Incluso la poesía me ha dado la espalda.
Incluso Ella me ha soltado de la mano en esta hora demasiado triste
en la que sentir la soledad descarnada y muda.
Ni siquiera un corazón lastimado, roto y melancólico como el mío
puede hacer frente a unos versos que se hilan entre suspiros de llanto
y el añil lúgubre y maltrecho de un cielo que, a regañadientes, clarea.
Ni tan sólo me encuentra el ritmo, ni la rima,
ni me acuna el tiempo el alma para describir un dolor
que se derrama en gotas de lluvia por los rayos ceniza de la horquilla de mi pelo
y resbala cadencioso por esta piel que siento ajena, extraña, molesta,
porque ni mis órganos me pertenecen esta noche. No soy mía
ni del viento. Soy del negro duelo que esconde el quebranto donde me escondo
resguardada del mundo angosto, sombrío, despiadado
que implacable va arrancando una a una, hasta que sangran,
las postillas de una herida de dolor perenne y vieja.
No soy de carne o de hueso. No soy de sal o de arena.
No soy nada más que lamento blanco, recurrente, quedo.
Mi memoria quedó anclada en el bancal hiriente
del instante fugaz de un pasado sempiterno.
Ni la poesía me tiene en esta hora aunque me busque.
Hoy sólo soy azul, lejano, trémulo, frío, desierto.
- Autor: Fátima Aranda ( Offline)
- Publicado: 5 de julio de 2021 a las 08:03
- Categoría: Triste
- Lecturas: 57
- Usuarios favoritos de este poema: Augusto Fleid
Comentarios1
Genial, Fátima!
Gracias, amigo.
Un abrazo enorme.
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