**~Novela Corta - La Lluvia en el Camino - Parte I~**

ZMRS

Don To un brujo de hace casi cien años, vive cerca de la residencia de John. Don To es un viejo sabio, pero, no es muy perfecto. La vida le ha dado más que fracasos, pues, su vida fue tan real, pero, no de tal manera, si fue como una mala insistencia en creer que su brujería como un hechizo de su propia autoría sería tan perfecta. Don To, un viejo astuto, sabio, y con un raciocinio intelegible y tan verdadero, sólo logró en su vida que su mujer se marchara lejos de esa residencia. Cuando en su forma de amar quedó en solitario. Si su esposa se fue del hogar por eso mismo, cuando en el trance de creer en la brujería, se halló, como un ingrato dolor el de realizar la brujería como el desastre de creer en el suburbio de dar con el recibimiento de creer en que su esposa cayó en una brujería desapareciendo su cuerpo hacia una eternidad, la cual, la casa embrujada de Don To, creía tener. Si en el instante como la misma fuerza y la misma sensación de creer en que su hogar se halla embrujado y él, sabe que sí. 

Si la historia de Don To, es que en el trance de la verdad ocurrió lo más imposible de un sólo todo, cuando en el delirio de creer en esa brujería se cayó el cielo en un silencio total, cuando en el embate de un todo se dió como la más débil de la naturaleza, de creer en la hechizo de Don To, para proteger o dejar en su residencia un dolor, el cual, va a creer Don To, cuando en el suburbio automatizado de la espera y de saber que el silencio se debe a que en el nefasto tiempo se siente como el mismo dolor, cuando en el dolor era ella su esposa. Y sin saber de ese dolor de Don To, cuando se cree que el silencio se encierra en la forma de creer en ese mal hechizo cuando logró que el éxito de su pócima fuera un sólo triunfo. Cuando arde en los sesos lo que piensa Don To, con su mujer, la que se fue lejos y no ha regresado aún. Cuando en el trance directo e indirecto de la verdad, sólo halló lo que nunca había sentido e imaginado como lo fue la desaparición de su esposa en manos de la historia de un hechizo, el cual, se pregunta aún, Don To, cuando su esposa se siente como el mismo desastre, de ver y de silenciar el mismo combate de creer en la misma mala suerte. Cuando en el embate de creer en la misma forma de dar con el tiempo en una pócima clara, llena de brujería y de un delirio delirante de creer en su efectividad. Si el objetivo de éste hechizo fraguó lo que más conlleva en una forma adecuada de saber que la desaparición de su esposa quedó como un fantasma entre aquella residencia de Don To. Cuando en el delirio frío y tan cruel como tan nefasto se dió el más débil de los momentos, cuando se creer que en el silencio se abre como la misma fuerza de dar con el hechizo y hacer adverso y que regrese su esposa. Porque cuando en el sentido adverso de su sentir, se ofreció como la misma insistencia de dar con los recelos de creer en el convite de dar con el esfuerzo y de traer de vuelta a casa a su esposa, sí, devuelta en ser un fantasma a la residencia de Don To. 

Cuando en el principio se debate una sola forma de creer que ese fantasma cayó en la redención, cuando en el suburbio de la verdad, cayó como el mismo instante en que se cree en extrañar a esa vida y saber que el deseo en volver a ver se hacía más impecable. Y más trascendental en cometer el mismo suburbio de creer en que su esposa estaba muerta, y que aún así, llevaba tiempo y más que eso muerta cuando ella una noche desapareció de la residencia de Don To. Si en el momento, quedó como la órbita lunar de saber que su voluntad quedó como atrapando a su raciocinio y sapiencia en saber que el destino es frío como el cometa de luz que venera una sustancia en que el deseo de encontrarla se sintió como el suave murmullo entre voces muertas de aquella residencia. Y sí, que la escucha, la sentencia y decide traer de vuelta a su esposa y de regreso a su residencia. Cuando en el embate de todo creyó en que en su residencia había un escondite o una puerta cerrada donde pernoctó su esposa y que ahí había quedado. 

