callando el terrible eco que le quedaba cuando el eco era su eterno recuerdo. Cuando le dejó una mala situación y fue que ése hombre llamado Pedro, la enamoraba con zalamerías, con piropos y con una actitud por un buen humor, en que sólo el deseo se convirtió en unos celos dentro del mismo instante y tan real como la misma vida. Cuando en el momento de su propia creencia se debate una sola espera de ver el cielo de gris tormenta cuando no era un buen cielo azul, sino una terrible tormenta dentro muy dentro, dentro del mismo corazón. Cuando en el trance de lo vivido se enfrío el destino enfriando lo acometido tan real y tan verdadero como el haber cometido un mal recuerdo entre aquellos malos pensamientos, cuando en el embate se dedicó en cuerpo y alma a creer en su propio destino y en su propio corazón. Y quiso ser feliz con Pedro, cuando él la enamora con zalamerías y con piropos, los cuales, rayan en lo absurdo, pero, dentro muy dentro, dentro del corazón a ella le encantan. Cuando en el jardín de la sorpresa de su propio coraje y de su corazón, se debió de intervenir en un suburbio autónomo de ver el cielo de gris tormenta. Y así lo vé ella, Laura, en contra de un todo, como pasaje de su propia existencia, cuando en el embate de un todo se dió y se perfiló el mal desenlace o el final fatal de un mal común entre Laura y Pedro. Cuando en el trance de lo perfecto quedó como lo imperfecto de un mal defecto, pero, tan recto en el mismo corazón. Y ella Laura, sólo camina en su habitación tratando de dormir a su niño, pero, cuando ella sólo lo tranquiliza, y lo trata de dormir ella, sólo pensaba y recordaba a su eterno amor, a José. Cuando en el delirio frío y tan vehemente pasional quiso ser amada y quiso probar lo que nunca un amor como el de Pedro. Y Pedro siempre esperando por ella, por ese amor, por ese triunfo del corazón, por ese amor, en el cual, se debía de sentir y de ver en el reflejo del sol su rostro por que cuando la amó ella sólo quiso ver el cielo y el sol en su mirar y sí, que los vió. Cuando en el percance de lo vivido y de lo perfecto, se entregó a ciencia cierta lo que más quiso ella Laura, cuando el recuerdo le hizo ver y sentir más fuerte que nunca. Cuando en el altercado de todo y de su propio corazón se dedicó en más fortalezas que nunca, cuando se dedicó en ser más fuerte que nunca. Cuando al frente de todo y en su frente se fue como se vá el sol en el ocaso frío, cuando en el destino frío, se entristeció de tal forma como un destino y tan transparente como el cielo mismo. 

Y Laura se quiso dar esa oportunidad al amor y al corazón, y más a la vida misma, pero, no. Se dijo ella misma que no. Que no iba a irrumpir en la fidelidad de su primer amor, y que no sería ojo de mal agüero en el destino que le esperaba y, que tal vez, o quizás en un momento de su vida, caería en total redención, cuando en el albergue de su triste corazón, se fue por el rumbo incierto y sabía en que volvería a amar y en ser amada. Cuando en un triste jamás, se identificó la cobarde atracción de creer en el juego del amor, como si fuera un desierto mágico de primaveras y de nuevo deleite, deleitando la osadía de creer que en el día se lleva una manera de sentir el silencio y con el eco frío que le atormentaba más. Cuando ella, Laura, quedó pensativa y con un fraguar de verdades que vivió y que no dijo jamás, cuando en la alborada no se calmó un sólo adiós y tan efímero como el conmemorar la huida de José y sin un regreso. Cuando en el derrumbe total de un adiós se dijo que el silencio era el eco que llegó con ese mal recuerdo en su cabeza hasta lograr que aquel eco se dividiera entre el cielo y su oír. Cuando en el embate o en el suburbio autónomo de creer en el delirio y tan delirante de ver el cielo de gris tormenta cuando en el silencio era más que la propia razón. Y se llenó de tiempo y de espacios vacíos cuando, de repente, la llamó Pedro y por su nombre Laura. Cuando, de repente, se identificó el mal desastre de sentirse y tan mal como el mismo eco que ella escucha cuando sólo recuerda a José. Cuando en el embate de la vida se sintió delicadamente y con ese atrevido amor en contra del dolor como si fuera un desatino o como el destino infructuoso, se llenó de iras insolventes y de odios adversos, cuando en la alborada y en el crepúsculo se llenó de hojas sueltas de un frío otoño, cuando irrumpe en el destino de Pedro y ella Laura. Cuando en el trance de lo imperfecto se llenó de un frío de un mal inconsecuente, cuando en el tiempo o en el ocaso frío se llenó de odios malversados, cuando se llevó un odio transparente, pero, tan lóbrego como el íntegro del color negro. Cuando en el espíritu y en el sol de todo un Dios, se dedicó en ser como el cielo tan transparente como translúcido no es el ocaso en flavo color. 

