El tiempo

Entonces que debo hacer pregunte al aire. Esperar al tiempo me contesto. El tiempo es capaz de todo, borra aquello que se ha marcado fuerte, deshace aquello que se ha formado. Por eso igual, no te aferres a la belleza, sin duda alguna es la primera en hacer maletas e irse. Las cosas, estas por defecto se pierden. El tiempo es intimo del olvido y no respeta nombres, caras ni circunstancias. Solo no te aferres a nada, seguía diciendo, deja fluir lo que es necesario que fluya, que surja lo impredecible y que pase lo incontrolable, y que por de pronto sorprenda a la sorpresa. Porque al fin de todo el tiempo va pasar, y por increíble o no, jamás dará la oportunidad de resarcir las secuelas de la conciencia... Pero yo, irrevocablemente con la convicción de mi terquedad obsoleta que el tiempo aun no ha borrado, dije. ¿Pero qué hago si una parte flamante surge en mi y me asfixia? El tiempo se encargara de apagarla, me ha resuelto la pregunta. Como el agua se disuelve, la flama se evapora, queda humo y eso es el recuerdo de lo inolvidable vuelto olvido. ¿Se supone que eso debía ser un alivio? Para nada, era solo parte de la realidad, y asumí que hay tempus largos y tempus cortos. En uño puedo reivindicar mis emociones, darles vuelta y echarles fuego, que estas quemen o a su vez, que se vuelvan hielo. En una semana puedo volver a jugar con las constelaciones al cielo, en tres meses, cuatro días, cinco horas, puedo volver a ponerle letras a este escrito al descubierto... o quizá, uno nunca sabe, puede que este cerrando los ojos para encaminarme a la eternidad de la duda, y quizá solo tenga las posibilidades de un resumen breve en mi epitafio, señalando que el dolor también es parte de la inmensurable dicha de nosotros los humanitos. En tres segundos y chasqueando, puede que todo este dolor lo haya envuelto en el arte, cualesquiera, que ahora mismo me este pulsando. El tiempo, el tiempo es tan impredecible como veloz.