La vida de Don To, un brujo hábil con sus brujerías de ser el señor de la casa, cuando sólo quería ser un científico exitoso, cuando en el embate se dió como la misma fortaleza de creer en lo más perdido de que ella se fue y se desaparece del todo, cuando en el suburbio de lo acontecido se ofreció la más fuerte de las insistencias cuando la señora se fue y no ha regresado. La vida de Don To, se vió aferrada y en contra de un todo se vió atrapado como órbita lunar en el instante en que la señora desaparece lejos. Cuando deleitosamente se vió entregado en su científica pócima, la cual, le brindó un éxito rotundo, en la cual, se hizo exitosamente, pero, el hecho y el hechizo cayó donde no debió de haber hecho su objetividad. Cuando la vida de Don To, se intensificó más la sustancia efervescente en que su esposa desaparece en el mismo hogar dejando la vida en un cuerpo y huyendo y escapando lejos hacia un cuerpo fantasmagórico sólo trayendo un ruido estrepitosamente, en el cual, se aferró el deseo y más que eso en el combate de creer en el delirio automatizado de extrañar a su esposa con esa lluvia en el camino que dejó al marcharse con la frialdad como un cuerpo muerto hacia la eternidad de un fantasma. Y la teofanía de su esposa como todo un dios ante la creencia de saber que su rumbo tomó otro camino el de la lluvia fría y tan álgida como el mismo tiempo o como la misma lluvia en que se aferró el deseo y la mala fuerza en creer que en el combate de saber que su mundo se hizo transparente y con la transparencia como la del cielo mismo, pero, en su hogar, en la residencia de Don To. Y John cada vez que recorre el lugar de residencia de Don To, llueve, y es la lluvia en el camino, la que le hace sentir situaciones indecorosas y altamente inconsecuentes para poder subsistir y saber que el delirio frío se llena de frialdades como la vieja lluvia en el camino. Y John petrificado, inerte y tan frío es como pasar hacia la misma inmensidad y hacia la misma eternidad de saber que su destino era frío y mal atrayente de creer en la forma más vil de hacer pecar la forma en desaparecer de la esposa de Don To. Cuando en el combate de creer en el alma fría y devastada se perfiló en el alma una frialdad mal atrayente en poder creer en la mala salvedad de la vida. Y saber que el delirio es frío como la misma seriedad del alma. Pero, ese fantasma era tan real, como el mismo imperio por una solución que tarda en llegar. Y era ella la esposa de Don To, la que se igualó de tal forma en ser un fantasma y tan emocionante en que sólo el triunfo de ella se acercaba a la lluvia, y la lluvia en el camino, cuando John, sólo él, le dijo que la amaría hasta el final de la eternidad infinita. Cuando en el tiempo y más que eso, se identificó como el mismo tormento de creer en ese fantasma como algo sobrenatural de creer de que existe. Si por aquella vez se sintió como el mismo instante en que el deseo como órbita lunar atrapando el deseo y la furia de un cometido, lleno de luces nuevas y que él sigue como preámbulo de su existente inteligencia. Si en el mismo desenlace de creer en la autorización de dar con la cruz a cuestas de un fantasmagórico trance, si en el suburbio autónomo de creer en el desierto se cosechó como trance y como el mismo imperio de ver a través de los ojos a ese fantasma. El sólo hecho de creer en que el fantasma era la esposa de Don To, y que en la residencia alli quedó como un espectro constante y alucinante en poder creer que en el fantasma se llenó de iras y de insolvencias autónomas de saber que en la residencia allí pernoctaba. Cuando en el ademán frío y suave y temeroso en poder creer en el delirio espantoso del miedo y de pavor se llena más la insistencia de saber que el fantasma era la esposa de Don To. Si la vida de Don To, era de hechizos y de nueva salvedad en saber que su rumbo tomó un nuevo giro en saber que su pócima había tenido euna efectividad en hacer desaparecer a su esposa. Y Don To, a sabiendas de la verdad, se identificó su efectividad en creer que sí, que la había hecho desaparecer y muy lejos de allí, de su residencia, pero, aunque no lo crea Don To, se halla allí mismo donde la había desaparecido. 

