Pasaron 39 años y tengo la sensación que todo sucedió hace minutos.
Llegamos a la Isla Soledad, creo que el 29 de abril de 1982. Fuimos caminando desde el aeropuerto hacia Puerto Argentino. En un momento me entregaron una pesada caja de municiones para nuestros cañones de 30 mm. Era tal el peso que el oficial se dio cuenta que no podía cargar con ella y dispuso que la llevara otro soldado. Calculo que marchamos cuatro km.
Al llegar al pueblo nos reunió el mayor, nuestro oficial de más alto rango y nos informó que si llegaban en un barco mercante todos los pertrechos nos trasladarían, cruzando el mar en helicóptero a la Península Camber. De no llegar el material de nuestra batería, seríamos destinados a combatir en alguno de los cerros o colinas situadas al oeste o noroeste. Allí las cosas tomarían un cariz mucho más riesgoso puesto que los británicos debían obligadamente encontrarse con nosotros para apoderarse de Puerto Argentino. De hecho las batallas en los cerros, especialmente la del Monte Longdom fueron crueles y terribles.
Yo veía desde mi posición, por las noches, los proyectiles trazantes que ascendían y descendían en todas las alturas del oeste especialmente.
Lloviznaba o llovía y la niebla nos envolvía como un abrigo muy frío y perverso porque no se apiadaba de los soldados de ambos bandos…
Qué recuerdos intensos y penetrantes que castigan nuestros corazones y almas; esto no ha cambiado…sigue lastimando mi espíritu hasta estos días.
Veía Puerto Argentino y las colinas a través de las maderas que dejaban espacios que nos protegían del agua, del viento y del frío.
Las luces del pueblo me recordaban tristemente la luz de una lámpara de mesa situada en un chalet de Mar del Plata.
Caen gotas tiernas e inocentes pero nos lastiman y nos causan dolor, frío, nos dan miedo y parálisis, ataques de pánico.
Yo sigo mi marcha, mis botas húmedas se hunden en la tierra que está sólo plagada de arbustos pequeños ya que no hay árboles. El frío apagó la naturaleza; esto es un páramo melancólico del que nos apartamos porque nuestras mentes y corazones silencian el miedo.
Eduardo Nicolás Romera
- Autor: rome (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 8 de julio de 2021 a las 00:26
- Categoría: Triste
- Lecturas: 20
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