**~Novela Corta - La Rosa que Olvidó - Parte I~**

Zoraya M. Rodríguez

En ese “bar” concurren más la gente normal que las personas trascendentales. Sólo en ese “bar”, sí, en esa barra de tiempo completo, se llena cada vez más y más de gente. Se siente como un delirio y tan escalofriante por el temor o por el pavor o por se descubierto por algunas de las esposas calladas o sumisas, en que sus maridos concurren a ese “bar” a tomar tragos tan clandestinos. El “bar” único, tranquilo, bohémico, de frente en la calle en la avenida más concurrida de todos los tiempos en un pueblito cercano al norte. Era un “bar”especial, pues, su forma de ser barra de noche y de día un cafetín lo hacía más natural. En él, pernocta los amigos de los amigos y de los amigos de los enemigos de la vida. Y el hombre casado más pernocta en ese “bar”. En ese “bar” clandestino, sosegado, insulso, insípido y sumiso, sí, e impasible callan los hombres casados con sus amantes frívolas, con cara de yo no fui, con piel sin sentido, y con ojos de leona y fiera, quitando lo que le corresponde a otra, a la legal y auténtica mujer de ése caballero. Rompiendo matrimonios casi estables, y llegando a desafiar la fuerza y la naturalidad en perfumes de soledades y de tempestades y en caprichos exóticos de una mujer sin compasión. En ese “bar” sólo se reflejó el nácar del sol y el tornasol de luces veraniegas llegando a derribar el amor, y la pasión en camisas de sudores sin destinos ni caprichos. Y en ese “bar”, sólo llegó a ser como el tiempo completo de muchos hombres, y de mujeres con caprichos en querer amarrar con su perfume de mujer atrevida a un hombre casado. ¿Y lo logran?, pues, algunas tienen la suerte, pero, no les dura por mucho tiempo. En ese “bar”, sólo camina el desamor, la soledad, el odio, la tristeza, la bohemia y poetas locos que con su inspiración desean calmar con su poesía a toda multitud que llega a ese “bar”, a calmar actitudes frías, y odios sin pausas, y sufrimiento sin causas. En ese “bar” sólo se presiente la vida fría, álgida piel y de corazón friolero, y por un sólo sentimiento el amor sin amor. El dueño del “bar” se acercó a sus clientes, y entabló una sola conversación con la mesera allí laborando como nadie, como una amiga sin precio, sin conmiseración, sin atrevimientos, sin amor, sólo por el amor al arte y a su trabajo, una sola relación entre amigos y una confianza entre dos seres tan viejos como el viento y el agua. Y se llevó por el momento a su amistad y a su compañero, de tiempo y de soledad y de horas activas laboriosas en una sola amistad tan clandestina como saber sentir que el alba estaba lejos de aquellas noches compasivas, inertes, y tan frías, como el derrumbe total de la memoria en desuso. Cuando en el silencio autónomo de la vida y en ese “bar”, sólo se sintió como una rosa tirada en el suelo y aplastada por botas y por copas rotas en el suelo, por tanto tomar licores en extrema codicia. Dejando ver que las luces del lugar se atrevían a cegar casi los ojos de los clientes, y con el humo del cigarrillo envolver la piel de un olor connatural como es la colilla de un cigarrillo o en una pipa el tabaco, que soltando las cenizas y volando como ellas en cenizas heladas y caer para  terminar en el suelo derrotada, silente, de una cosa que fue y que no volverá en ser. Y siendo putrefacto y estupefacto (el dueño de ese “bar”) quedó como la rosa en el suelo, aplastada y marchita y dejando su olor en el olvido. Y se fue del mundo, dejando inerte la consistencia y la insistencia, y la ausencia en camisas de dolores y de sudores superflúos de trabajos incansables, y de temores inciertos. Cuando siendo silente la noche, y como el heril de un rey, y la batalla de un rey en jaque mate, y como las espinas de las rosas, quedó la noche adolorida, impetuosa, y candentemente abatida, y de un temor de un aguacero que se avecina en la avenida frente a la calle. Y las pasiones mojadas, en un chubasco de nubarrones, y de tempestades de una noche oscura y solitaria como el hombre sin amor, como la piel llena de friolero sentido, y por temblar como una rosa con el viento, quedó la noche fría en ese “bar”, dejando inerte a la oscura noche, de tiempo y de un instante en soledad. Y el bohemio, el cliente, el trabajador, y el dueño, y la soledad en un mismo lugar en ese “bar”, lleno de multitud intransigente, inestables, seriamente en soledad, y en un trance imperfecto de querer amar a cuestas de la locura por tener una amante a escondidas de sus mujeres abnegadas, calladas, hogareñas, y tan sumisas.  