Si cada vez que John un muchacho jovial, dulce y cariñoso, pernocta alrededor de esa residencia, es que cada vez comienza a llover cerca del hogar de Don To. Si John vá directo hacia su trabajo a laborar como chofer de una grúa remolcando otros vehículos. Él, John, un joven muy apuesto y muy decidido, y en su empeño en crecer como todo profesional se dedica en hacer su trabajo lo más eficientemente posible, pero, en la crudeza autónoma de sentir el silencio cuando por lograr pernoctar por esa calle en la residencia de Don To, se ve envuelta todo un torrencial de lluvias, pero, muy pasajeras. Cuando en la vida sólo le ofreció ser un gruero y sin poder alcanzar sus sueños. Cuando en el desenlace de ver crecer en el imperio adyacente de dolores y de pavores y de miedos incongruentes de una sola salvedad en hacer creer que el instinto de John no alucina con devolver en ser un joven con el ímpetu de ver al fantasma en la residencia de Don To. Si la lluvia lo que significa es que cada vez que John pernocta por esa residencia observa al fantasma de la esposa de Don To, allí sentada en el balcón con el jardín tan bello y tan hermoso como si hubiera salido de una película de drama, porque aunque no se lo imagina ni lo sabe ella, ella, llora de desesperación, de inquietud, y de una sola desavenencia en la vida, lo que mayormente la vida le ha dado, ser un fantasma a cabalidad de tiempo completo. Cuando en la residencia de Don To, y sí, que estaba embrujada y más que eso con una pócima llena de un sólo hecho que basta en reconocer la esencia de saber que pronto él también desaparecerá de la residencia embrujada. Cuando en los ojos agotados de esa mujer y esposa de Don To, el cual, era el fantasma de la residencia si en el tiempo y más que eso culminó en un débil trance de vivir. Cuando en el imperio soslayó en el embate de creer en el último delirio de caer en el olvido y, sí, que era el fantasma de la residencia de Don To. Cuando en el desenlace más efímero y más conceptual de un todo y fabulosamente adquirir en la potencia más calurosa de creer de que ese fantasma era sí la esposa de Don To, pero, el joven John no lo sabe aún. Cuando en el delirio autómata de creer y sí razón alguna, que en el silencio se vió aferrado a ese fantasma en que cada vez que pasa por la residencia de Don To, pues, llueve como nunca antes visto en ningún lugar. Cuando en la ansiedad de creer en el más nefasto de los tiempos, se vió aterrada la forma de sentir de John con esa lluvia entre sus sentidos más empapados de esa lluvia en frenesí. Y John, de seguro que John, ni se lo puede imaginar ni saber que ese fantasma hace la lluvia correr por el umbral o por la zanja frente a su residencia. Cuando se debate una verdad cuando en el altercado de la verdad John sólo siente un frío como del invierno, cuando ocurre un frío nefasto como la crueldad de saber en que se sintió como el final de un sólo comienzo, cuando ocurre en el trance de la verdad y se electrizó más la forma de dar con la conciencia cuando no pudo ser como la misma seriedad del alma, cuando en el principio se sintió como el mismo destino frío. Y John no se atreve a enfrentar a su verdad de que la lluvia adormece el mismo trance de la falsedad, pero, no era la verdad de que la lluvia se interpone como el mismo desenlace de un sólo mal porvenir. Y John sabe que el mismo frío se identificó como el otoño o como la primavera o como el verano, y que en cada equinoccio sólo vé la misma lluvia en su propio camino. Cuando en el embate de creer John, se ofreció como el mismo mal atrayente de saber que en su alma late como los mismos latidos de su corazón y como esa lluvia que cae desde lo más alto. Cuando John, se siente como el mismo mal imperio socavando en el aire como el mismo desenlace de creer en el mayor embate de dar con la misma lluvia en cada renacer. Cuando en el amor de la verdad se sintió como la misma soledad llamando hacia la misma eternidad de esa fría lluvia. En que cae como el mismo tormento de saber que fingir lo ama todo de una manera trascendental de creer en esa lluvia que cae desde lo más alto de saber que el tiempo crece como esa lluvia en el mismo cielo de azul dejando inerte a las nubes de color gris. Cuando en el tiempo y en la sola soledad John se pierde entre esa lluvia que cae desde el más profundo abismo, cuando se deja sentir esa lluvia temerosa y pavorosa y todo porque es la esposa, el fantasma de la residencia de Don To.  

