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Tyr

El hedor de los rumores, cubría el piso de aquel lugar, parecería tal cual, que nadie iba a enterarse de lo ahí ocurrido. Porque entre secretos y susurros, la verdad era el único arcano que nunca se dijo.

Las ventanas dejaban entrar moscas, atraídas por la podredumbre de sus pensamientos, el asqueroso color de su mente trascendía las fronteras de lo inmaterial y atraía con su olor la muerte. No era para menos, su mirada incandescente desnudaba monjas con la pupila, su boca exhalaba el aroma fuerte de un licor muy añejo y sin embargo era bien entendido cuando cruzaba la calle, si los ojos ajenos le rechazaban, que los suyos traspasarían la materia al dirigirse al otro lado de las miradas.

 

Se sabía poco de su vida, todo lo que a cuenta gotas preguntaban los curiosos, se decía a través del vulgo, ya que las amistades no le sobraban y su mirada parecía disfrutar misantropías entre los barrotes de su ventana. La gente se preguntaba al pasar por su casa, que pasaba por su mente que reflejaba tantos horrores a la simple vista del habla y este como fuego, ardía con las gases de su simple presencia en una plática, sin embargo, en la intimidad de su alma, el conocía todos los secretos de una buena amistad y las apariencias no le eran indiferentes al sentirse seguras con el, al punto de ser sinceras.

 

El soliloquio lo buscaba para encarnar la materia oscura de su podrida mente en el inconsciente de lo colectivo, en donde quedaría como registro, el recuerdo de su alma en gusanada de deseos, ardiendo al alcanzar un éxtasis de soledad en vela de juicio, de un juicio mortal que gruñía en su mirada, al preguntarse, si era verdad que lo disfrutaba o era lo que en la alacena escondía para tragar sin fruncir el seño por el sabor del olvido. Podría mentirse y seguir adelante, creyendo conjeturas de el mismo, que no revelaban arcanos a la vista del pensamiento, a no ser, que este viniera con intensiones dispersas y que en pasiones su atención quedara atrapada, el suficiente tiempo para engendrar una expresión, una relación entre el y sus secretos, aquellos que ni su disfuncional psique comprendía, pero que sin embargo, eran pieza de su alma.

 

A medida los discursos crecían a través de su mirada, los rumores de los curiosos, a corto plazo su saña escondían, al otro lado de la pared escuchando a través de un vaso, cualquiera que fuera la locura, que la soledad y el loco, dispararan al viento, sin importar lo que decían, sin importar lo que ahí había, eran los entrometidos los que le construían en la mente del colectivo, porque sus secretos, cual acertijo, hasta a su propia atención despreciaban atender.

En su mente crecían las interrogantes y se hacían más prontas sus propias preguntas, pareciera un sonar tranquilo el de unas tazas de café y unos platos, al cabo de unos años ya no importaba, aquella oscura casa, que apestaba a pensamiento, ya podía ser ignorada, porque ni impetuoso, ni respetuoso, se escondió en la irrelevancia, tras encumbrar un verso en la nube, dándose cuenta que la putrefacción de las almas, ya había extendido gangrena en los registros de lo insondable, tras una excusa que los espías solían llamar internet, sin embargo, tampoco era relevante, un hedonismo compartido que no capturaba su atención, no obstante, en ciertas tardes peculiares, donde la lluvia convertía en grises los días, imaginaba las nubes de las mentes de sus vecinos, pensando  cuando iban a ser desvirginadas o que iban a comer en ese momento, toda clase de pensamientos son válidos en ese espacio, solía pensar sin dejar salir ni un paso a sus deseos.

Hambriento de aires diferentes, comenzó a disfrutar un mundo distinto, al notar la velocidad con la que moría la gente que no le importaba a traves de los años, el olor de su recuerdo, no le era indiferente, pero era un registro que solo tenía sentido en su mente, aunque cuando lo evocaba, olía sus muertes y el aroma profundo de un alma dejando su cuerpo, lo perseguía hasta que la costumbre le volvia su amigo.

Los sentimientos de la muerte no le eran irrelevantes, entre sus muchas preguntas, respuestas llovían, que no podía ignorar tan fácilmente, que pasaría con la muerte, cuando tocara su puerta, que decirle o como rechazarla, si el frio de su presencia era un talismán que alejaba la suerte, tal cual, la lluvia aleja las almas de las calles, sin embargo, el hilo tentador de un pensamiento, atrajo su mente hacia la desgracia, cuando pudo imaginar, que pasaría si en su casa, se plantara la muerte, si se iba papá o moría mamá, o su inflado hermano, imaginarlo solamente era plantearse que le arrancaran un brazo y nunca jamás poder gozarlo, es decir, nada después de ella volveria a ser igual, la muerte sin lugar a duda, merecía respeto y los muertos, ser recordados en esencia o en el corazón llevar su recuerdo.

