**~Novela Corta - El Violín de Madera - Parte I~**

Zoraya M. Rodríguez

Rosa toca el violín de madera sentada frente al mar. Hace un sonido majestuoso, acaricia los rostros con melodías y con notas graves y agudas, cuando en su afán de tocar el instrumento, ella, sólo y solamente ella, toca el “pizzicato” como ninguna otra violinista. Rosa, una cabaretista que trabaja en “La Rue du Coeur”, un gran y hermoso y majestuoso cabaret de la zona más prestigiosa de París. ¿Por qué se llama así el cabaret?, era el corazón, la razón de ser y la fuerza y con los latidos el poder palpitar con tanto ahínco hasta poder amar y entregar la misma fuerza en el corazón. Pero, ¿cómo tocar ese violín Rosa?, sentada frente al mar, si la inspira, la mantiene al tanto, y sin estabilizar, ni espabilar, ella sentada en una piedra sobre el peñasco sobre la arena en una parte del oeste de la playa, allí, yace Rosa y con su violín de madera en mano. Rosa, una joven de unos veinte años, llegó al cabaret cuando una noche quedó sin trabajo, ella es muda, sólo toca el violín sin poder hablar y sus maestros los que les enseñaron el instrumento fueron excelentes maestros, porque ¿cómo toca el violín Rosa?, y sin nadie percatarse de nada porque ella es muda. Rosa, puede escuchar, pero, no habla, o sea, es muda. Desde pequeña sólo ella logra escuchar el violín como un instrumento de cuerda, el cual, le da mucha paz. Rosa, sólo ella pertenece al club de cuerda de violín, es un club o congregación, la cual, enseña y hace eventos, los cuales, son el de ver tocar violines de viento y con melodías graves y agudas hacia un público que le gusta y que le agrada el violín. Cuando tuvo la suerte de venerar la gran melodía del violín, también le gustaba cantar, pero, esa faceta no le queda muy bien. Prefiere seguir tocando su violín. Cuando en su vida solamente le quedó la melodía del violín entre su oír y más su corazón. Cuando en el momento de lo imperfecto se siente como lo más fuerte de querer en la vida triunfar, pero, ¿cómo triunfar siendo una cabaretera?, y no era profesional porque ella cree que no tenía oportunidades sino que el destino la llevó por el camino frío y con un sólo desastre en creer en el mal final que le tenía deparada la vida misma. Cuando en su corta vida se dedicó en formar parte de la verdad de ingerir la melodía como debía en ser, y no como en el trance de lo imperfecto como se debe de creer en el desierto mágico. Y figurando en el desierto una magia sobrenatural, y trascendente como una magia universal, Rosa, se debate entre la espera de esperar por esa oportunidad en la vida, pero, no se dice ella, que para ella no hay oportunidades. Cuando llegan las noches a abrigar el tormento de su mente devastada de conclusiones sin final, se debate entre la amarga risa y la espera de ver unas lágrimas caer entre sus ojazos azules. Cuando en la desesperación se sintió como si se hubiera podido marcharse lejos, y por una vez a entre aquel mar abierto, picado, bravío, y cuando bate contra la roca, es cuando ella más toca precioso, delicado y con un toque maravilloso a su violín de madera. Rosa, la mujer muda sólo quería hallar una oportunidad en la vida, ¿y la halló?, pues, sino salió del cabaret “La Rue du Coeur”, un cabaret clandestino, sin registros ni papeles. Sólo que la dueña tenía padrino que la bautizara. Cuando en el momento de tocar el instrumento en práctica, sólo ella vivía frente a ese mar abierto que sabe de sal, que huele a sal, y que se siente como la sal, ella delicadamente se sube en el peñasco de piedras cerca de la orilla de ese mar precioso, cuando en el mayor de los triunfos, se dedicó en ser una artista que toca el violín en el cabaret por las noches junto al piano, su instrumento amigo inseparable. Cuando en el ocaso se dió como la mayoría de las veces, pero, éste ocaso fue espectacular, fue maravilloso, fue mágico, y brilló como nunca antes. Y ella, Rosa tocando el instrumento de cuerda, el violín de madera. 

