**~Novela Corta -Corazón Perdido - Parte I~**

Zoraya M. Rodríguez

David corre por el camino y es tan álgido como las sombras del ayer. Y pasó por el tiempo, en una psicología inerte y fría y en su cabeza una sola vesania e insania demencia. Y corre en el tiempo y más como todo un atleta veloz o como la estrella fugaz, pues, no hay manera más efímera y más perenne de un sólo debate entre las dos cosas y ambas como el mismo cielo añil y de gris tormenta. Cuando se convierte en sinónimo o en una gran parte de un todo. Y David se vá corriendo hacia el camino frío, un camino como la cosecha de la vid, y de uvas clandestinas y por ser tan fugaces como el mismo tormento, en que se pierde el deseo de ver y de sentir el suave tacto de sentir a lo largo del camino. Y era David, el que conlleva una sola cosa, cuando en el trance de lo imperfecto se siente como el defecto de sentir en su corta mente lo que es renacer y devolver el trágico final de un sólo camino. Cuando en el trance de la vida de David, sólo se divierte en un sólo mal debate de creer que el camino frío le dijera lo recto y lo correcto del camino hacia su propio destino frío. Si su corazón perdido quedó atorado a la vida misma, malversando triunfos y carencias autónomas de clandestinaje y de un fuselaje efusivo. Si en su mayor combate de ver en la vida, lo que comercialmente quería atrapar en su corta, pero, mayor imaginación. Cuando pudo realmente vivir y sobrevivir cuando pudo ser el propio David, pero, sobreviviendo al camino frío y tan perezoso, y tan tedioso, como por ejemplo, vivir en el camino con eventos y actividades mágicas en que sólo él, David recorre en su mundo imaginario. Y David quedó sorpresivo y atónito, inherente y aturdido, cuando su manera fría de creer en el alma, sólo le dió con creer en su muerta psicosis. Cuando asiduamente corría ese camino frío, y tan inerte como el mismo trance victorioso. Y su forma de ver la vida, creyó en que el color era de gris tormenta cuando era de azul añil. Sí, era la noche, que llega fríamente y seriamente como el mismo dolor, como si fuera el mismo dolor, en que se fue la amarga espera de esperar por lo inesperado. Cuando en el proyecto efímero de correr por el camino frío se dió lo más corto de la vida. Cuando logró abastecer y en creer en el jardín de su propio coraje en su propio corazón perdido. Cuando se vió allí, sí, en el camino gélido por donde se barre el tiempo como deslizando la vida y se atormentó, pues, su mente acelerada aceptaba en el mal final como el mismo principio. Cuando logró escapar de su propia razón se perdió de lleno y más en el camino tan frío y tan gélido. Cuando en el triunfo de su propio mundo se electrizó la forma más cruel. Cuando en el embate de sobrevivir David quedó estupefacto y mal hiriente de saber que sus heridas eran sobresalientes y de un temor adyacente de pavores inconclusos. Y David se vió frío como ese cruel camino, cuando en el putrefacto mundo, sólo le faltó comer en bandejas de plata, lo que nunca obtuvo. Y es un corazón perdido el que comienza a latir como una estrella fugaz y apagando sus latidos es que David puede morir. Cuando en el momento más inoportuno, y con un sólo infortunio se siente como el ave sin alas, y sin poder volar lejos, se siente como una vez en el desierto sin luna. Y como una vez en el alma, no se borra sus latidos en el mismo corazón. Cuando en el albergue automatizado de la espera y tan inesperada, se funde en el alma una furia marcando el trayecto efímero de creer en el alma una sola verdad. Cuando en el amanecer se vió aterrado al compás de saber que se siente como el universo negro devastado, pero,  de gran magnitud. Cuando en el alborada se da como el principio de una magia poderosa y majestuosa como el ave poder volar lejos, y sí, era David, como el principio de tener una neurastenia fea y desmoronada en el tiempo, como una mente en eterna locura, cuando se queda feo el destino frío. Y fue que su mente divaga en el tiempo y más en la osadía de creer en el embate de ver y de sentir el mal desenlace de ver el reflejo del sol en su propio espejo. Si en el delirio frío se enfrío un mal, un tiempo malo como un ocaso perdido entre el alba y la alborada de otro día se aferró al combate de ver y de sentir el mal desenlace de ver y de creer en el final como un triste comienzo. Y en ese evento mágico se entristeció el mal combate de ver y de sentir el juego en el fuego frío de su mente mortífera de imaginación y de perfección en dar y de percibir el comienzo como el mismo final de ver el frío camino como el mismo trance. Cuando en el trance imperfecto de creer en el silencio automatizando la espera y cómo se espera lo más inesperado. David se siente frío y tan desolado como tan amargo, como la misma hiel sobre sus propios labios. Y en el juego de su mente imaginaria vé cosas tan diferentes que hasta quiere jugar con ellas, pero, no puede, son imaginarias a su corta dimensión mental. Y quedó atemorizado, pero, muy feliz con el hecho de ser feliz a la vanguardia de ser un ejemplo para otros, pero, se fue de rumbo y continuó su travesía, la cual, él, David, sólo quería cruzar como amante de la verdad, como asiduo lector de un libro, como venerando un sentido, y honrado una libertad. Se despertó con tantas ganas de ir y volver a ese camino, en que sólo quiso ser como el mismo viento, o como el mismo destino frío, pero, se fue de rumbo hacia qué dirección, si ninguna pintaba el mapa de su vida, y la dirección de los latidos de su corazón iban más allá de la insistencia que tenía David por ser el mejor en todo. Sí, porque cuando en el trayecto efímero, pero, perenne,  se debate una mala jugada y es que su mente le falló en algo, y le dijo la pureza de la verdad. Cuando la libertad quedó en el aire socavó muy dentro la ira y las insolvencias autónomas de ser el mejor en la imaginación, en la pasión y en la crudeza seria de un crudo, pero, tan corto camino. Cuando, de repente, se dió a la fuga automatizando la espera de ver el presagio o el naufragio evidente de esa nueva imaginación, que llevaría a David por el camino oculto de la psicología adversa, por donde se camina, y se vuelve a caminar. Pero, David, estaba silente, y tan silencioso, como el libro de un tal Harlem, el padre de la psicología mental, estaba silente y automatizado a la espera por ver algún período en su existencia a algo o a alguien que él conociera y que le diera paz y soporte y apoyo emocional, pero, no él, continúa su senda mental y psicológica.

