Bicicleta en otoño

Bicicleta en otoño    

Bicicleta en otoño…

serval lagarta,

ya descansas bajo el árbol frondoso del otoño.

Ternera guacha de Eritrea,

tus palillos se cansaron de tejer todas las distancias,

así como la maseta de la morena rastrojera

de golpear la puerta de las vainas y las penas.

Sobre el pedal detenido,

una hoja intenta en vano girar tu manivela

y un ocio de victoria, digita el reposo,

de tus orbitales carruseles oxidados.

El foco que perseguía con su lazo las tinieblas,

ahora, como un quiltro goloso mira al suelo.

Tus sandalias,

parecen buscar su media ausencia

entre las antorchas cobrizas de los bálagos.

Bicicleta en otoño…

cierva herida en ocre y en sepia deslavada,

pronto te irás haciendo sin sustancia,

liberada de riendas y pellones,

como un amor gitano en la agonía;

despeonada del silbo campesino.

Vaharina gata friolenta,

vertiginosa ermitaña de mis días,

el patio ya te busca en el zaguán de su cencerro

y el cuaderno que aprendió a leer bajo tu alero,

gime un silencio de sílabas vacías.

Bicicleta en otoño…

cierva herida en ocre y en sepia deslavada,

en partículas leves te vas ya deshaciendo

bajo mi única camisa de la escuela,

que cuelga como un Cristo atormentado del cordel.

Las farolas de las casas patronales,

ojerosas dormitan tras los catamilos,

algunas lauchas te miran

con sus canastos llenos de bellotas,

como si fueras la única habitante de un ensueño.

Cenicienta emperatriz de los senderos,

dame una hora final dentro de tu cielo,

hazme un puñado de tu cieno supremo,

de tu duelo absoluto de libertad y cautiverio

de libertad y cautiverio…

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