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Esa luna, la misma que en su mágico plenilunio me sedujo. Me llama, me arrastra, a la cepa misma de sus entrañas. Golpea silenciosa, muy cerca de la hora del cenit, con su embrujo de luz y fuego, descorriendo el velo onírico de mis angustias.
El alma ha querido separarse de esta dolorosa realidad. Caminar silenciosa y meditabunda como otrora sucediera, en medio de la noche. Ahora, es otra la sed que mis labios ansían, es otra la fuente que a mi cuerpo mitiga.
En un giro extraño de la vida y en la absorta soledad de ese momento, de pronto, a través del espejo cóncavo de la existencia, casi que imperceptible, el hilo azul del destino se refleja.
¡Realidad que en extraño sortilegio nos envuelve!
Nada distinto. Solo el círculo de lo sembrado, el dolor plasmado en mil lamentos y la soledad con sus manos ajadas.
Mil caretas, en el sendero de nuestro camino. Mil formas en la sombra oscura de la noche clara.
Qué difícil pasar las hojas del tiempo
Sin mirar en el fondo de sus cimientos
Qué difícil voltear el rostro
Para ver las cicatrices que llevamos dentro
Las horas pasan, regando flores
De sabiduría inmensa y perfumes de conocimiento
Los dedos mueven las hojas de los árboles
Que ansiosas agitan sus esperanzas
Y la mirada esquiva del infinito aguarda.
* imagen del muro de Tierra verde.
Luz Marina Méndez Carrillo/29062021/ Derechos de autor reservados.
- Autor: VITRALES DEL ALMA ( Offline)
- Publicado: 30 de junio de 2021 a las 14:58
- Categoría: Reflexión
- Lecturas: 15
- Usuarios favoritos de este poema: Lualpri, Augusto Fleid
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