Mientras David, pasea por ese camino oculto y tenebroso e impetuoso, vé y saluda como si fuera real la escena y la travesía de ese mundo imaginario a un amigo de la infancia. Y habla con él, le dice en ese frío destino y en ese álgido camino que su corazón está perdido y que lo anda buscando, él sin sospechar nada y nadie le dice nada, pero, ¿dónde se halla su corazón?, ¿dónde está el corazón de David?, ¿dónde lo encuentra?, ¿cómo escucha sus latidos?, ¿dónde dejó a su corazón?, preguntas que después irá respondiendo y todo porque su corazón perdido está muy cerca de David. Y el amigo le dice, oye, espera un momento y el sonido, y David pregunta, -“¿qué sonido?”-, el de tu corazón no tiene latidos, eres como una máquina que no padece ni siente ni se da cuenta de que te robaron los latidos. Y David, inseguro, pero, decidido, sólo quiere salir de allí de ese trance, en el cual, se perfila, el mal desastre, de creer en el deterioro vivido, en la psicología en psicosis y se halla mal y muy mal inconscientemente. Sube a ese tren de la vida, y embarca como toda navío su travesía, como atleta y como todo corredor su camino y su destino siendo cruel o no. Y David, encuentra en su camino un conejo que le dice -“ay perdí el monte por donde iba yo saltando”-, y sin asperezas más que el tormento de haber perdido a su corazón, David, sólo se viste de paciencia, y de un atracción clandestina y tan fría como el haber evitado un altercado entre el conejo y David. Porque el rumbo y el camino si van a la misma distancia que ambos, y van para el mismo camino cerrando por lo menos un sólo camino abierto. Cuando en el suburbio de lo agradecido, se vió atormentado, de iras y de desavenencias, de inconclusiones y de ir por el mundo sin saber que vive. Y en vez de vivir se enredaba más y más en la maldita y tan mortífera muerte. Cuando en el trance de lo perfecto y yá cansado de divagar en el tiempo y su cuerpo sólo amerita descansos, David, prosigue su senda o camino. Y cruza el camino friolento, y tan friolero en que casi el abrigo no le da abasto, ni abriga a su piel. Y se decía, ¿dónde queda mi hogar?, pues, caminó mucho con dejar saber que busca su destino y su camino a seguir, su rumbo y su cometido en proseguir una meta y hasta alcanzar a su corazón perdido. David, inseguro, pero, fuerte de ánimo, y en la crudeza autónoma de creer que su corazón está cerca para obtenerlo y tomarlo de la mano y llevárselo consigo, no se detiene ni en un segundo. Se vió horrorizado, lleno de espantos, y de ceguera nocturna. Y David cruza el estandarte de la vida, y de la cosecha veraniega toma un sorbo de la vida, y sabe que es muy de prisa saber que el destino es frío como tan inseguro. Cuando se sabe que el delirio se autoproclama en saber que su desdicha es fría como el mismo hielo sobre la piel, en que el abrigo no abriga más. 

