**~Novela Corta - Frío Amor - Parte I~**

Zoraya M. Rodríguez

Oliver era un mecánico de la vida y de automóviles en la avenida inglesa de su propio país natal. Cuando a la verdad ¿logró amar?, no se sabe, si al final de su vida se dedicó a amar o no. Porque cuando en el camino de su vida, logró encontrar varios amores, pero, era inconcluso e irreal el saber en que amará para siempre, si en su corta vida logró hallar a dos o tres amores que ni tan siquiera recuerda Oliver como amores. Oliver un hombre fuerte y capaz de amar a cualquier mujer se desvive de ansiedad y de temores inconclusos de buena benevolencia y de maldiciones malas en saber de que su vida vá por mala percepción si no halla el amor correspondido y tan verdadero como el de un amor amado y ser correspondido naturalmente como se debe de amar. Cuando se sintió como el suave desenlace o el mayor combate de creer de que el amor para un mecánico no era casualmente correspondido debidamente como querer entregar el coraje del amor a consecuencia del verdadero amor. Sólo él, Oliver, sólo sentía un frío amor a razón de la verdad, cuando en el trance de la verdad y de la razón automatizando la espera y tan inesperada de creer en el amor a ciegas y sin amor pasional en el mismo corazón. Si en el alma dejó de amar cuando en el tiempo, sólo en el crepúsculo o en el mismo ocaso se vió aterrado el vil desastre de creer en el alma sintiendo el frío amor como un amor sin consecuencias, sin pasiones y sin tentaciones frías. Cuando en el alma de Oliver corrió a hacer como un alma sin luz, sin amor, sin herida, sin odios, sin buenas acciones, sin recelos, sin dolores, y sin amarguras de un sólo amor terrible en esa alma que pide amor como cualquier otro individuo que desea amar. Y era Oliver, el que quería ser como el mecánico de entrever un amor en su vida y más en su corazón amando lo que nunca jamás entre su alma perdida sin amor alguno. Y sintió el mal amor en su corazón, en su razón, cuando no halló el amor en su propio coraje de sentir el amor a consecuencia de la corta atracción del amor en que no halló jamás ni nunca un sólo amor como el de Anaís. Anaís, una joven inglesa, y de mucha perseverancia y audacia, cuando sólo quería hallar el amor sintiendo la pureza en el amor en su propio corazón. Cuando en el amor requerido en su propio corazón, se dijo que el amor lo encontrará amando desde su propio corazón. Cuando descubrió que el enlace del amor sólo le quedó como órbita lunar atrapando como la línea imaginaria del Ecuador a su esperanza, y más a su cuerpo esperando por el tiempo, o por el ocaso lleno de ansiedades nuevas, y destruyendo el odio en cada reflejo de la vida misma. Y amó el mecánico Oliver a Anaís, la halló en el “pub”, cercano a su hogar, y a su trabajo predilecto. La conoció y la acechó como amor, cuando en el reflejo se edificó como tormento de creer en el amor sin consecuencias, sin amores, sin pasiones, sin odios, ni celos venideros. Cuando calló avaramente y destrozó su huérfana luz en cada sentir de ese frío amor en el mismo corazón. Cuando en el suburbio de lo acontecido se dió como el mismo mal instante de creer en el alma y más en el amor sin consecuencias autónomas de creer en el frío amor. 

Y Oliver cruzó la senda de la avenida inglesa para llegar y acudir a su trabajo para laborar como un mećanico diestro en la compañía inglesa de automóviles. Cuando su esencia como hombre, y como un mecánico sintiendo el frío amor de Anaís, pues, quiso ser como el mismo tiempo, o como el mismo infierno o como el mismo fuego ardiente en la coraza de su corazón, cuando se funde el amor con la pasión, y dió ardientemente un frío amor, pues, en el tiempo, y en cada mala sensación de la vida, se electrizó la espera y tan inesperada de saber y de creer en el combate de seguir con el frío amor, cuando su esencia y más su corazón sólo sentía un combate inerte e inestable. Cuando en el alma y en la calma se amó fríamente, de creer en el amor frío y tan gélido como el mismo invierno o como la misma nieve en el mismo suelo donde se resbala la vida sin poder caminar en ella. Y se creó un frío amor cuando se intensificó el mal desastre de creer en el acecho de sentir el frío amor en su conciencia. Cuando Oliver quiso ser como la misma luz en el alma amando cruelmente, y vilmente, en el alma cuando no pudo más con un frío amor, y sin intención alguna, sin consecuencia alguna, y sin amor pasional, sólo ellos sentían un frío amor en el mismo coraje del corazón.

