LA ESQUINA DONDE TERMINA EL MUNDO

Benjamín Castro

Se encuentra B enfundado en unos vaqueros deslavados con su calzado de siempre, se detiene en la acera. Lleva unas nueces en la mano. Las recogió de la calle, pues un niño que iba delante suyo, las ha dejado caer sin darse cuenta por seguir a su madre que se le adelanta en el camino. Lanza la semilla a la ventana de la casa, donde vive la chica a la que ama. Ella se asoma al instante y su risa es más suave que el golpe de la nuez minúscula en el cristal. B la aguarda junto a la verja mientras juega con las cáscaras, alguna quedará entera para entregársela al salir. La muchacha sale cubierta con un vestido azul de puntos amarillos, como pequeños soles encima de su cuerpo. Se toman de la mano, por la calle los coches persiguen su destino, flotando en el lago inmóvil del asfalto. Algún peatón sin prisa sonríe al verlos y sigue su camino, con la cabeza perdida en sus preocupaciones. Las manos de los jóvenes son un motor de cuatro tiempos, su combustión los abrasa y aligera. A veces se detienen a ver una vitrina pero no observan lo que allí se exhibe sino que contemplan su sonrisa en el reflejo. Caminan, caminan, cada paso suyo es un kilómetro en la acera, son la espuma del caudal navegando entre la muchedumbre. De pronto la frontera queda atrás, los coches, el ruido, el sopor. La calle es un horizonte ardiendo. Se vuelven y tras ellos hay una capa gris. Se miran, por un instante los recorre un escalofrío y entonces comprenden: están completamente solos en la esquina donde termina el mundo.

  • Autor: Benjamín Castro (Offline Offline)
  • Publicado: 3 de julio de 2021 a las 14:40
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 15
  • Usuarios favoritos de este poema: Augusto Fleid
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