Y subió por el monte, allí, se encontró un evento nuevo. Una corrida en carreras de 20k, y pasó por el momento y más cuando soltaron la salida, y sí, fue y muy buena. Caminó todo el evento pensando en ¿dónde hallar a su corazón perdido?, encontró atletas, mascotas que van con sus dueños, y trotando el 20k, y David, solo y muy pensativo, sólo se vió enredado, triste y mal consecuente. Porque cuando David, al correr el 20k, se vió atormentado, frío, inestable e impasible, e intolerablemente inocuo, pero, incapaz. Y pasó y corrió el 20k como si nada, vió de todo delgados fanáticos del 20k fatigados y gordos queriendo correr. David serio y mal inconsecuente,  se dedicó en ser como el buen desafío, de creer en el combate de poder morir en el intento, cuando ocurre el mal desastre de creer en el imperio y en mal atrayente de poder vivir y sin poder morir. Y desafortunadamente se vive mal y sin más que el insoportable veraniego momento. Cuando David, corre y más que eso su mente imaginaria, divaga en el tiempo y más que eso en la neurastenia soslaya en un desafío. Cuando ocurre en el mal y en la fiebre de creer en el propio calor destrozando lo inerte y lo fabuloso de ver correr el tiempo y más que eso a su mente divagando en el ocaso vivo. Cuando en un instante se debió de creer al mismo tiempo sonámbulo, y deambular no le quedaba de más. Es como si fuera un mal destino y un mal camino cuando en el trance de la verdad, se da como el ímpetu más inadecuado. Cuando ocurre el mal coraje de ver en silencios y hablar en soliloquio en el camino que falta por recorrer. Y habló sí, que habló, en soliloquio y en compañía, dejando saber que su aventura no será un infortunio. Queriendo saber que su esencia será como la presencia subyugando la espera de ser curado mentalmente, o tener una buena psicología, Cuando su camino se derrumbó, en aciertos y desaciertos, y tan fríos como gélidos momentos. David, si era él, el que desató una ira insolvente en el frío camino. Y recorrió el 20k, tomando una iniciativa corrió la carrera más tenaz y más audaz con temer y con pavor hacia la meta y poder alcanzar la carrera fue un único final y tan bueno como el haber ganado la carrera. Y con la fiebre en el alma se desconecta el final de un sólo mal desenlace cuando logra y logró ganar la carrera de 20k. Cuando en la carrera automatizó la gran espera inesperada, y de creer en el mayor triunfo de la era la meta al final de un frío todo. Cuando se aparece David corriendo en el embate de dar la rica sensación, de creer en el momento adecuado en poder ganar la reyerta que recorría en el campo de la carrera del 20k. Y la ilusión de David, automatizó la espera y tan inesperada de creer en el combate, en correr la carrera en supervivencia y reflejos claros de querer a ese sol en el cielo en su propia piel. Y quiso borrar el desafío de cruzar por el monte, cruzando por el tiempo y más por el ocaso muerto, cuando era el arbitrio en poder ser el mejor. Y era David, el que no perdió y ganó la carrera del 20k. Cuando su mente imaginaria, soslayó en penumbras de sombras caídas y tan perdias como el mismo momento, como el mismo y único sistema de creer en el embate de sobrevivir en el ocaso veraniego y de saber que estaba solo y tan solo como aquella vez cuando en el momento seguro e inseguro se tornó devastado. Si cuando, ocurrió el momento en que el tiempo soslayó como el viento un roce de viento frío, y de querer amar y de amarrar el completo desaire de creer en el alma sin prisas ni brisas que le hayan rozado el viento como todo en la piel, dejando huellas marcadas en el rostro y como si no fuera nada corrió más velozmente. Y vorazmente se vió entregado a la vida misma, cuando en el instante se dió como la forma más efímera de creer en el alma cuando ocurrió el mal vivir de un atleta como lo era David sin ser a ciencia cierta un corredor eficaz con una mente extraordinaria. Y su imaginación lo llevó por el mundo, correr por la fascinación del mundo, y saber de que el mundo le daba una sonrisa devastada y tan fría como el haber ganado varios eventos. Cuando en el triunfo de todo se vió fracasar en el tiempo, cuando su mente en insania y vesania situación se debió de aterrar entre ambas cosas. Cuando su suerte cayó en buena o mala suerte, David lo sabe. Cuando su rumbo y su momento dejó de querer amar lo que dejó el imperio de sus ojos viendo lo que más le ocurría. 