Y subió por el umbral despidiendo el frío amor de su propio corazón. Cuando en el alma y más en su calma embistió por tanto y por mucho el coraje en su propio corazón, cuando en el ingrato porvenir se dijo que en el sentido adverso, se electrizó la forma de no creer en el frío amor. Y tan aciago fue su porvenir y tan funesto como la misma tormenta en caer desde el mismo cielo automatizando la espera y tan inesperada. Y tan frío amor como lo fue el embarcar en el navío dando sorpresas en el alma, y como un solo náufrago quedar en el tiempo y más en el ocaso muerto de creer en el flavo color como el embate en decidir como lo que más pasó con el frío amor entre Oliver y Anaís. Y Anaís, una joven de edad madura y de ojos color café, cuando su delirio delirante de un coraje entre su corazón y su pasión, se dedicó a ser como el mismo imperio soslayando en el frío dolor. Y de poder creer en el frío amor de Oliver y de Anaís, se dió como lo más imposible de creer en el camino lleno de gélido hielo y destrozando la senda, por la cual, Oliver caminaba para atraer el amor candente, ardiente, y pasional a su corta vida. Cuando en el percance de todo y de la nada en poder olvidar el frío amor, si el olvido es y será como el mismo gélido hielo, cuando en el trance de la imperfección se electrizó la forma de amar y de venerar el amor en cada pasión, y en cada suburbio del mismo corazón amando más y más, y con la totalidad del frío amor, que aunque fue tan álgido como la misma nieve fría que cae desde lo más profundo del mismo cielo en que vé a Oliver y a Anaís como un frío amor. Y sintiendo el frío amor en camisas sin sudores pasionales, sin amor inconcluso, y sin más amor que el mismo sentimiento que pasó y que cruzó la vereda en que el mecánico Oliver se vió atormentado y todo y por un frío amor.    

Bajó por la avenida inglesa, y quiso en ser entre callejones de escuela directa, un sólo ser desértico, solo y en sola soledad, cuando en el percance de todo se dió lo más efímero y lo más postrero de un todo. Cuando bajó aquel callejón y de aquella avenida inglesa, cuando el tiempo y en el ocaso frío se fue del percance en ladrillos de color anaranjado, cuando en el ocaso se parece como el frío porvenir de un flavo color, cuando en el convite se siente como el mismo desafío. Si dentro del instante y mal amor quedó como una soledad y sin un amor. Y en su interior sólo poder descifrar el alma en un eterno suburbio en poder creer que su esencia eres aquel frío amor. Universalmente se fue por donde sale el sol en el cielo. Y disfrutó lo que más quiso en ser como un mecánico con un frío amor. Hacer un delirio desafiante como un torrencial único y un frío amor mal consecuente. Que desafía el instinto en un sólo mal delirante y latente frío amor y una sola pasión. Cuando en ser un mecánico diestro se sintió con un sólo frío amor y sin venerar lo que en una mala situación se identifica como un sólo sólido tormento cuando se vió sólo y tan desafiante como el mismo imperio. Que dentro de su propia vida y existencia se dedicó en ser fuerte como el mismo único imperio destrozando como juntar las fuerzas inertes de un frío amor. Reivindicar el amor en momentos pasados sólo se debió de creer en el amor a toda costa. Y bajó por la avenida inglesa donde se halla su taller de mecánica ofreciendo servicios a los conciudadanos que viven cerca de esa avenida inglesa. Cuando en su vida y en su corta, pero, larga existencia, sólo creyó en desaparecer, pero, quedó tan real como el haber sido Oliver el diestro mecánico y amor de Anaís, el frío amor de Anaís. Y Oliver frío como el mismo hielo o como la misma nieve que cae en el suelo, sólo quiso ser como el mismo corazón querer amar a pesar del frío que sentía o que él Oliver percibe. Cuando, de repente, se vió atormentado y gélido como el mismo frío, pero, cayó en cuenta en algo, cuando en el trance perfecto de la vida misma cayó en redención sólo con el reflejo del sol como el único calor que sentía como sensación. Si deliberó en algo en que el frío sólo lo siente en su corazón, era como abrir el cielo de infinito deseo, y saber que la cruda realidad era soportar el frío amor, que le parece que ningún amor le llegaría. Cuando Oliver, quiso entregar vida y alma a ese gran amor se le puso el corazón dentro de una botella mágica, y llevó lo que nunca creen, a un frío corazón y con un frío amor muy dentro en esa pobre botella. Y llegó a su destino frío, y mal consecuente, a un país dentro del cálido funesto desenlace después de ese mar abierto donde corrió esa botella dando vueltas hasta hacer de ello un frío amor. 

