Como Cipriano Salcedo para el capitán Berger.
— El Hereje de Delibes —
Me llegó la noticia a través del vuelo de una de las gacetillas
que tan populares eran en mi juventud.
Yo andaba absorto en mis pensamientos, es verdad que empezaba
a interesarme por la Filosofía Natural pero no decididamente,
mi abuelo, persona instruida donde las haya, me aleccionaba
sin saberlo con el cuento de sus vicisitudes juveniles en aquellos
barcos de dios, de una armada inglesa tan poderosa como miserable.
Se rumoreaba que de a poco el Beagle zarparía en misión científica.
La estadía en el barco se barruntaba larga, de meses, y el capitán
Fitz Roy era bien conocido por su querencia a la melancolía; preciso
era buscarle un buen conversador que llenara la inmensidad horaria
de las sucesivas singladuras.
Era mi oportunidad, quería conocer mundo, salir de las cuatro paredes
de esta escasa población —mi The Mount es tan pequeña—, y allí que
fui a alistarme en la tripulación —tuve que desplazarme a Londres en
una posta que no fue plato de buen gusto.
El señor Fitz Roy era un hombre adusto. Me sentó en frente, me miró
casi sin pestañear durante un minuto que fueron horas —no fue preciso
añadir palabra a esa mirada, todo lo decía— y tras las preguntas de rigor:
edad, estado civil, estudios, familia..., me dejó estar —no me explico
aún hoy qué vería en mí.
El Beagle, ya aparejado de materiales y tropa, arrancó del majestuoso
puerto de Plymouth muy de mañana —las legañas me velaban la vista
cuando vi alejarse de tierra firme esa inmensa mole de acero y madera.
El capitán era parco en palabras lo mismo que era en el beber y los afectos,
aunque esos impedimentos se fueron desliendo con el trato diario hasta el
punto de proporcionarme lápices y cartapacio para que me ejerciera en
el dibujo cuando llegáramos a tierras americanas y plasmar aquello de que
trataba la expedición: el naturalismo exótico de aquellas desconocidas
tierras.
Lo demás lo obvio por ser de sobras conocido y además profusamente
tratado en mis memorias, a las cuales remito al lector ávido de seguir.
Fue inolvidable, un punto de infexión no solo en lo tocante a la ciencia.
Os dejo...
- Autor: Albertín (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 1 de agosto de 2021 a las 09:13
- Comentario del autor sobre el poema: Pura recreación de la vivencia de alguien que nació el mismo día que yo ciento sesenta años antes.
- Categoría: Carta
- Lecturas: 11
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