Cuando, de repente, creyó en el mal que le pasaba, cuando su mente divaga en el tiempo y más en la psicosis de ver cosas tan extrañas. Cuando ocurre creer en el desierto efímero, pero, perenne de ver el cielo con el mismo sol en que viaja en el mismo tiempo, y más en la misma osadía de creer en el evento más escalofriante y estrepitosamente más fuerte que el mismo sin número en desafíos buenos. Como conmemorar el tiempo y la osadía de ver el cielo de tempestades nuevas como el ir y venir hacia el mismo desenfreno automatizando la espera y tan inesperada en poder creer en el desierto mágico, de ver el cielo de magia color. Y sí, era David, el que comienza y no finaliza, cuando ocurre el final de ver y de entregar el delirio mal consecuente de ver en el cielo azul, una cruel y más terrible tempestad. Y era su mente que se pierde en el tiempo, como crueldad de un sinónimo adyacente de ver en el cielo un mágico color y tan desnudo como el mismo imperio de sus propios ojazos. Cuando, ocurre el mal desafiante de creer en el mal incurable de creer que su mente lo lleva por el camino oculto de la transparencia. Y, ¿no era así?, o es que David se atreve a desafiar el camino oculto que lo lleva hacia la misma dimensión desafiante de un mirar. Cuando ocurre el mal desenfreno de ver y de mirar lo que conlleva una dulce, pero, tenía insatisfacción de creer en el desafío se vió inalterada la forma de atraer lo más perenne. Y su mente lo lleva por el sendero oculto desafiando la forma de ver el cielo de gris tempestad. 

Y David, después cruzó por el llano un llano y tan hermoso como poder ver el cielo como espejo entre sus aguas inertes y cálidas, que dentro de su esencia él, David, sólo lo sentía así primeramente, como después de creer en el desierto efímero y de su propia imaginación. Y dentro de todo, y fuertemente y débilmente fue como el mismo reflejo, ese sol en el mismo cielo añil, como que en el ingrato destino se siente como el mismo sol en el mismo cielo. Si en un instante se siente como el mismo pasaje de la vida misma. Cuando se da lo más perdido de un todo, y la mente fuerte como la triste imaginación. Que se dió como lo fuerte más perenne de un sólo todo. Cuando en el terrible combate se enfrío el mal desastre de ver en el cielo un cometa de luz, en ese llano, sí, en ese llano. Cuando en el combate de creer en el delirio fue infructuoso en el camino desolado e inerte y tan frío como el mismo llano en solitario. Y su imaginación vuela lejos de allí mismo. Y cruzó el llano como todo aventurero, pero, con la desventura y el infortunio de un terrible nómada. Caminando lejos de allí, y de ese llano y en solitario silente. Se abasteció de penas y solicitando dolores, en cuanto, abrir el universo frío y de acuerdo a la cantidad de sufrimientos que pasó David cruzando el llano. Cuando sólo se llevó el aire y el soplo de ese aire en sus fuerzas y más en esa mente que divaga en el tormento. Y con las mismas fuerzas y fortalezas con que los pies caminan siendo nómada y soportando el dolor en ellos, como una letal daga que comenzó con el mismo dolor, como llagas en sus pies por caminar tanto. Y su vida, ¡oh, pobre vida!, se llenó de insolventes iras y con demasiado poder se aferró al desastre de percibir el mismo desaire como un funesto mal instante. Y su mente y su imaginación iba más allá de la realidad, iba por el rumbo sin dirección, y sin tiempo alguno. Cuando su cabeza logra pensar e imaginar cuando cruza el llano y el monte dejando saber que sus huellas eran siempre indelebles. Cuando su momento es imborrable para aquellos que conoció y que entregó tiempo y más que eso entrega de vida y corazón. Y prosiguió su camino y su rumbo, cuando su dirección iba más allá del tiempo, y del ocaso frío cuando su tiempo no iba más allá de las horas muertas y casi en el invierno tan gélido como el mismo tormento. Cuando acabó como el mismo delirio desafiante y con temor a ser como el mismo frío, y tan gélido como el mismo hielo en el refrigerador. Porque cuando en el embate de un sólo soslayo se debió de triunfar en el mismo ocaso vivo, porque  cuando en el imperio de sus ojazos vio el lago, vió la creación de Dios, y vió ¡la libertad!, y también vió el deseo, y el más completo de los anhelos en un ahínco soslayando en sus ojazos, un amor y un deseo inherente, pero, tan frío como la misma piel sin abrigos. Y calló lo que calla ante la creación un hombre a tanta hermosa creación. Y se formó un zaperoco en su mente y más en el delirio autónomo de creer en el ocaso vivo de amar a pesar del ingrato percance de saber de que camina sin razón alguna y sin penas algunas en dirigir su camino hacia la verdadera existencia de lograr encontrar y hallar a su corazón perdido. Cuando su rumbo se pierde en un mal trance casi perfecto. Cuando David se siente desolado, y tan herido como el haber sido sufrido a muerte, pero, su muerte es una muerte letal y tan punzante que se pierde en el aire. Cuando en el deseo se gana lo que se pierde en el alma devastada de riquezas mentales, pero, soslayando en el tiempo, y en el ocaso. Seriamente se desvive cuando ocurre el mal deseo de vengar lo que más desea a su corazón perdido. Cuando en el embate debate lo que mas adyacentemente se desvive una sola razón. Pero, yá su mente estaba perdida sólo imaginando lo que más ocurre en el trance de lo imperfecto. Y corrió David como atleta de la vida, como un correcaminos y como toda estrella fugaz universal, desatando una verdad y una falsa promesa. Y cruzó por el llano y por el monte, y más por el momento, cuando ocurrió el desastre de ver el cielo de gris tormenta. Cuando cruzó el momento, y el instante se volcó en ser como la ira insolvente y malhumorada. Cuando David recordó el reflejo de ver en la clara luna, la mágica sorpresa, y de vez en cuando, la luz del nácar de la luna. Y recordó que será la misma en el desierto, cuando en el alma queda como el mismo mal desenlace y creer en el embate de dar más imaginativamente. Y su mente sí, navega como el navío frío, y se electriza como el más grande de los navíos más profundos de todos los mares más abiertos. Cuando en el amanecer quedó claro y tan contundente como poder decir que estaba dejando brillar al sol en el mismo cielo. Si cuando David, llegó como el más de los corredores más eficaces y más eléctricos de la temporada. Se dió como el más inefable de los instantes o como el más de los desérticos mares y como el más de los quehaceres domésticos que no se pueden dejar de hacer, o como el tormento en el mismo cielo, que no deja de dar lluvia e inundar el suelo, así, fue correr para David por el llano desértico o como el mismo mal desenlace. Y así, fue el mismo tormento veraniego en dar a correr el tiempo y más que eso en el mismo desenlace. 

