Te engañé, odié tu humanidad, fui infiel con la piel
mientras te envolvías en los ardores de otros apegos
abrí mis puertos a la fantasía por no sentirme sin otra cosa
más tuya, que presa en el cariño que te profese,
en cuerpo entero, un cuerpo que fragmentaste
y un alma que condenaste al infierno de los celos.
Yo me vi muchos días y algunas tardes revoloteando
como mariposa en otros brazos
con las piernas abiertas al placer primario,
perfumando mi corola, cumpliendo el rito mágico
de poner la piel de sus manos en las curvas de mi cuerpo
y otros miembros en los vacíos que me develaste
y fueron ríos recién nacidos que festejaron la vida
con el cuerpo deshilachado,
rozando mis muslos milímetro a milímetro con el deseo
en telúricas convulsiones que invadieron mi cuerpo
y mis oídos recibieron gemidos que no profirieron tus labios.
Sin embargo, te seguí amando-odiando
cada vez que me arrojaba a otros brazos por ira y desdén
de ser lo que no fuiste conmigo, leal y fiel,
para llover mi amor agonizante me des joye en el sexo
y no prodigue mi amor en arrebatos…
pese a saber que mi cuerpo entumecido pertenecía
a quien ya lo había cultivado y que tú construías
nuevos nidos, creando en otras sedas el encanto.
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