 

La existencia en general tenía muchas cosas interesantes que mostrarle, la muerte, la vida, el tiempo, el amor, el desamor, el café y su aroma que se lo llevaba el viento, etc. Solo pensarlo, sus pensamientos se retorcían y comían al son de carne podrida a su mente y lo que en ella había. A pesar de no ser el más popular o deseado de los amigos, cosas buenas se asomaban tras sus ventanas. Imaginarse amando correspondía a una serie de elementos, que convertían el amor en algo oscuro, solía pensar que al inyectar su alma en el útero de un ser amado, parasitaria desde el instante de una concepción hasta el mismísimo momento de la muerte, a la madre a lo largo del tiempo a un regazo para heredar su ADN a las nuevas generaciones en donde abrir de nuevo las ventanas de su alma tras su deceso sería un derecho.

 

En su mente había una oscuridad peligrosa, no del tipo que engendra el asesinato, sino aun peor, aquel era de la clase de gente que gustaba actuar diferente, no por cliché, no por no ser igual, cuando ser diferente, es ahora un nuevo equitativo entre la gente, era solamente su forma de vida, que le planteaba muchos puntos de vista para una sola esfera, cosas que sabia, cosas que ignoraba, cosas que hacia, cosas que no hacia, nada fuera de lo común, sin embargo, había algo en su podrida alma, que enriquecía a los arboles cuando pasaba y nutria su calma, cuando solo estaba… estando en el espacio, con las ventanas del alma quietas sin murmuro alguno que agitara la paz de un espacio oscuro, que con sus deseos sosiegos, entonaba el baile de una verdad.





Sus pestilentes aposentos, sometían la voluntad del día tras una cortina y una muy cómoda cama,
que solía acabar con la realidad cada noche de sueño. En ella la reproducción era placentera, aun más que la soledad cuando un equilátero se erguía en orgasmos y el clímax se volvía una esquina para dos, raro acontecimiento, no solo en estos días, sino en todas las épocas, que el placer se volviera plural al éxtasis, era una extensión del pensamiento que convertía al sexo y al amor, en una relación simbiótica, en donde o hay placer en los dos cuerpos, o no hay nada.

 

Las relaciones con el sexo opuesto, eran lo que podría llamar equitativas, daba el mismo placer que esperaba recibir y las pláticas no eran lo que se dice enriquecedoras, no sondeaban temas que fueran relevantes, ni para ellas, ni para el, lo que convertía al sexo en el protagonista de las relaciones. Nadie podía imaginar que un alma como la suya cuya existencia no tenía trascendencia ni siquiera para sí mismo, tuviera además, una media naranja que no estuviera ya mordida por la gente. Aun que culpar a la gente, por el mal estado de sus almas, tal vez fuese estúpido, pero también era idiota.

Rara vez encontraba a alguien lo suficientemente interesante, para extender la platica a mas que un ritual para invocar al sexo. En su haber la mujer era un ser que traía consigo infinitos elementos de interés, sin embargo, muchos de ellos, requerían de un compromiso que no podía darse el lujo de tomar. Aun que sin embargo era conciente de la belleza que las mujeres traían en si y consigo, lo que le hacia pensarlas distintas, era extraño, eran homogéneas al hombre, casi simétricas, sin embargo sus almas encordaban una síntesis de ideas distintas a las acostumbrados desde la apreciación masculina. Por lo que las féminas eran uno de sus intereses imposibles a entender, tras un telon de misterio que llevaría vidas explicar, la apreciación femenina de las cosas, le parecía por de mas interesante, lo lleva a entender que existía un lado distinto desde donde ellas aprecian el universo y sus maravillas, un lado que solo una mujer podía entender. Hasta el momento ninguna fémina, había logrado enamorarle, si, amaba a la mujer, pero en ella, las veía a todas y en todas, no lograba ver a una que protagonizara mas alla de sus intereses intelectuales, su fermentada esencia.


 

  • Autor: Tyr (Offline Offline)
  • Publicado: 15 de julio de 2021 a las 19:15
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 29
  • Usuarios favoritos de este poema: Augusto Fleid
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