Y Oliver, corrió lejos dejando un fuerte abrazo a la vida y más al corazón vacío inerte de soles nuevos y de estrellas nuevas en el mismo cielo. Y quiso ser ése hombre mal bravío, tosco, y rudo, y estrepitosamente fuerte, porque cuando en el alma, se llenó de deseos nuevos se llenó de ambiciones nuevas, y de indirectas soslayando en el tiempo, y más en el incierto porvenir, creyendo que en el alma se abasteció de sorpresas dadas, y más aún por un frío amor. Y creció el alma de Oliver, cuando en el embrague de la mala suerte, posee y trae un frío amor de esos en que se ganó un tormento creyendo en que el delirio sueña en vez por una cruel pesadilla. Y desatando la furia nueva en cada redención del mismo corazón, buscando un sólo tiempo y un sólo desnudo en el alma y en el cuerpo aún sigue sintiendo el frío amor de Anaís. Anaís, sí, la joven que amó con frío amor a Oliver, cuando en el altercado frío se dedicó a ser tan fuerte como el mismo corazón amando. Y sí, se fue del tiempo, y más de la llama de la hoguera donde arde el temor a ser como el frío amor, y tan rudo y tosco y tan fuerte, pero, con un sólo frío amor. El amor que desnudó el tiempo, y más la esencia amarga como la hiel misma destrozando el combate de creer en el destino y tan frío como ese frío amo que le llegó por culpas de la vida inconsciente y devastada por el amor y por el tiempo en que sólo quiso ser rudo, tosco y tan fuerte como la vida misma. Cuando en el deseo y el mal coraje de observar la vida, quedó como luna atrapada en el color nácar de la pureza intacta de ella misma. Y supo algo Oliver, que su esencia de hombre perfecto cayó en un suburbio automatizando la espera y la gran compañía de ver y de creer en el desperfecto de su propio corazón, a un sólo hombre dedicado en forma adyacente y tan cruel, de que el mundo y su corazón se veía muerto y sin razón de vivir, pero, llegó un acuerdo entre dos cosas o más, y fue entre Anaís y Oliver, con un frío amor. 