Cuando, de repente, se vió inalterada la forma de ver el mar azul. Ella, Rosa, lo mira y lo observa y se dice -“¿qué hermoso?”-, y lo compara con sus ojazos azules. Y una vez más se dijo para sí, -“¿qué hermoso?”-, y quiso navegar en el mar, pero, fue infructuoso, sólo era ella una violinista y de un cabaret. Cuando, de repente, soñó con lo que nunca ser una nadadora de un evento de natación, como si fuera en una piscina, pero, en el mar como si fuera un Triatlón. Y corrió el evento y ganó la meta y alcanzó lo que nunca rebasar la meta asignada. Rosa, una cabaretista y violinista, se dijo que era insípida, débil de fuerzas, y de unas fortalezas bien fundadas de carácter, virtud y honra, aunque labora como cabaretista eso no le quita mérito ni virtud en desdoro. Cuando en el ingrato momento se dió a la tarea de investigar y analizar acerca de ese mar que le encanta. Si de vez en cuando, y con un sin embargo, en la cabeza figuró en un desacuerdo de que ese mar estaba allí por encomiendas de la vida y no por la naturaleza del mundo. ¿Por qué era así?, porque ella se decía que ese mar eran sus ojos y sus ojazos azules, se llenan de virtud y por una riqueza autónoma en sobrevivir. Cuando en sobrevivir lo que queda en una prisa, sólo ella pasó desapercibida y sin desavenencias insolventes de creer en haber analizado y en investigar lo que era un mar como sus grandes ojazos azules. En ver y acariciar lo que en el mar, lleva un sólo misterio y una sola alucinación en creer que su mundo no era tan superficial ni tan inmundo como saber que su destino era y es como el mismo camino frío y como el mismo desafío inerte y tan frío como el mismo mar abierto frente a Rosa. Cuando llegó en ser como el mismo aire automatizando la espera y tan desesperada de creer en el murmullo de la gente, de que era una muda, violinista y cabaretista. Y ella no habla, pero, sí, escucha y sabía de todo pues, en su forma de expresarse en la vida era en señas de mudos, y en saber que la vida le jugaba una y muy dura y ta existente como el ir y venir lejos, desde el mismo combate de atraer lo efímero de traer lo que conlleva una dulce mirada de esos ojazos azules y con esa melodía suave, delicada, con notas agudas y graves y con el “pizzicato”, una forma de tocar el instrumento a su manera y a su delicada forma de escuchar su fantasiosa, pero, real melodía. Y a Rosa le encanta y le fascina, y si ella dice que -“es como poder tocar el cielo con las yemas de los dedos”-. 

