Anduve por aquí... ya me voy por donde he venido.
Dibujé una muchacha en las cortinas
que separan mi hastío del sol de primavera.
Hicimos escaleras con cartas españolas
y por poco, muy poco, no tocamos las nubes.
Bailamos lentamente a favor de una brisa pasajera.
Bebimos juntos un té muy a la inglesa,
ella con “cookies with jam” y yo con tostadas
sabor dulce de leche.
Hablábamos de nieblas, de bosques y empedrados,
de castillos medievales y casonas antiguas, de lagos escondidos
y montañas nevadas.
Hablábamos de los fantásticos escritos del poeta aquel del paisito
(como él llamaba a su Uruguay querido); del “Enamorarse y No” ,
tiramos “Una botella al mar” y nos sentamos muy juntos “A la izquierda del roble”.
Yo le escribí poemas a sus manos blancas y delgadas,
a su sonrisa triste y luminosa, a su andar de gacela
por las campiñas verdes.
Ella surcó mis pampas con su violín al viento y bajó las estrellas
y acarició las rosas y dejó su fragancia de jazmín y canela
entre mis simples cosas.
Hicimos todo un juego de lo que fue complejo.
La muchacha del dibujo se hizo cada vez más delgada
y de a poco empezó a borrarse.
Le había dado voz y ya no le escuchaba.
Le había puesto brillo en sus bonitos ojos y ese brillo
se fue desvaneciendo como la última estrella
al llegar el día.
Yo amé profundamente a la muchacha del dibujo.
Y ella a mí, seguramente.
El cortinado ha envejecido y yo también.
Ahora sólo juego con palabras que bullen en mi mente
y tratan de darle nueva vida a esa imagen ajada
sin poder lograrlo.
Derechos reservados por Ruben Maldonado.
- Autor: benchy43 (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 24 de julio de 2021 a las 00:03
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 73
Comentarios1
Triste pero cierto..
Dejo un dejo de nostalgia.
Amigo poeta.
Isabel.
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