Don Isidro es un hombre fuerte, corpulento, de edad avanzada, y de ojos negros, alto y esbelto, y su mente divaga en el pasado, cuando amó realmente a una mujer en sus años mozos, y por una juventud llena de compasiones fijas, de sentido directo de trabajos incansables, y de un tiempo en que no volverá jamás, pero, le quedó un ocaso y una noche fría en ese “bar”, cuando apresuradamente llegó con sombrilla en mano, mojando y empapado por un tiempo de lluvia sin frensí. Su mala situación en la casa, estaba deteriorada, maltrecha y acabada y en una constante frialdad se sintió solo, herido con la vida y devastado, y tan friolero como esa misma noche en el “bar”, que con ajoros pernoctó en ese “bar”, con trajín y pesadumbre por esa noche en constante lluvia mojando el saber por un sólo viento al acecho de todo. Don Isidro tomó una mesa, en soledad y tan clandestina, como esa noche en lúgubre soledad y en una lujuria pasional, que dentro de ese “bar” ¿encontró lo que buscaba Don Isidro?, pues, sólo se detuvo el tiempo, pero, la lluvia continuaba como una tradición en el cielo, opacando con nubes grises a la luna vestida del nácar con su luz.

La vida de Don Isidro, era una sola verdad y fue que su mujer le fue infiel con su mejor amigo el cartero, se fue de la vida y de la vía, corriendo un carril descarrilado, cuando su mujer, y su única esposa le fue infiel con ése hombre, cuando halló lo que nunca, una sola decepción en el solo corazón. Y su corazón lloró como nunca calladamente, porque un hombre no debe nunca de llorar, a menos que sea por su madre, se decía él, Don Isidro. Y cuando llegó ese tormento a su vida, calló, silenció, enmudeció de iras entre su garganta y sus ojos negros se llenaron de lágrimas, sí, de dolor, de frustración y de un solo fracaso en su vida. Y Don Isidro, quedó abatido, herido, por una amistad de tantos años, y que nunca más perdonará, porque el silente tiempo le corresponderá de tal manera o de igual forma, o sea, con la misma moneda, será la vindicta. Y esa noche, fue esa noche, como una eterna fantasía se vió aferrado a sus malos recuerdos con ésa mujer que amó no tanto como a la primera. Y la recordó a aquella mujer, a ésa que le dejó el corazón en trizas, cuando en sus años de juventud logró besar esos labios sedientos de ternura y de pasión vehemente y en querer amar, sólo la recordó y no tuvo en reparos de tomar la iniciativa en recordar a ésa mujer. Cuando se sienta en la mesa, pide un trago, y comienza la bohemia, el piano y la música clásica en el “bar”. Y los poetas y los clientes, y el trabajador todos juntos en un mismo lugar. Cuando Don Isidro cambió de pensamientos y su sentido adverso en sus sentimientos. Cuando emana su esencia y más su mala situación en un buen ambiente bohémico y trascendental, como lo fue un buen trago, un piano y un buen cantante bohémico. Cuando su rumbo y su esencia, calló y su preferencia automatizar la espera y tan inesperada en creer lo que fue y lo más pasa por su mente divagando en el tiempo y más en su cruel e infeliz pasado. Si Don Isidro, silenció su forma de ver y de percibir en el alma una fuerza en creer en el embate de ver el sentimiento claro y contundente, pero, infeliz, con dolor, y con sufrimiento, y siendo un huésped de su gélida piel, se enfrío el deseo y la forma de ver claramente su pasado como uno de poder haber crecido y haber creído en su alma llena de luz, pero, se dejó llevar hacia el reflejo autónomo de una luna tapada por nubes grises de un torrencial de lluvia. Y él, Don Isidro, allí dentro, del “bar”, y tan lúcido y bohémico y tan pensativo y tan imaginativo, tramó cómo debió de haber amado su esposa a su amante. ¿Cómo se aferró al compás, y cómo se trasladó hacia la efímera atracción de creer en el amor a cuesta de la infiel pasión?, y ¿cómo se dió ese amor desleal, y tan espurio deseo en sus propios corazones?, ¿cómo ésa mujer se llevó el amor puro e inocente del corazón de Don Isidro?, ¿cómo lo amó si desnuda o vestida de amor en su corazón frío y congelado de un amor y tan infiel?. Si ésa mujer era su esposa y la que juró en el altar amar hasta que la muerte los separe, pues, ¿cómo fue capaz de ser infiel?. Cuando en el fracaso de su existencia se vió inalterado, ineficaz, intolerable, inestable e insistente en demasía cortesía de ese infiel amor. Y se tomó la cabeza en señal de desesperación, de inerte corazón, y de un solo tormento en su alma, cuando quiso barrer con la poesía, las canciones y la bohemia todo su pasado tan helado. Cuando en el suburbio autónomo de la verdad, quiso aferrarse al destino y al infierno frío, cuando su rumbo cayó en un álgido delirio en saber que se destino yá había pasado de era y de época, o sea, que yá estaba viejo para muchas cosas, ¿y para olvidar, también?. Y quiso volver ciegamente e indeleblemente hacia el cielo lleno de nubes grises, cambiando el calor hacia un nuevo frío en la piel. 

