Carta a mis demonios

Estimados demonios:

En respuesta a vuestra petición suplicándome que os deje salir de mí, debo ser tajante: ¡No, no y no! Acordaos cuando llegasteis sin yo haberos llamado, por vuestro propio pie , sollozando tras haber sido expulsados del último círculo de la Divina comedia, rogándome que os acogiera o de lo contrario vuestra existencia se vería encadenada a un calvario. Veníais desnutridos y traqueteándoos de frío los dientes, de pies a cabeza tiesos, apoyados en vuestros tridentes erais apenas rabo y pellejo adheridos a los huesos, y me vi con la obligación moral de daros la bienvenida para evitar que vuestro mal arruinara otra vida.

Al principio fue duro convivir con vosotros dentro, pero ante el oscuro reto de permanecer frente a vuestras exigencias quieto, jugando al despiste, os salí al encuentro disfrazado de cortesana. Mas como en estos casos la paciencia no me asiste y suelo comerme el pan antes que la gana, aunque resultó grandioso presenciar vuestra disputa fraticida por poseerme, mientras os despellejabais digerí la fruta prohibida.

Siglos me llevó domesticaros, de mi inocencia hicisteis una piltrafa, y ahora que saltais entre mis aros ¿insinuais que soy una estafa?. Justo cuando os he cogido cariño,  le dais a mi tristeza el aliciente y para la tormenta sois el mejor aliño ¿insistís en abandonar a este penitente?. Pues antes de dejaros volver al infierno, exijo que me acompañeis al cuerno.