John un jovenzuelo muy alegre y muy divertido en el trance de la verdad y más en el camino lleno de perniciosa desventura y con un infortunio inocuo, pero, real. John camina y pernocta en el trance de la verdad en que el desierto mágico y en la verdad superlativa de creer en el trance de lo más directo de salvaguardar un deleite mágico y trascendental, sólo observando lo que más ocurre en el camino y más con esa lluvia llena de magias y de sola salvedad de que era la esposa de Don To, el fantasma que había desaparecido en pos de una verdad buscando algo detrás de la verdad. Cuando en pernoctar John en esa residencia observa y ese el único que la vé y la observa sentada en el balcón con esa lluvia mágica sin saber ni sospechar de lo ocurrido ni lo más sucedido en la residencia de Don To. Cuando en el jactar de la verdad se dió lo que más sirve en el delirio autónomo de creer en el principio autónomo de saber que el delirio es frío como el suave desenlace de ver y de creer en el mayor combate de saber que el desierto se vé como el mismo desenlace a saber que el frío es consecuencia y efectividad de un invierno, pero, no era invierno sino otoño. Donde la lluvia hace estragos en el mundo, y cuando se desvanece el frío en la misma piel, dejando un suburbio automatizando la espera y tan inesperada de saber que la lluvia era todo por ella, por el fantasma de la residencia de Don To. Si llevaba más de medio siglo allí, y él John, el único que la puede ver y sin saber de la pureza de la verdad y de lo impoluto del momento. Se vió aterrado por la lluvia en magia de la verdad, cuando en verdad se sintió como el suave descendente de creer en el mismo instante en que sólo el paraíso se vio forzado a saber que la lluvia era por la pócima que hizo desaparecer a la esposa de Don To. Y John inseguro, inestable con la vida misma, cuando en el mismo instante se vió aferrado a la mayor inseguridad del mundo a la lluvia que cae desde el cielo, haciendo desvanecer a las nubes grises de lluvia impecable hacia el mismo mundo. Cuando en el mismo delirio delirante y latente de la verdad, se vió infructuoso el instante cuando se vió atormentado por el mismo suburbio de un corazón malherido cuando creyó en el trance de la verdad tan perfecta. Cuando en el instinto de John sabía que sucedía algo trascendental con ella, con la esposa de Don To, pero, John sabía algo que no debía ni podía hablar con ella. Cuando en el instante se abrió de magia y de sorpresas automatizadas en saber que el mismo instante se dió como toda la verdad en saber y en creer que esa pócima era tan efectiva como esa misma lluvia, la lluvia en el camino de John. Si en el camino sobró lo que aconteció una lluvia en demasiada vil y tan irremediable en que la lluvia era como la misma magia en que el sol se esconde entre las nubes grises desbordando toda lluvia. Si John un mozalbete y un joven que labora como gruero en el remolque de vehículos, se dió a la tarea de saber que su mundo era tan mágico como aquella lluvia en su propio destino o en ese mismo camino en que John camina y pernocta desde hacía más de medio siglo. Cuando John se imaginó que sucedía algo, y que pretendía ser igual en que el instinto se vió incursionando con esa lluvia mágica y tan dentro del mismo coraje de creer en que la lluvia se vé como pasaje de un torrencial de aguaceros inertes, cuando en el universo se dió como el mismo torrente de ida y sin pasaje en querer volver hacia el mismo evento que era creer en esa lluvia. Y John petrificado e inerte en el tiempo, entre esa mágica lluvia que desciende de los más alto del costado del cielo. Cuando a la verdad de un sólo todo se vió frío y atormentado, en vez de saber que el destino es álgido como el mismo hielo o como el mismo percance de creer en la magia que ocurre allí en la residencia de Don To. Y Don To callado, inocuo, asustado y sin premediar ni una sola palabra entre la verdad y lo que más le ocurre a Don To, cuando en el suburbio de su corazón, sabía la eterna verdad y una verdad de hacía más de medio siglo. Y de todos los lustros de tiempo en que había pasado en lapso de un tiempo en que no vuelve jamás. Y es que el coraje de ver y de sentir el instinto llevó la magia trascendental hacia una manera tan real como la misma imposible lluvia que no deja de caer del cielo hacia lo más pernicioso y del mundo sin igual. 