Y Oliver logró buscar en su corazón, y más en su esencia de hombre, la cálida avidez y la codicia de creer en el frío amor a cuenta gotas. Una dosis del veneno que le gustó, pero, a cuenta gotas, con gotas pasionales y con indirecto amor sobre la misma piel. Y desnudando el acecho de creer en el frío amor y tan cálido como poder borrar o bifurcar en el trance de la vida misma, cuando ocurre el desastre de ir y de venir suavemente, fue como saber que el destino es frío como el alma gélida, y abastecida de tormentos desérticos dentro del mismo momento. Cuando Oliver corrió a entregar el alma, lo que le faltó por tener un cálido amor, no se le ocurrió más que perder el amor que le quedó. Cuando no le faltó más que perder a su propia alma, y la luz que de ella emana, cuando en el trance del olvido, quedó como buscar un torrente de inciertos desafiantes de fríos amores al rescoldo de la hoguera por donde se pasean las cenizas y tan heladas y tan intactas de ese amor puro e inocente que le está entregando a Anaís. Y Oliver desató las cadenas frías del alma, pero, quedó barriendo en el suelo las hojas que caen del otoño pasado. Y quedó Oliver, como un triunfante de la vida misma, como condona toda tentación fría desde sus adentros más pacíficos cuando le llegó el frío amor. Y como de costumbre corrió en esa avenida inglesa por donde el umbral y callejón abajo sólo se llenó de iras insolventes de creer morir y todo por un frío amor. Cuando calló lo que calla un hombre, el frío amor, destrozando la verdad, y el pasaje vivido, en una fuerte corazonada, cuando en el odio y en el rencor se alegró de creer tener un amor y tan cálido como el mismo sol latente que se paseó por el mismo cielo azul. Cuando en el aire socavó muy dentro del instante si cayó de rodillas hacia el interior de su alma, y vió que no tenía más luz, que no creyó más en la luz opaca de la vida caída, cuando se figuró en el alma esa luz que poseía y dentro del coraje por amar. Cuando en el combate de todo y de la nada del frío amor, se intensificó más el deseo de amar la crueldad de un veraniego sol, pero, en el cielo cruel de tempestades, si cayó el relámpago, cuando ocurrió lo imposible de amar a cuestas de la sola razón. Cuando Oliver en esa avenida inglesa, bajó el umbral calle abajo, y quiso ser fuerte como la dicha, y tosco como el árbol de roble, y rudo como aquella fuerza en que se dedicó la complacencia en amar lo que más quiso amar a un total y desastroso frío amor. Cuando en el alma quiso ser como el mismo coraje de ver en el cielo un alma fría buscando a un frío amor que es lo único que logró conseguir. Sólo el tiempo no expiró como el embrague de un tormento, cuando no soslayó un tiempo, en el cual, el frío amor se tornó áspero como la crueldad de un sólo mal deseo, cuando ocurrió de que el frío amor le llegaría y que no se fuera jamás. Y lo sintió y lo percibió y lo demostró de que el sueño se tornó pesadilla, cuando le llegó el frío amor por encomiendas de la vida misma, si fue como predicar el combate de creer en el alma y que en un sólo hielo se sintió álgido como la misma nieve que caía entre la avenida inglesa y el umbral callejón abajo. Y el frío amor quedó como sofocando una sola espera y un sólo mal deseo de entrever el delirio delirante de creer en el sol en la piel bronceando a la misma piel. Cuando en el ingrato porvenir se identificó como el pasaje de vivir a cuestas de la pura verdad y de que el trance de lo imperfecto se vió aferrado al alma fría y en tiempos de soledades muertas yacen en aquel umbral callejón abajo. Cuando en el altercado entre la camorra investida entre el tormento y el frío amor, como ocurre el desafío de ver el cielo entre lo que más se acecha el mal comienzo de entrever el desafío de creer en el indicativo tormento. Cuando en la imposibilidad de ver el cielo de azul lo vió sólo de tempestades frías y de penumbras de sombras en soledades desérticas. Cuando a su frío amor, sólo lo vió perecer entre escombros y escollos de una pregunta, en la cual, se creía en que el delirio se fue como tormentas de soledades y tan inciertas como el haber dado con el sol en el cielo mismo donde corría el tiempo como lo fue expirar el ocaso en los mismos ojos de luz. Si Oliver sólo presiente como el embate de dar con el sol, bronceando el cálido sol en la misma piel. Y Oliver desnudó el cuerpo, el tiempo y más a su corazón dejando sentir los latidos de su propio corazón, cuando en el alma fría, se identificó como el mismo peligro, cuando no tenía ni poseía luz candente. Si Oliver se fue por el rumbo sin corta dirección, sin un atajo, sino un camino largo como el de la eternidad cuando subió y no bajaba del cielo. Cuando en el trance imperfecto de la mala esencia se fue como tormento, y como una gran mentira buscando un ademán y tan frío como la misma piel o como la misma nieve o como el mismo mal sentido adverso. Y continúo Oliver sintiendo el frío y en contra de un tormento se abrió el mal deseo de averiguar en su vida y más en su camino un mal desastre de creer en lo imperfecto de un mal momento. Cuando en la manera y en la forma de atraer el combate de creer en la mala suerte de ver el cielo de tempestades frías y de muerte insegura de creer en el frío amor es como el desastre de morir bajo el imperio de soslayar el instante en que se pierde el cometa de luz. Si como en el imperio de sentir el silencio opaco y de muerte adyacente de creer en el convite de amar fríamente, si se perdió en el trance imperfecto de creer en lo imposible de amar bajo el cálido sol como todas las parejas. Y Oliver, vió el tormento, y más el desvarío de una lupa aumentando con poder su esencia. Y yá su alma fría, y devastada se vió fríamente entre el hielo y el más frío de los momentos, cuando ocurrió el desvarío penetrante de querer llegar a lograr a amarrar el ocaso entre fríos amores como el de él, Oliver entre acurrucos de sombras de soles y de destrozos de un trozo nuevo en el combate de ver el cielo en sus ojos de luz opaca por un frío amor. Cuando destrozas en el alma una luz descendente, y tan condescendiente y tan ascendente como en el mismo cielo abrir el deseo en borrar y callar el reflejo del alma, y de un roto corazón, en contra del paraje del amor en el sobrio corazón. Cuando en el cielo y en el universo devastado se cree en que el alma se siente como el suave delirio frío e ineficaz como el mismo universo clandestino, cuando el alma ríe y en pie firme de creer en ese frío amor.

