¡No hagan ruido!,
mi abuelita está durmiendo.
¡No hagan ruido, por favor,
que está durmiendo!
Está en paz, como siempre
lo quiso estar (y a Dios se lo pidió);
no la molesten, lo merece,
la paz que en su niñez
no pudo, quiso, pidió, rogó,
pero no pudo… Tener la paz,
ahora que profundamente duerme,
aspirar a alcanzar, puede,
¡se la merece! Yo no estuve
ahí para constatar su tristeza,
su miseria o su desdicha: sus
ojos, al hablarme de aquellas
vivencias, me hablaban.
Lo hacían con una presteza
y una sinceridad absueltas,
libres de todo lo mundano
de las palabras: no me suplicaban,
me sugerían… adentrarme al
mar de su sabiduría no
descubierta, sólo soñada,
pensada, todo aquello que la
hizo la mujer que fue
y será en sus propios sueños
(y en los nuestros).
¡No hagan ruido,
que duerme, duerme,
duerme, y yo no soy
quién para despertarla!
Duerme, duerme, y no la
culpo, de hecho, me tranquiliza
verla dormir: me recuerda
que la belleza siempre está
en aquello que vemos
todos los días
pero no magnificamos por
el tedio de la rutina
y el compás agobiante
de esta vida nuestra,
y tuya, y de todos.
Se nos escapa, qué se
puede hacer: quizá llorar
o reír, no lo tengo claro,
al menos puedo hacer algo:
¡déjenla dormir!
- Autor: Macedonio IV ( Offline)
- Publicado: 8 de septiembre de 2021 a las 17:38
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 29
- Usuarios favoritos de este poema: TITANIO 333
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