Un día encontré tu sonrisa y
no supe cómo se esfumó la soberbia
de mi pecho y, los tumbos de sus manos:
no me has tocado, sin embargo, falta no hace
para saber, el roce de tus dedos tersos,
la intención de mis sentimientos
y el cavilar de mis pensamientos.
Acariciando mis propios dedos, siento,
aunque tus dedos no se hayan posado
en mí, la intensidad de tus ojos, rojos
como tus labios, sorbiendo, ambos, vida
de afuera, la vida que yo quisiera tener
para ti, aunque no la viviera contigo.
Tu sorpresiva sonrisa adornada por
canales carentes del vital líquido,
proveedores de mayor vida y futuros
sinsabores que ningún otro cuerpo de agua
otrora invocado por poeta latino;
tu sonrisa, la que comenzó esto,
te quita la vida si pasas muy cerca
de su cauce, porque, aunque hondo y
profundo aparezca (el cuerpo),
pernocta diversa fauna silvestre,
y practica sus saltos, intentando
caer en su boca, sin saber que
yace cerrada como las compuertas de
la presa Chicoasén, esperando
inundar todo con tus palabras:
certeras y zahirientes
para no dejar nada parado.
La que lo empezó todo quiere
salir, salir y jugar conmigo,
poner a prueba todo lo que
supongo: sospecha mi ligero
entendimiento, en tanto, no me deja
de sorprender; me maravilló
su descubrimiento cercano y asible,
pero se torna frágil mientras más me atrae:
tiendo a no reconocer la diferencia
entre ella y tú misma.
Me siento en paz viéndote sonreír
o al horizonte dirigiéndote,
y te pierdes entre la bruma de
la mañana inefable.
- Autor: Macedonio IV ( Offline)
- Publicado: 6 de septiembre de 2021 a las 01:02
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 25
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