Y llegó en una noche el vil ego hacia ella, hacia la forma de atraer, la envidia y el capricho exótico de los celos hacia su persona como un individuo que sabe de violines, y de sus formas de tocar el violín y no se cansaba de ver y escuchar y de atraer, el mismo instante de ver el cielo de azul, como a ese mar abierto de sensaciones y de ilusiones, y de emociones nuevas. Cuando, a su vez, se dió el claro momento de ver el azul de ese mar, desértico, cuando a su vez, se llenó de virtud y de transparencias dadas como no es el color nácar de la luna de una noche fantasmagórica y tan exótica como aquella noche en el cabaret “La Rue du Coeur”. Cuando llegó sí, él, el amor de la vida de Rosa, cuando en esa noche clandestina y de soledad la invita a tomar un trago o un cóctel. Y se llenó de amor en el corazón por ese hombre a primera vista. Y se llama Gilbert, era de procedencia americana, cuando quiso ella de todo con ése hombre que apenas conoce. Cuando, apenas sospechaba de que si era bueno o malo para su vida y más para su corazón. Cuando, de repente, se vió atemorizada y espantada de espantos y de una psicosis adyacente a su mala neurastenia. Y Gilbert se entregó en amor, y también, en una bella pasión e ilusión en el corazón. Que dentro del coraje del corazón, ella, debió de haber tomado precauciones y de haberse cuidado bastante tanto en el amor como en su actividad física y fisiológica. Cuando Rosa se llevó lo mejor de su mundo y lo peor de su trayecto como poder creer en el desierto mágico de creer que su mundo se llenaba de magia trascendental. Y se conocieron, le dijo que él toca el saxofón y que su mundo era mejor como un destino fabuloso de creer y de crear en el desierto magia y como la de verdad. Cuando en su triunfo en el bendito amor, sólo le dió con atemorizar su vida y más su insistencia de creer en el maldito desamor de una muda. Y su mirada insistente le decía que sí, que sí que quería ser amada y en amar a un hombre que la amara realmente. Cuando en el imperio de sus ojazos azules se dedicó en ser como la misma fuerza, como el mismo corazón latiendo fríamente, y sin sentido, sólo siendo muda, y con escuchar a su corazón, sólo ella, Rosa, se sentía débil de fuerzas, pero, llena de fortalezas en el amor. Cuando en el tráfico de su corazón se llenó de desafíos inconclusos y de temores sobrenaturales como lo era estar con un hombre que apetecía amar a Rosa. Y Rosa sólo una cabaretista y violinista que con su melodiosa sabiduría se llenó de suspicacias nuevas, cuando esa noche mirando y observando a Gilbert, tocó sus instrumento de cuerda haciendo una melodiosa melodía, y con un “pizzicato” extraordinario y tan pasional como el latido de su corazón. Cuando de un momento a otro, se dedicó en fuerzas y en belleza y por una gran melodía por haber tocado su más bello instrumento. Cuando en el delirio efímero, pero, tan perenne en sabiduría innata se sentía suave y tan clandestino como la misma fuerza en esas manos tocando a su violín. Cuando se figuró de que el mismo instante se debía a que el delirio frío se intensifica como el mismo desafío frío de tener en el alma fría un hielo que se derrite en la garganta por gritar que sí quería, que sí quería en amar y en ser amada. Y Gilbert un hombre en que casi se dedica como un triste tormento a tocar el saxofón, también, como ella Rosa, se vé enredado entre el pecado y la fría tentación en poder amar a Rosa. Cuando su mundo, voló en ser como el mismo viento, o como el mismo paraíso, se dió lo que más se aferró en la vida, como toda una verdad fría, y delirante de temores inciertos, amó y quiso en silencio a Gilbert. Cuando su rumbo y su momento se volvieron reacios, duros y tan toscos, como la misma dureza autónoma, de creer en el mismo desierto mágico. Y amó y se sintió como toda diosa, muda en un silencio humedeciendo e inmutando la boca, la lengua y su garganta. Estaba Rosa llena de sed, y sedienta de escalofríos se llenó de un abrigo y era él Gilbert. Y Gilbert la amó como a nadie en una soledad autónoma y en solitario silencio, porque ella es una muda, en que sólo quería amar y ser amada. Y era tan fría como el viento o como su propias alas mortíferas de ilusiones bastando llegar y logrando llegar hasta morir por querer volar como un Ícaro. Y se fue sin rumbo, y sin más que la dirección autónoma de creer en el mismo instante en que se río llena de felicidad. Cuando en la verdad llena de alas y de verdades y de amor clandestino, sólo ella Rosa, pintó un corazón en el cielo con su lenguaje en señas. Y amó y la amaron, fue una noche mágica, y llena de espantos se dió como el mismo tormento en querer volar hacia los más funesto de los tiempos. Y ganó Rosa, al tiempo, y a la mayor sorpresa de su esencia, cuando al tiempo ganó su preferencia en ser una mujer verdaderamente amada. Y sí, que amó, se desnudó delicadamente y suavemente como una mujer virginal, pero, su esencia y su virtud y su honra nunca la había perdido en un desdoro tan vil y tan sucio como lo fue llegar a ese cabaret. Y se intensificó su forma y más su vileza en enamorar a Gilbert como un hombre real y tan verdadero como un príncipe enamora a su princesa. Y Rosa, querida y tan amada, deslizó su cuerpo en el colchón y amó y la amaron, y dejó a su violín a un lado como esperando ser melodiosamente tocado por sus bellas y suaves manos. Y él, Gilbert, contento y feliz por haber hallado el amor en una mujer sinceramente hermosa de espíritu y de belleza de alma y volando lejos de allí encontraron a Dios, sí, a Dios. A su majestuoso amor, al amor que dice Dios por amarse unos a otros, y fue un amor verdadero y tan real, como de una novela. Y su ilusión pinta y dibuja a un corazón fuerte en el mismo cielo, dejando entrever su color rojo, o como el del escarlata o como el del carmín. Un rojo pasional, y deliberadamente se dió como el mismo instante en que se electrizó la forma de ver el cielo sin una cruel tempestad y sin un suburbio autónomo del mismo corazón. Cuando se llena la esencia favorita en creer en la presencia en saber que su autoestima estaba a cientos de veces sobre el índice. Y se amaron bajo la luz de luna, y bajo aquel colchón lleno de pliegues, y lleno de sudores de otros amores, pero, se amaron, y ella sin saber que el deseo fue tan verdadero y eficaz y lleno de deseos, efectivos de una manera tan real y tan verdadera como lo fue amar bajo el mismo recelos de la vida misma.                                                    

Continuará………………………………………………………………………………………….

  • Autor: EMYZAG (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 12 de agosto de 2021 a las 00:02
  • Comentario del autor sobre el poema: El violín de madera estaba ensangrentado y con el cuerpo a su lado muerto, yace muerta Rosa la violinista del cabaret “La Rue du Coeur”, sobre la cama desvestida por amor…Mi 28va novela corta del año 2021…
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 34
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