Los aromas, los olores, los campos verdes,
los frutos de la vid, acariciando mi nariz,
los sonidos del aura, embobando mis sentidos
el alcohol, la ilusión, corriendo tras de mí.
Los dolores y las penas son tenues,
cuando me entrego totalmente al deleite,
a la fascinación y al derroche, de la mustia vida
de los banales placeres, de los licores del sur.
Una sonrisa se dibuja entre mi satisfacción
una larga carcajada asalta fuerte mi corazón
la sensación es extraña, la locura es amarga
la felicidad irrisoria se va en cada botella.
No piensen ustedes que mi delirio es solo licor
pues existen muchos otros medios para estar en excitación,
los recuerdos, los anhelos, los sueños apagados
son llamas que también encienden la fogata de la obnubilación.
La botella es consumida, sin espavientos ni temor
las copas están rotas, en pedazos y condenadas
la compañía es vulgar cuando de ebriedad se trata
son solo imágenes borrosas que no significan nada.
Las horas son presurosas por acabar mi existencia
los días son tensos, llenos de espinas
las noches son monstruos que me ahogan en pesadillas
la vida es una pena de muerte, un sorbo amargo de insipiencia.
Anonadado, camino por las calles de la ciudad
dejando atrás unas huellas imposibles de borrar
camino sin rumbo alguno, guiado por el espanto,
por los miedos, por la luz fugaz del destino.
La realidad es ajena a mi plena contemplación
me ha sido arrebatado el hermoso don del amor
mi cuerpo es una inmensa tumba donde las almas descansan
las almas de aquellos que no soportaron el peso de mi culpa.
Hablando de la culpa, cual tortura tan horrenda
cual peso tan oprimente sobre mi pecho
cual castigo, cual penuria, cual desilusión
es el barco en el que sucumbo entre las aguas del dolor.
¡Que marchita esta la flor que ayer colgué de mi ventana!
yace ahora seca, incolora y sin pasión,
será lanzarla al bote, será verla desaparecer
será enterrar con ella mi esperanza de florecer.
Como castigan las cadenas que mi cintura abrasan
es la tensión de la tragedia, de la muerte insensata
es un dulce consuelo, un agrio amparo
es la pesadumbre colgando de mis manos.
Los observo a todos, con mis ojos perdidos
con mis ojos vacíos, difusos y apagados
busco locamente la luz para brillar
la sumo en las tinieblas cuando la he de encontrar.
¡Que vengan a mí las botellas! ¡que venga a mí el licor!
¡que me cubra el manto del pecado imborrable!
que las camelias me froten y las cuerdas me ahorquen
que, entre tanto licor, mi alma en su mar flote.
Bailo inquietamente entre los cantos fúnebres
rio amargamente entre los chistes grotescos
lloro sobre mi tragedia, gozo sobre mi comedia
escribo mis memorias en las hojas muertas, con tinta seca.
Los versos de mi poema no guardan grandilocuencia
no son hermosos sus tonos, ni nobles sus pretensiones
es un escrito maldito, es un veneno mortal
un testimonio profano de un miserable ebrio inmoral.
Las botellas consumidas, las bebidas agotadas
el deleite de dispersa ante la ausencia de la copa
hay un alma fragmentada, un cuerpo corroído
ya no canta, ya no baila, ya no olvida, ya no anhela
solo llora desconsoladamente entre las ruinas de su vida.
- Autor: Victor97 ( Offline)
- Publicado: 22 de agosto de 2021 a las 19:27
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 31
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