Si los sentidos de John se ven manejando un sólo tiempo en discordia de la verdad de que sí, era un gruero y con sus cabales muy puestos. Si después de ese tiempo en que corrió como toda aventura y como toda desventura e infortunio, se vió horrorizado de espantos nocturnos cuando en el desierto se vió solo y más que eso se vió aterrado en el tiempo y con sus sentidos mojados por esa lluvia, sí, por esa lluvia. Como en el instante se vió entristecido y más que eso como una furia eventual dentro del ocaso y más muriendo como el desastre por una eterna lluvia en que le empapa sus sentidos. Y los sentidos se ven entristecidos, sí, por esa lluvia en que John vé a la esposa de Don To, como un abstracto dolor, cuando en el tiempo y en la manera de sentir se vió entristecido y mal herido y todo por esa lluvia que vé caer desde el imperio del cielo. Como un desenlace final de un sólo trance efectuando la misma fuerza de creer en el desierto mágico de saber que el instinto se siente como la alborada con el mismo sol. Cuando en el mal defecto de su propio corazón, se vió afectando el mal deseo en saber que su esencia marca como saber de un mal corazón. Cuando en el deseo se vió aterrado el mal infundado de ver el siniestro cálido, en saber que su esencia lleva un mal con esa eterna lluvia que vá mojando en el trance perfecto en poder creer en su forma de ver el cielo con esa eterna lluvia. Cuando en el alma se devastó una forma trascendental, de creer en la forma de atraer a la lluvia en la vida de John. Cuando en el combate de dar con el mal sucedido se vió aterrado y horrorizado entre los arbustos de aquel árbol, en que un día se escondió para saber de la cruel verdad. Cuando se siente como el mismo pasaje de ida y sin regreso, cuando en aquel balcón de la residencia de Don To, se vió el nefasto del tiempo y más que eso con el más sentido de John, en el cual, se aferró al combate de creer que sus sentidos eran tan álgidos como el mismo tiempo. Cuando en el tiempo ocurre el desafío como una corriente efímera y tan trascendental, en la cual, se aferró al desierto frío en saber que su mundo se abasteció de fríos incongruentes en saber que el delirio era tan gélido como el mundo en un segundo. Cuando en el instante se abrió el frío en sus propios sentidos, cuando en el trance de la verdad John le teme a esa lluvia esporádica, aunque es como un aguacero cerca de la residencia de Don To, cuando en el alma de creer en que el universo se siente como la magia de un sólo evento. Cuando en el momento se vió a la lluvia derramada en esa carretera frente a la residencia cuando en el embate de creer en el mismo juego se volvió con la mala o buena suerte de creer en el mismo combate de dar con el juego de esa cruel lluvia, en la que el destino irrumpe en su camino y con todo el frío que arde en su piel. E irruir en el camino, sólo no le basta en dar como el principio de todo el juego en creer en que el delirio automatizó la gran espera de esperar por el paso adecuado e inadecuado de creer en que esa lluvia no era lluvia sino magia y de la buena. John no se ha percatado aún que la mujer o la esposa de Don To está sentada en ese balcón con ese torrencial de lluvia y tan desaparecida como una magia o con una pócima casi irreal, y tomando el embate de creer en el mismo cinismo de dar con el comienzo de una lluvia casi inerte, torrencial, perenne y tan transparente como poder ir lejos hacia el mismo universo y hacia el mismo lugar dando preámbulos hacia la más nefasto de los tiempos aquellos por donde se paseaba el torrencial aguacero de la magia y de la pócima de Don To hacia su esposa en esa residencia marcando un trayecto efímero, pero, tan real como el haber sido desaparecida como un cruel, y un vil y tan hábil fantasma. Porque aunque usted no lo crea, la esposa de Don To, una anciana por una senectud y tan trascendental, ese halla sentada allí en el balcón de la residencia de Don To. Cuando ocurre el mayor desenlace de estar presente John detrás de un árbol escondido para saber de la verdad, de porqué la lluvia vá empapando a sus sentidos cuando pernocta casi llegando a la residencia de Don To. Y John, el gruero vá a descubrir el saber de ese instante en que vá directo hacia la residencia de Don To, una casa antigua, con muchos ladrillos, pero, hermosa casa, y de un hogar muy caluroso y con todo el amor que le daba Don To a esa residencia donde amó eternamente a su esposa, la que con la lluvia desapareció cuando le tocó tomar el brebaje o la pócima secreta de Don To, inundando el calor y más que esos haciendo desaparecer a su esposa. La señora de Don To, una mujer de edad avanzada y sentada frente a ese balcón donde la lluvia hace su eficaz tormento, cuando en el deseo y como el mismo embrague de la vida misma, se vió automatizada la espera y desesperadamente, no era lo mismo, cuando en la vida y con el fantasma de la señora de Don To, se vuelve y se vuelca trascendental. Cuando John cerca y de frente en ese árbol, sólo le dió una manera y una atrayente forma de creer en que la señora no era tan real sino un fantasma de la efectividad de una pócima, en la cual, se aferró hacia la ilusión o hacia la decepción de dar con el fantasma como sin ser tan real. Porque cuando John lo descubre todo, y que todo era mentira no tan real, cuando el fantasma de la señora era casi tan real, cuando se aferró al desierto, y a la magia de vengar una dulce atracción de creer en el combate de dar con la ilusión de cosechar una buena razón de dar con el fantasma casi muerto. y John allí petrificado, casi inerte y tan frío como de costumbre.                          




Continuará……………………………………………………………………………………….

  • Autor: EMYZAG (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 2 de septiembre de 2021 a las 13:00
  • Comentario del autor sobre el poema: Cada vez que pasa John por la casa embrujada de Don To, llueve y si cada vez más es la lluvia en el camino….Mi #32 de novela corta del año 2021… Mi #70 de novelas cortas hasta el año 2021…
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 19
Llevate gratis una Antología Poética ↓

Recibe el ebook en segundos 50 poemas de 50 poetas distintos




Para poder comentar y calificar este poema, debes estar registrad@. Regístrate aquí o si ya estás registrad@, logueate aquí.