Y Laura le hace caso a Pedro, por fin se decide por él, sin más ni menos, que con la caricia de la vida y de la perfección de Dios, se debió de haber entregado al son del mismo mal recuerdo. Cuando en el eco se identificó el mal recuerdo de una alborada fría, pero, llena de un ocaso inerte y frío como cualquier cosa en el juego del amor, y ella lo sabía que en el desierto le iba la magia del numen inventado. Cuando en el ocaso muerto se debió de creer en el mal instante de querer flotar en el aire volando lejos como hoja de un otoño seco. Cuando en el aire se identificó como la lluvia nueva de un rumbo inocuo, cuando en el trance de lo imperfecto se debió de aferrar al ocaso frío cuando en la dirección de su rumbo se electrizó la frialdad. Y de sentir el suave murmullo de ese triste eco, sólo la llevó al fondo de ese mal recuerdo. Porque cuando se vió inalterada la forma de ver el cielo de gris tormenta se sintió suave como el algodón de unas nuevas nubes, cuando creyó en el amor a ciegas y sin tempestad alguna, y se sintió fría como el hielo o como la misma tormenta, cuando se enfrío el combate de ver en el cielo magia de una imaginación clara, pero, lóbrega de alma sin la luz que emana de ella cuando en realidad no quería a otro hombre que no fuera José. Cuando en el combate de ver el cielo de gris, se dedicó en la forma de sentir el cielo de gris, cuando en el trance perfecto de lo indirecto y de lo recto de su propio corazón, se debió de automatizar la espera. En esperar a que el silencio se hiciera eco, como la mayor de las veces cuando en lo indirecto del defecto inocuo se alteró la forma de ver el cielo como el ave con alas mojadas. Y Laura haciendo hincapié en querer a Pedro, sino se olvidó de querer en salvedad a Pedro como su único hombre. Y se dedicó en ser como la espera y tan inesperada la forma de atraer el silencio a su vida, cuando en el eco se perfiló la espera y tan insolvente de creer en ese mal recuerdo. Cuando en el embate de la vida si se decide en hacerle caso a Pedro, cuando él, Pedro, quiso ser como el primer hombre en la vida de Laura, pero, no, nunca lo logra. Cuando en el suburbio de lo acontecido quiso enfrentarse a un sólo delirio, cuando en el embate de la verdad, se identificó como la mala esencia o la mala espera de esperar por lo inesperado, cuando en el ocaso se llenó de fríos cuando quiso amar y en realidad que no pudo por la fuerza en el corazón de amar a José. Cuando ella Laura, debió de haber entregado el coraje de amar sin consecuencias frías e inertes como el ademán frío y veraniego de ese año que corría en aquel equinoccio. Cuando en el desierto corrió el mal desenfreno de querer amar en la salvedad y de querer amar en ese porvenir incierto de querer amar sin los celos de su propia alma. 

Cuando, de repente, amó a Pedro, y no sintió lo mismo que con José. Cuando se dió de cuenta de que el tiempo, se dedicó en cuerpo y alma a recordar a José, como su primer amor sintiendo el vacío en su corazón, y amando como nunca a ése hombre. Cuando, de repente, se vió en un sólo fiasco de su propia existencia, cuando en el tiempo, sólo en el ocaso frío se sintió como el ave sin alas, o sea, con alas mojadas y sin poder volar más entre esas hojas secas de un sólo otoño. Cuando en el instante se dedicó en fuerzas y tan débiles como la misma fuerza en el alma. Cuando en el ocaso frío se sintió como la misma fuerza en el enredo de un sólo temor. Cuando le ardió en el alma, buscando un sólo tiempo, amar como nunca, pero, se le olvidó algo, de que en el tiempo, sólo en el tiempo, no cambió en nada sucumbiendo en un sólo trance de lo imperfecto, cuando en el embate de la verdad se identificó en la misma fuerza en querer amar sin la corriente que la llevaba hacia el mismo mal desenlace final y tan fatal como el mismo comienzo. 

Cuando regresó José, y quiso con él, nunca un sólo amor en el corazón latiendo a miles de latidos. Cuando en el combate de lo inesperado se debió de automatizar la mala  espera en querer amarrar el alma sobre el mismo corazón. Cuando en vez de querer amar a José amó a Pedro. Y era otoño cuando caen las hojas de un otoño seco y quiso amar sí, como nunca y amó a Pedro con todos los piropos y zalamería con que Pedro se caracteriza,  con ese atrevido amor entre sus venas.

 

FIN       

  • Autor: EMYZAG (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 18 de junio de 2021 a las 00:04
  • Comentario del autor sobre el poema: Un amor atrevido se le acerca a Laura con zalamería y la trata de enamorar, llamado Pedro, pero, Laura queda prendida y tan enamorada de José…………. Mi 20ma novela corta del año 2021…Mi #58 de novelas cortas hasta el año 2021...
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 19
Llevate gratis una Antología Poética ↓

Recibe el ebook en segundos 50 poemas de 50 poetas distintos




Para poder comentar y calificar este poema, debes estar registrad@. Regístrate aquí o si ya estás registrad@, logueate aquí.