Cuando el camino fue tormento, desavenencias dadas y mal hechos. Y David atormentado, herido y con una impasible desavenencia. Y fue que el delirio autónomo de la verdad se identificó más el coraje de ver el cielo de azul y de añil celeste en el cielo más efímero, pero, tan alto como el mismo volar del ave. Cuando en el momento de las iras se volcó en el instante de creer en el mal camino abierto y sin Dios. Si en el desierto casi efímero, pero, muy tedioso de andar y como el umbral que recorremos en la vida, fue como el trance más efectivo de creer en el momento más ineficaz, más tormentoso, y más irreal, dentro del ocaso vivo, y de un mal instante en que creció el camino frío. Y corriendo en la vida quedó David y para siempre, con una cordura en insania y en vesania demencia. Y su corazón perdido hallando lo que nunca en su vida, como un trance efectivo en vivir lo que fue dado como nunca. Si en el efecto de poder vivir en el frío camino imaginativo en el dolor y en el sufrimiento autónomo de creer en el mal camino y en el desierto más irreal, como el transeúnte y en pernoctar y en ser un caminante flojo en la vida sin ser a ciencia cierta un triunfador. 

Continuará…………………………………………………………………………………………..               

  • Autor: EMYZAG (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 9 de agosto de 2021 a las 00:02
  • Comentario del autor sobre el poema: Es un largo camino el que cruza David en su mente imaginaria, cruza eventos, actividades, y es su mundo psicológico adyacente a su memoria inerte y fría tramando lo que nunca: poder salir de ahí…y siente a su corazón perdido...Mi 27ma novela corta del año 2021…Mi #65 novelas cortas hasta el año 2021…
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 15
Llevate gratis una Antología Poética ↓

Recibe el ebook en segundos 50 poemas de 50 poetas distintos




Para poder comentar y calificar este poema, debes estar registrad@. Regístrate aquí o si ya estás registrad@, logueate aquí.