Si cuando entró por la puerta de ese “bar”, transeúntemente y pernoctando en el “bar” sentándose en al mesa con una flor en el mismo centro, pero, él, Don Isidro, llegó muy elegante, con un smoking negro y con corbata de color rojo y con una rosa en el bolsillo izquierdo, simobolizando los latidos de su corazón, y de su tiempo en que amó a esa mujer, la cual, la veneró y la recordó en sus pensamientos claros y más vivos en su candente imaginación y tan lúcida como lo era su presencia en ese “bar”. Ese smoking lleno de color negro, como el “glamour” de esa noche fantasmagórica de desilusiones y decepciones, cuando su esencia y su presencia cayó en temores inciertos, y de creencias ilusorias. Cuando su smoking reflejó la noche desértica y vislumbrar de incierto parecer, cuando la rosa en el bolsillo le dió la vida y más que eso la presencia eficaz de un tormento en su tristeza, y como una ausencia en el amor dentro de su corazón. Un smoking de color negro, y con una rosa en el bolsillo, dejando saber que la rosa era y siempre será su amor verdadero aquel que Don Isidro amó una vez. Cuando en su alma, sólo dió una luz condescendiente y vivo el tormento, cuando en el trance de la verdad se vivió lo peor con Don Isidro un amor que fue real, pero, no fue amado como él quería. Y ese smoking de color negro como sus ojazos negros que miran desde lo más alto, y como un suburbio creyendo en el corazón que enamora y enamorando a la rosa de sus sueños. Cuando en la mayor de las lunas y en el negro que dibuja la noche a expensas de la mágica realidad, se dió lo que más se da. Cuando en el imperfecto corazón y con todos sus defectos, se armó un rey y con todo tablero y sus escaques de iras, de odios y de desavenencias puras e innatas salvaguardando en el coraje de su corazón un perfecto amor. Y ese smoking nuevo y de color negro, creyendo en el pasaje de ida y sin regresos, hacia la misma noche que dibuja el tiempo y más en el coraje de creer en el amor a toda costa, y la flor en el bolsillo, creyó en el embate de dar con el tiempo un coraza en el corazón. Cuando en lo perfecto de la esencia y de su presencia en ese “bar”, se llenó de autoestima, y de salvedades inciertas, de querer en el alma, un coraje dentro de la misma soledad. Si la flor en el bolsillo se dedicó en ser como el mismo deleite y como el mismo naufragio candente de creer en el alma, y con la lluvia pasajera en la noche que cae Don Isidro hacia el mismo mar cálido y ardiente que conlleva un salado y un amargo sabor de boca. Cuando esa flor en el bolsillo cayó, de repente, entre un trago y otro, en aquella mesa donde se sentó Don Isidro a tomar unos tragos, donde se perfiló casi ver el sol en el amanecer. Y esa flor en el smoking llenando de color a ese smoking de color negro. Y dentro del suburbio automatizado en creer en la salvación en saber que su rencor y su odio transgredió el corazón, el solo corazón, llenando de iras y de sola desavenencias solas en el solo corazón de creer en el instinto de saber que el destino era frío y que sus manos estaban álgidas y por una cruel y gélida insistencia en saber que su mundo caía desde lo más alto. Cuando su mundo creyó en su corazón, y más en su cruel odio por haber amado y no ser correspondido y en ser como el mismo sinónimo de ver en el cielo una noche tan negra como esa que pasaba fuera de ese “bar”. 

