Andamos siempre evitándonos a nosotros mismos, evitamos vernos las entrañas para disimular el malestar que nos causa nuestro interior.
A veces, pocos momentos donde nos sentamos a la orilla del sofá, de la cama, del excusado con los ojos en la nada como estar sentados a la orilla del abismo y una pregunta salta a nuestra mente, una pregunta nunca una respuesta, ¿qué estoy haciendo?
Esa pregunta nunca se genera sola, al azar, por lo general brinca a nuestro consiente cuando algo de todo nos genera náusea, por lo general algo que acabamos de hacer, decir, comer, ver… y parece una reacción de nuestro cuerpo para advertirnos que estamos muy cerca de no reconocernos y sería mejor retroceder, pero ¿cómo se retrocede de uno mismo?.
Pocas, muy pocas veces hacemos caso de esa advertencia y seguimos en el juego hasta que un día la pregunta es ¿quién soy? y entonces es tarde, no hay nada más que abismo, no hay tierra a la cual retroceder en la inconsciencia de uno mismo.
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