Afecto eminentísimo

A Betty, mi compañera de trabajo

 

 

Compañerito

me conmueve tu infinita bondad

tus canciones de pan

tu tácita búsqueda del dios imposible

 

siento vergüenza de tu viva nobleza

que se orienta en el horizonte de tus lágrimas

                                                                                  secas

y se dilata como una flor de cristal

en el difícil continente de la paz

como un reto

a esta civilización de caricias utópicas

y puñales de miel

 

contigo se aprende a vivir

como nunca nadie pudo enseñárnoslo

con el acento de vinos alegres

sin los apremios agrestes de la avaricia

de esa manera tibia con que se arrima el hombro

resuelto al encuentro de una nueva amistad

 

tu espíritu de ángel

debió nacer

de los remos de un sábado

cautivo en los delirios bruscos y tardíos del alma

 

me desconcierta tu perplejidad

por esta vida que ya no ofrece

otra cosa que la cáscara ajada

de sus facciosas semanas

y sus almanaques cansados por su perpetuo

                                                                            discurrir

en el tiempo

 

yo que aprendí tan sólo a vivir

te advierto como un enigma

para mi razón parduzca

 

te admiro en la frágil estatura de tu voz

intrépida como la imaginación de los niños

que aún se embriagan

en la contemplación atónita del universo

ajenos a la prosaica procesión de los días

jamás aprovechados

 

te reconozco como un profeta

de las emociones cósmicas

que se yerguen con bondadosa insolencia

sobre la espesa conciencia de este siglo

tan abundante en lavados de cerebro

y estómagos inmaculados

de esta historia centelleante

partida por cruciales abismos y sonrisas filisteas

de este gigantesco caracol de las horas

donde se perdió la esperanza de un estadio

más fresco para el pálido corazón del hombre

 

naciste en el territorio del amor

ese estrecho y olvidado camino

por el que difícilmente

se encuentra ya una alma vagabunda

sin embargo

espero que persistas al lado de quienes

como yo

sentimos el deseo de ser buenos

por los siglos de los siglos