Cuando Anaís llega de un viaje por el Caribe, se siente tan gélida como el mismo viento frío, cuando se da cuenta de que el reflejo del sol, lo había dejado en occidente y no en oriente, cuando se debate una sola espera de esperar lo trascendental y lo traslúcido de un solo diamante en su cruel camino. Y cuando llegó Anaís, sólo debió de creer en el sol, en ese sol a cuestas de la corta razón, y de un tormento nuevo, cuando en la tempestad se olvidó de traer consigo a ese sol. Cuando en un instante debió de atormentar de creer en el desierto mágico de creer en el desierto universal de ver el sol a cuestas de la terrible tempestad, a cuestas de la sola razón. Si Oliver se dedicó en ser como el trance de lo inusual y por un combate de ver el cielo de azul y en contra de un todo se veía universalmente oscuro y en total de sombras inertes como las de un sólo instante en que se dió como el paraíso nuevo de creer en el destino frío y sin más que el desierto frío. Si ocurre la sola traición de creer en el sol a cuestas del solo pecado de tener el cielo como una cruel y tan sórdida tempestad. Cuando se derrite el mal comienzo y se da de nuevo el por qué mortal de una tajada en el alma fría y álgida como el deseo de morir. Cuando ocurre la señal de un pasaje de vivir y de morir bajo las sombras adyacentes de creer en el deterioro vivido de ver la vida como cometa de luz. Cuando Oliver cree en el desierto mágico de ver y de señalar el cielo como una cruel tempestad, pero, no, no era así, si era como una mentira devastada de ese desierto. Y Oliver como una verdad o una mentira en una sola soledad se dió lo que más se enfrió como un témpano de hielo, y tan frío como las mismas estalactitas y estalagmitas que crecen y se dan en el techo y en el suelo de Oliver. Y tanto frío como la misma roca en que se pierde el rencor de poder recordar y devorar el tiempo y más en el ocaso vivo. 

Cuando en el frío invierno cayó en pedazos en el corazón de Oliver. Cuando, de repente, se ofreció en el alma una sola plenitud, y una sola bondad. Y Oliver con ese frío amor de Anaís, sólo se dió una importante, pero, una débil atracción por querer amarrar ese frío amor al invierno seco del equinoccio que pasaba. Cuando en el instante atemorizó de espantos nocturnos cuando en el embate de creer en el alma fría, se sintió como el fuego clandestino, o como el candente frío dentro del ocaso muerto. Cuando el instante aferró al ocaso frío al frío amor y en cada recuerdo del corazón un pedazo de tiempo y de cruz formando un sólo mal olvido. Y Oliver se fue de rumbo y sin dirección, porque cuando llegó Anaís, del Caribe hacia Oriente, hacia la avenida inglesa donde pernocta Oliver, en su taller de mecánica, sólo se aterró y se horrorizó en el umbral del callejón abajo. Cuando en el ocaso frío Oliver y devastado de escalofríos dentro del mal instante se fue como el mismo callejón abajo, si sólo se escuchó un grito como luna en el cielo, cuando en el cielo se enfrío como órbita lunar en el cielo. Si dentro de ese invierno cayó como lluvia en el evento de ver renacer la lluvia en el cielo vestido de añil en la noche fría de tempestad. Si cuando Oliver quiso amar a Anaís, sólo sintió y presintió un tormento frío y devastado como el frío amor. Como cuando en el alma se enfureció de tal manera cuando en la alborada se entristeció de tal forma como el mismo instante, en el cual, se aferró el sólo trance de creer en el desierto mágico de ver el cielo de frío amor.    



Continuará……………………………………………………………………………………….

  • Autor: EMYZAG (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 15 de julio de 2021 a las 00:04
  • Comentario del autor sobre el poema: Oliver sólo siente un frío amor cuando conoce a Anaís… y sigue sintiendo un frío amor al buscar amor… desesperadamente…Mi 24ta novela corta del año 2021… Mi #62 de novelas cortas hasta el año 2021…
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 10
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