Si Don Isidro llega a ese “bar”, por encomiendas de la vida y del tiempo torrencial que caía con una lluvia impetuosa en el lugar continuo a ese “bar” y muy cerca de ese “bar”. Cuando ocurre en el desenlace de llegar por la sed que tenía Don Isidro y por haber sido invitado a una boda. Si por eso Don Isidro llega y pernocta dentro de ese “bar”, a beber sus más grandes e inmensas tristezas, y de que en el mar se convierte en salado cuando en su boca se siente ese amargo sabor. Cuando en el interior de su frío corazón, se vió frío, álgido, y tan gélido como el mismo tormento en que se debate una amarga tristeza, en que se cuece un tormento, frío y descendente, y tan condescendiente como el mismo corazón amando en soledad. Cuando llegó a atemorizar de espantos su rumbo y más su camino triste y soslayando en una sola pena y tan desolada como el mismo destino en un sólo sufrimiento. Y cayó como un reo en prisión, dejando su vida atormentada y en una clara percepción en cuanto a la soledad que le llamaba. Y sí, llegó a ese “bar”, por razones superflúas de autoestima devastada y seriamente por el piso la halló y sin sentido. Y Don Isidro buscando una alternativa sólo en el comienzo de su existencia cuando obtuvo el mal tropiezo en su corta vida cuando amó y no le corresponden como a él le interesa. Cuando su destino y su rumbo, se llevó la mejor sorpresa al decaer en el imperio soslayando una pena. Cuando en la intensidad de un mal comienzo se llevó la sorpresa, Don Isidro, en pernoctar seriamente al acecho de creer en el mal tiempo y con la lluvia en frenesí, dejando un sólo tiempo, en el cual, en el corazón se debate una sola decepción. 

¿Por qué llega a ese “bar” Don Isidro?, porque su voluntad así lo quiso y lo ameritó la situación, con su smoking de color negro y con la corbata de color rojo, cuando en la mala situación, se debió de tomar las medidas de precaución cuando su mundo cayó en una sola redención y una flor en el bolsillo, dando preámbulo a los latidos de su corazón en la parte izquierda de su smoking. ¿Y, cómo latía ese corazón?, si su corazón tan vivo, penitente y latente, se vió mortífero, agudo y tenaz en la audacia de tener en su corazón la misma fuerza en vindicta, cuando logró borrar de su mente, de sus pensamientos y de sus sentimientos toda razón en cuanto al amor puro e inocente de sus años mozos. Y con su smoking de color negro como los mismos impuros pensamientos en que sólo a él lo lleva la amargura, la tristeza y la pena de ser tan desolado y no ser deliberado con su tormento de amor. Se llevó Don Isidro la mala osadía en saber que su voluntad pinta a rojo pasión como su corbata y como en su bolsillo la flor, la rosa que olvidó, entre aquella mesa del “bar” bohémico, tenue y en triste desolación, con la sola compañía de un solo piano en derredor. Sabiendo que su amarga existencia se debía de aferrar a la euforia autónoma de creer en el suburbio dentro de ese “bar”, que lo atormentó por unas horas hasta ver llegar y salir el sol. Y se dijo una vez más, que su esencia, su perfección y su memoria vá más allá de la virtud exacta en no haber sido correspondido por ese amor que le atormentó el alma en años posteriores. Y llegó Don Isidro a ese “bar” donde se inmuta el cerebro y se deja llevar por la bohemia, por la poesía, y por la conmiseración innata de saber que aún tiene y lleva en su interior al amor. Y llegó sí, al “bar”, con su smoking de color negro y con la paciencia de un bohémico al interpretar una endecha, cuando su delirio era salir de ese trance putrefacto. Y llegó sí, y dejó su fuerzas, su sobriedad y más que eso su memoria allí adherida a los tragos nocturnos que en el “bar” se tomó dejando su razón ebria y más sus recuerdos por allí varados en algún trago o entre los pétalos de esa flor de rosa que lleva en su bolsillo, si era la rosa que olvidó.

Y si Don Isidro, sólo enmudece de tiempo y de sabidurías quería ver el nuevo amanecer con el sol a cuestas por una sola razón. Cuando en el “bar” veraniego de un sólo destiempo, y Don Isidro, sólo quería ver triunfar a sus pensamientos como a su corazón lleno de amor. Si sólo el deseo y el mal imperio de creer en el alma, se llenó de ira, de impotencias y de deseos ambigüos, y de creer que el alma se abastece de calma y de soledades sin un sólo rumbo y sin destino. Y él, Don Isidro, sólo se calmó de tiempo y de soledad, cuando en el tiempo, sólo en el deseo continuo, en salvaguardar la esencia, y la pureza, innata de creer en el alma devastada, en triste camino, y en pena de un total sufrimiento.    



Continuará………………………………………………………………………………………

  • Autor: EMYZAG (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 15 de agosto de 2021 a las 00:02
  • Comentario del autor sobre el poema: Llevaba en su smoking una rosa, la cual, la olvidó en el bar donde se halló y regresó por ella… por la rosa que olvidó… y ella, se enamoró de él... de Isidro…. Mi 29na de novela corta del año 2021...
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 26
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