El orgullo de los dioses crece cual lava volcánica
consumiendo todo,
Con el disfraz de químicos aplausos
y mañana, a saber, el otro, el extinto dios
presente con la misma flor de alabanza;
Y la belleza afilada a la mentira.
Pero, la voz humillada viene de la garganta seca
aquel silencio lastimero
soplando el humo de la quena solitaria
en la noche triturada,
en la noche del carbón encendido,
también de día del acueducto mojado;
vuelve al tiempo perdido
a la diosa desnuda
al vino puro
que calla la inercia del dolor.
Un banco filosófico
acumula el oro, el trigo y la bendición del cura
en el egoismo adornado del palacio
y los demás repiten el trago del sermón
en la olla de hierbas
pero el lago de sopas interiores se queja
quiere su sazón dorada
y ahora, tercer acto,
no hay pan
sólo la silueta mayúscula de bocas abiertas.
Los huesos humanos atraen voces del más allá
A la memoria de montañas y hondanadas
los mismos ecos del fuego renacido,
mil manuscritos del dolor y
una gota de bomba atómica
que roza el fin de esclavitud;
para ello, basta descifrar las huellas de Marco Polo
y preguntar por la verdad de las Murallas Chinas
Vistas desde aquí
panorama de Luna lavada
También indagar por las pirámides
y otras dimensiones del cuarto ojo;
Sí,
Fue el dolor acuñado al sudor
Sí,
Fue la era de gargantas secas
Sí,
Fue el placer de grilletes
entonces, para qué preguntar
responder
O si quieres dibujar,
basta voltear los pechos hinchados al horno
Para deshacer las grandes películas
Ese es el engaño del hongo libertario;
Pintando el vacío de las bocas agonizantes
Exceso de éxtasis latidos
Sin popcorn y sin vasos de Coca Cola.
Incluso
el cerebro reproduce los fragmentados rezos
al dios Júpiter que,
junto al diabólico Julio César
y el don imperialista de Napoleón
consiguen la perfección de los dioses
en plegarias dopadas;
entonces,
maduran en rascacielos de New York aquí
y la torre de Eiffel allí.
Ya nada amarra a las líneas carcomidos;
perecemos junto a la evaporada justicia;
pero,
la roca celosa
la dialéctica piedra
el enjambre de racimos elásticos
puede castigar el orgullo de los dioses
y quitar las decoraciones del altar mayor.
El manantial hirviente de Macchu Picchu
Excede la visión del Sol derretido
es el lugar del bolsillo
que engaña al tiempo.
Las cabezas cocidas devuelve frías
verdades inefables
la mitad en tu alcoba de grafitos
y la otra en la puerta de justicia.
El ciempiés lacerado
es más acuarela que el látigo inca
ocurre a la hora,
en las horas desmembradas del Intihuatana,
en el vaciado peldaño
en las masas agridulces
con la rebeldía por siempre
tal vez resignada.
Pero, las manos encadenadas
Deshojan trapos deshidratados
al profundo cauce del sudor;
el horizonte de su cuerpo no hallado
repta hacia las almas en pena
por el fango de palabras hirientes.
Los esclavos salpicados por el erupto de los peces gordos
obligados a llevar una isla de voces atadas
tienen sed pero el Sahara la cambió por arena
tienen hambre pero el marxismo lo rellenó de hambruna
están desnudos pero el Zar echó a la basura
aún la moda de retazos
Hoy siguen cansados
enfermos
en la cárcel
y aún con la conciencia enganchada a la burla.
¡Libertad al cuerpo, al alma y al espíritu!
Por: José L. Condori
- Autor: jose l condori c ( Offline)
- Publicado: 30 de agosto de 2021 a las 08:55
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 37
- Usuarios favoritos de este poema: alicia perez hernandez
Comentarios1
¡Libertad al cuerpo, al alma y al espíritu!
Interesante pasar a leer tu escrito.
saludos poeta
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